Novela
Hay vida más allá de poniente
La quinta temporada de «Vikingos» ya está aquí y llega manteniendo bien alto el nivel de acción bien alto sostener un alto nivel de acción.
Asumámoslo: falta mucho para que vuelva «Juego de Tronos». Y, hasta que eso suceda, podemos pasar el rato apuntándonos a cursos de cocina, o haciendo la lista de propósitos para el próximo año que luego no tendremos interés alguno en cumplir –perder peso, aprender chino, cosas así–; empezar finalmente a ver «The Wire», porque todo el mundo dice que es la mejor serie de la historia, a pesar de que no nos apetece lo más mínimo; o, quizá, saciar nuestra hambre de sangrientas intrigas ancestrales y duelos de espadas sumergiéndonos en la mejor serie sobre reyes guerreros y odiseas en tierras lejanas a la que nadie presta atención. Dicho de otro modo, podríamos empezar, de una vez por todas, «Vikingos».
Ideada y escrita por Michael Hirst, en su día guionista de películas como «Elizabeth» y teleseries como «Los Tudor», «Vikingos» sin duda no cuenta ni con el presupuesto inflado ni con los repartos estelares del show más famoso de toda la historia de la HBO, pero eso no le impide cautivar gracias a sus colecciones de batallas masivas, momentos sensuales que redefinen los límites de lo que puede mostrarse en el mainstream televisivo y tramas ligeramente basadas en los libros de historia que echan mano de la mitología nórdica y de premoniciones y alucinaciones alimentadas por la superstición y las drogas pero en las que, eso sí, no hay rastro de elementos sobrenaturales. Y los únicos dragones que aparecen en «Vikingos» son los esculpidos en la proa de sus barcos.
Durante la mayor parte de sus primeras cuatro temporadas, «Vikingos» se dedicó a observar las andanzas de Ragnar Lothbrok, una figura legendaria de la que se dice que lideró la batalla que en el año 793 marcó el inicio de la era vikinga. Su existencia en realidad no está demostrada –algunas fuentes aseguran que es una amalgama de distintos personajes–, pero eso nunca le quitó al protagonista de la serie un ápice de su carisma.
Extrema crueldad
Bajo el reinado de Ragnar, que empezó sus días como granjero pero luchó para llegar a la cima echando mano de una mezcla de carisma, crueldad política y habilidades para el combate, los vikingos expandieron su dominio a base de astucia, curiosidad insaciable y, sobre todo, crueldad. Desde el inicio de la serie hemos visto a Ragnar mentir, traicionar y matar, y en general sucumbir por sistema a cualquier tentación que se le presente. Como todos los personajes televisivos más interesantes de los últimos años, no es una buena persona. Por supuesto, «Vikingos» siempre ha sido mucho más que Ragnar. La serie posee una tupida red de personajes adyacentes que generan sus propias subtramas, gente capaz de causar problemas, comportarse de forma noble y ser absolutamente infames, todo eso a veces incluso en el transcurso de una misma escena.
La cuarta temporada de «Vikingos» llegó a su sangrienta conclusión con nada menos que tres muertes de personajes principales, pero ninguna de ellas fue más crucial o desgarradora que la del mismísimo Ragnar en el episodio 15, víctima de las serpientes. Obviamente la quinta temporada, que acaba de empezar a emitirse en TNT, transcurrirá bajo la alargada sombra de todos esos cadáveres: el destino de esos líderes ha determinado las trayectorias de muchos de los personajes que siguen vivos. En el proceso, obviamente, la envergadura de la serie misma promete verse notablemente afectada. Si en temporadas pasadas el masivo reparto podía implicar que no siempre fuera fácil seguir las evoluciones de todos los personajes, la desaparición de algunas figuras esenciales hará que el peso argumental de la serie resulte más manejable.En cualquier caso, la premiere del jueves dejó claro que, en su nueva temporada, la serie seguirá incluyendo algunas de las secuencias de acción más deslumbrantes de la ficción televisiva actual, y escenas de batalla que no tienen gran cosa que envidiarle a las que transcurren en los siete reinos de Poniente a pesar de que, insistimos, diseñarlas salió considerablemente más barato. Desde que la serie empezó a emitirse en 2013 esas escenas han ido aumentando de forma consistente sus dosis de sangre y brutalidad sin llegar, eso sí, a caer en lo gratuito. Por supuesto, habrá quien cuestione si es verdaderamente necesario verse expuesto a imágenes como la de un tipo al que le queman el rostro o la de otro que tortura a un sacerdote metiéndole una cruz en la boca. Pero, en última instancia, «Vikingos» sin violencia tendría tan poco sentido como «Mad Men» sin gente fumando.
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