Viajes

Tanto monta y monta tanto, Fuenterrabía como Hondarribia

A pocos metros de la frontera con Francia se levanta uno de los pueblos más fuertes y hermosos de nuestro país.

Barrio de la Marina en Fuenterrabía.
Barrio de la Marina en Fuenterrabía.Zarateman

Cada vez que piso Fuenterrabía (Hondarribia en euskera), no puedo evitar mirar el pueblo como quien mira a una anciana veterana de varias guerras, de hambrunas y de epidemias, que se sienta en la banqueta junto a la puerta de su casa para observar la nueva vida pasar. Con ojillos audaces estudia y critica a la juventud despreocupada, pensando que, en sus años mozos, las cosas eran diferentes pero también eran mejor, se respetaba a los mayores y cada cosa estaba bien posicionada en su sitio. Pienso en Hondarribia (Fuenterrabía en castellano) como un pueblo de piedra veterano, manchado de sangre desde el suelo hasta los tejados, que aguantó firme los mordiscos de la pólvora y ahora observa, absorto y asombrado, los culebreos de centenares de turistas franceses e ingleses vestidos con pantalón corto. Solo espero que alguien le haya explicado que ellos ya no son el enemigo.

Pólvora en su Historia

Es que un vistazo a la Historia de Fuenterrabía basta para comprender su alarma, al ver cómo decenas de extranjeros entran y salen por sus preciosas calles sin que se dispare un solo cañón. Y otra ojeada a su geografía, justamente en el límite que separa Francia y España, el límite más fino, allí arriba en Guipúzcoa, refuerza la teoría de que este agradable pueblo vasco fue un día el primer escudo que levantaba España cuando se aproximaban las fuerzas invasoras. Desde el primer intento por tomar la villa del rey francés Felipe III el Atrevido, en 1280 y sin éxito, hasta el saqueo británico durante las Guerras Carlistas, Hondarribia ha sufrido un asedio tras otro a lo largo de seis siglos. Luis XI de Francia también intentó hacerla suya - sin éxito - y Luis XIII quiso romper la mala racha francesa, en un asedio que duró dos largos meses, sin éxito y que solo valió para que la villa recibiese el título de “Muy noble, muy leal, muy valerosa y muy siempre fiel”.

El Castillo de Carlos V, hoy convertido en Parador.
El Castillo de Carlos V, hoy convertido en Parador.Uranzuhttps://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/deed.en

¿Por qué este interés en hacerse con un pueblo que apenas rondaba los 2.000 habitantes por aquellos años? La idea es que se trata de un punto estratégico clave para conquistar el norte de España, ya que tomarla para Francia significaba hacerse con ambas orillas del río Bidasoa - el lado oriental es francés -. Los fuenterribenses lo sabían, España lo sabía, y es por esto que un paseo pausado por el pueblo y sus alrededores enseña un buen puñado de fortalezas listas para la defensa.

Fortines, murallas y fortalezas

Las murallas que rodean el casco histórico monumental fueron construidas entre los siglos XVI y XVII, y aunque parte de ellas acabó derruida durante la Guerra de la Convención, todavía quedan en pie amplios tramos en excelente estado. Permite empatizar con años más turbulentos de Hondarribia, antes de adentrarse en su complejo entramado de sólidas fortalezas.

Destaca por su sinuosa estructura el Fuerte de Nuestra Señora de Guadalupe, construido en 1900. A simple vista puede parecer una pequeña colina de hierba fresca, indiferente a cualquier guerra que le sobrevenga, pero damos un paso y luego otro, y otro más, y al llegar a la cumbre de la colina descubrimos con estupor una larga trinchera que rodea el fuerte, el fuerte que crece como las raíces de la hierba fresca, colina abajo. No es indiferente a las guerras, como pensábamos, sino que está agazapado, expectante y veterano, a la espera de que la guerra tropiece con él y ya no pueda escapar.

Fuerte de Nuestra Señora de Guadalupe.
Fuerte de Nuestra Señora de Guadalupe.Jasagarrahttps://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/deed.es

El Castillo de Carlos V, así nombrado porque fue el Emperador quien lo reformó hasta lograr su estado actual, lleva en pie con la vista puesta en Francia desde el siglo XIII, y sus usos en relación con dicho país han sido de lo más variopintos. Si bien sufrió el azote de las tropas francesas en 1794, también sirvió de residencia real durante los esponsales de Luis XIV con la infanta española Ana de Austria. Cumplió cada expectativa en lo que respecta a su uso militar, hasta que fue transformado en Parador - es posible alojarse aquí - en 1968.

Otra de las líneas defensivas de las que forma parte Fuenterrabía es la conocida como Línea P, o Línea de los Pirineos. Por sorprendente que parezca, esta fue diseñada a partir de 1944 por el gobierno franquista, constituyendo un total de 6.000 búnkeres diseminados a lo largo de los Pirineos en previsión de un ataque Aliado tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. Claro que este ataque jamás se llevó a cabo, Francia nunca tuvo la intención de devolver el gobierno español a las fuerzas republicanas y la coalición Aliada estaba demasiado agotada tras seis años de guerra como para intentar tomar España. Hoy, nidos de cañones y ametralladoras abandonados pueden encontrarse con la facilidad de un paseo por el campo.

Paraíso gastronómico

Pero si las piedras de Hondarribia pudiesen hablar, les diríamos que de momento pueden bajar la guardia. Sí es cierto que los franceses la visitan con asiduidad y esto puede alarmarla, pero son amigos, franceses amigos, felices de poder disfrutar de esta bella localidad con las armas de la paz. Un paseo por el Barrio de la Marina, enmarcado como en los dibujos por sus casas de balcones típicamente pintados de colores, adornados con macetas de flores, es la simbología más precisa de esta nueva paz. Un día fueron las casas de los pescadores de Fuenterrabía y ellos coloreaban los balcones con la pintura sobrante de sus barcos, todavía alguno vivirá en ellas, y pequeñas tiendas junto a animados bares se colocan en los pisos inferiores.

No podemos olvidar la cocina vasca, por supuesto, en su bastión más fuerte al sur de los Pirineos. Los gustos los pintan los colores pero es casi imprescindible callejear por las esquinas adecuadas hasta encontrar el bar de pinchos que nos satisfaga. Pinchos, pintxos, tanto montan porque el sabor estalla en el paladar cargado de una creatividad maravillosa, cada año renovada por las hábiles manos de los cocineros de la localidad. Merenderos - destaca Ballestanea -, marisquerías - prueba Arraun Etxea -, sidrerías - Laia es excelente, y Oilurta Azpi también cumple con creces su objetivo - y asadores - increíble el Restaurante Kupela - permiten al visitante un recorrido gastronómico barajado con el histórico y el de placer en Hondarribia.

Una villa cargada de variedad

Supongo que es la variedad lo que más atrae de Fuenterrabía a sus visitantes. Saliendo del marco histórico y gastronómico, encontramos en esta villa una profunda tradición pesquera que todavía hoy se mantiene, ya que su puerto pesquero se considera uno de los más importantes de la provincia. Aquí puede encontrarse una de las esencias más sólidas de la sociedad vasca, que son su fuerza frente al mar y su valentía contra el destino. No es sencillo subirse al barco y navegar por las aguas oscuras. Así se convierte el pueblo entero en un enorme monumento a estos hombres y mujeres que todavía hoy salen a ese mar cubierto con esa bruma. Alrededor de 8.000 toneladas anuales de pescado se descargan en el puerto, y no estamos hablando de un pescado cualquiera. Es pescado vasco, señoras y señores. Nacido y crecido en las frías aguas del cantábrico y con un sabor tan fuerte que rompe todos los esquemas.

Puerto de Hondarribia.
Puerto de Hondarribia.Arrokapixabay

Variedad, porque se intercalan los fuertes de piedra lisa con deliciosos palacios. El Palacio de Zuloaga, que actualmente alberga la biblioteca municipal, compite en sobria belleza con el Palacio Ramery y el Palacio Eguiluz, también conocido como el Palacio de Juana la Loca porque cuenta la leyenda que fue aquí donde se hospedaron ella y Felipe el Hermoso en su paso de Flandes a Castilla.

Variedad por sus fiestas populares. Del 7 al 11 de septiembre, coincidiendo con la festividad de su patrona, la Virgen de Guadalupe, se celebran sus fiestas principales y su Alarde, el cual conmemora el duro asedio de 69 días que aguantó la villa en 1638. Si las fechas no cuadran para septiembre no tiene por qué suponer problema alguno, también hay celebraciones en junio, julio, agosto y octubre, cada una tan divertida y marcada por la tradición como las anteriores.

Quiero pensar en Hondarribia como un pueblo de madera vieja en su camino hacia la modernidad, siempre sin perder su esencia mágica, siempre fuerte a las amenazas pero dispuesta a abrir sus brazos de piedra a nuevos visitantes. Uno de los pueblos más bonitos de España se recoge a la sombra de los Pirineos y su visita, si no obligada, es un recorrido de placer, historia y gastronomía imprescindible para cualquier amante de nuestra valiosa cultura.