Katmandú
De Lhasa a Katmandú, un vuelo con vistas al Everest
Nos dirigimos a la zona de los lagos sagrados, hoy toca el Yamdrok
Recordando a Lulú
Después de haber vivido momentos intensisimos en Lhasa, que ya contaré en mi próximo artículo, tocaba volver a volar, esta vez rumbo a Katmandú. En cada uno de los cambios de destino en esta parte del mundo, se podrían escribir varios libros detallando todo lo que se vive. En esta ocasión, dejar Lhasa fue duro ya que la guía a la que le pusimos el nombre de Lulú porque era imposible aprender el suyo, fue un ángel caído del cielo desde que llegamos hasta que nos fuimos. Contaba que ella soñaba con salir de su ciudad algún día pero el régimen no los deja, es más, cuando se llega al aeropuerto, hay un cordón que ellos no pueden sobrepasar, es un momento difícil tanto para los que nos vamos como para los que se quedan. Una mañana nos pidió si le podíamos conseguir un croissant del desayuno del hotel, y no era por tener hambre sino porque los había visto alguna vez en una fotografía y pensaba que eran deliciosos. Los tibetanos son seres con sonrisas permanentes y muchísimo afán de atender y servir a los turistas.
Y de repente el Everest
En pleno vuelo cuando menos te lo esperas, se oye la voz del comandante: “Ladies and Gentlemen ! Your captain speaking. In a few minutes on the right side of the plane we will overfly the Everest” -“Señoras y señores, les habla su comandante, los invito a mirar en unos minutos por las ventanillas del lado derecho del avión. estamos por sobrevolar el Everest”-
No hay algo más emocionante que se pueda vivir en un vuelo regular que de repente, sin esperarlo, tengas aquí enfrente de ti, el pico más impresionante del mundo, era verdad, teníamos allí el EVEREST.
VAYA MOMENTAZO, fue emocionante, imborrable, impactante... Está claro que no todos los días tiene uno la ocasión de sentirse cerca de una de la montañas más altas del planeta marcando con su imponente presencia la frontera entre China y Nepal, considerada la frontera más alta del mundo.
La misma línea aérea que ofrece vuelos en esta ruta lo dice, que además de ser la manera más cómoda y rápida para volar entre estos destinos, añade: “you will be lucky to see the summit view of Mount Everest when the flight flies over the Himalayas if the weather is fine”, y fuimos afortunados! hacía un día espléndido y lo vimos, sÍ que lo vimos. FUE UN MOMENTO ÚNICO.
KATMANDÚ
El contraste entre Lhasa y la capital de Nepal es grande. La llegada al aeropuerto ya marca la diferencia. Es una ciudad bulliciosa y colorida. Cuando llegas a Lhasa impresiona los recorridos por inmensas tierras, con las imágenes constantes de los nepalis muchos de ellos arreando a algún yak, este animal peludo que vive en las alti planicies esteparias y fríos desiertos del Tibet y del Himalaya. Los tibetanos preparan el té con leche de yak dándole un gusto salado con un olor fuerte y particular. Esta bebida ayuda a los pastores a calentarse sentados delante de un fuego. Para ellos al igual que en China, ofrecer té es un rito de hospitalidad. Al parecer beben al día cerca de sesenta pequeñas tazas de té para hidratarse y nutrirse. La preparación del té es un proceso largo y complejo.
En el hotel, encontramos un ambiente familiar y alguna escena que nos emocionó. En este lugar se suelen hospedar las parejas que han adoptado un niño nepalí. Durante la estancia, compartir con ellos sus primeros momentos con los que serán sus hijos, deja una huella muy especial. Esta ciudad es rica en palacios, en templos budistas e hinduistas. Su valle es hermosísimo y está clasificado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Y en uno de esos valles, está uno de nuestros destinos. El Lago Yamdrok.
Pero llegar hasta este impresionante lago no es algo sencillo. Hay algo que sucede en el camino y que no se da uno cuenta hasta que no eres consciente del sitio hasta donde te has ido a meter. El camino es por una carretera que según va subiendo, más se va estrechando y eso no es todo, es un camino de tierra y piedras con curvas cerradas que dan al vacío, pero todavía no acabo, no me enteré que íbamos a subir hasta a más de cuatro mil metros y que la cabeza empezaría a funcionar de otra manera, la sensación es nueva y extraña, falta oxígeno se nota y mucho. Llevábamos unas bombonas que te enchufas cada vez que las necesitas, pero aún así, lleva un tiempo adaptarse o a no adaptarse.
Por fin llegamos al lago. El paisaje es indescriptible. Los nepalíes se acercan al lago con un recogimiento estremecedor, nosotros los miramos con un respeto inmenso, sus creencias les hace recorrer estos caminos infinitos para por fin, estar en su lago sagrado. Muchos de los visitantes prefieren permanecer sentados admirando de lejos el lago, otros más adaptados a la altura recorren los campos haciendo breves recorridos. Cada uno en esta altura reacciona de manera diferente. Hay que probarlo.
Los lagos para los tibetanos son las casas de sus dioses protectores, para ellos tienen poderes espirituales. El mismo Dalai Lama hace peregrinaciones a este lago, se cree que este espacio de agua tiene poderes adivinatorios. Lo veneran como su talismán y dicen que es parte del espíritu vital tibetano. Hay una creencia, se dice que si este lago se secara, el Tibet dejaría de ser un lugar habitable.
En el altiplano tibetano oriental, los lagos son los protagonistas con inmensas zonas verdes. Son nueve los lagos sagrados en el Tíbet. El Lago Yamdrok está en una zona muy interesante pues está de camino al campamento base del Everest y Katmandú. Son cerca de cuatro horas de carretera desde Lhasa, había que subir hasta los cuatro mil cuatrocientos cuarenta y un metros de altura para llegar al lago sagrado. El Lago Yamdrok está rodeado de montañas con las cumbres nevadas. El camino hasta llegar aquí es imponente.
A una hora y media de carretera, se encuentra el Monasterio de Samding, en la orilla sur del lago Kongmu, un lago vinculado al extremo oeste del lago Yamdrok, es en donde se dice que el tercer lama más alto del budismo tibetano se reencarnó durante cientos de años.
En el próximo reportaje visitaremos el Potala Palace en Lhasa. La máxima expresión de la arquitectura tibetana y la residencia de los Dalai Lama desde el año 1648.
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