Viajes
Los paisajes en España se suceden con una brusquedad impresionante. Conforman mundos diminutos separados por las franjas de montaña, la tierra se colorea aquí de tonos blanquecinos, allí ocráceos, luego se sube una montaña, se baja por la ladera contraria y la tierra resulta imposible de encontrar, cubierta del verde juguetón de los robledales. Cada mundo es dueño de un color, guardián de sus historias particulares.
Al sureste de Navarra, pasados los bosques tupidos del norte, se sucede un mundo nuevo, otro más. Aquí la vegetación no levanta más de tres palmos sobre el suelo, la tierra se retuerce hasta formar imágenes parecidas a los sueños, se extiende el color claro de la arena desde nuestros pies hasta donde llegue la vista del halcón. Volutas de viento se arrastran furiosas campo a través, en busca de un hueco donde puedan descansar. Son las Bardenas Reales (cuyo nombre se debe a que pertenecieron al patrimonio de los Reyes de Navarra). Un día sus llanuras fueron mar, pura vida, agua oscura. Decidieron pagar su precio a largo plazo y los intereses se acumularon, el mar se vació y hoy se trata de uno de los paisajes semidesérticos más hermosos de España.
Un mar encerrado entre montañas
Basta conducir un puñado de kilómetros por el paisaje inhóspito de las Bardenas para descubrir, sin necesidad de guías ni señalizaciones, que aquí por donde resbala ahora nuestro vehículo fue hace eones un fondo marino. Las colosales elevaciones del terreno y los barrancos se transforman fácilmente en imponentes acantilados, las grietas en el terreno descubren su vieja costumbre de soportar agua a toneladas. Digiriendo la pastilla de la imaginación, el paisaje agreste cobra una vida poderosa, los colores se polarizan. Nuestro vehículo circula ahora a cientos de metros bajo el mar, rodeados de cocodrilos, tortugas y pececitos de todos los tamaños, aleteando con los ojos rígidos por la tensión.
Ocurrió que durante millones de años, el valle del Ebro estuvo cerrado por la Cordillera Costero Catalana, impidiéndose el paso que llevaba al mar Mediterráneo, y este que hoy es el río más largo de España veía su final en la región de las Bardenas. Utilizando los datos históricos y la imaginación podemos convertirlo en mar. Un mar interior con todo lo que conlleva: diminutas tormentas, bocanadas de vida acuática, depredadores, acantilados, riscos, leyendas que nadie tuvo tiempo de conocer. Las labores arqueológicas de la actualidad han permitido rescatar incontables fósiles de las criaturas que debieron habitar este pequeño mundo extinto, y su variedad es abrumadora. Desde los cocodrilos, tortugas y peces ya citados, hasta anfibios, flamencos, castores y antracotéridos (un animal parecido al hipopótamo y ya desaparecido). Incluso fue hallado en el año 2003 el nido fósil más antiguo jamás encontrado, datado en 18 millones de años.
Los sedimentos que traía el Ebro consigo fueron los responsables del paisaje que hoy podemos ver, conformado por gravas y areniscas, arcillas, yesos y calizas. Se estima que el grosor de estos sedimentos alcanza los 4 km de profundidad. Luego se abrió el camino hacia el Mediterráneo, se calcula que hace diez millones de años, y el Ebro que esperaba paciente acumulándose en las Bardenas prosiguió su camino, natural, sin sorpresas, resbalando hacia el que siempre fue su destino. El mar de las Bardenas se secó rápidamente. La sal acumulada en su superficie se depositó entre las grietas de la tierra. Igual que una llamarada calienta bruscamente una habitación helada, el que fue un caudaloso mar se transformó rápidamente en un bonito paisaje semidesértico.
Territorio militar
En cualquier visita a las Bardenas, aunque sea de paso, pueden encontrarse diseminados a los lados de la carreteravarios carteles que prohíben el paso a cualquiera que no forme parte del personal militar autorizado. Un gusanillo de aventura rodea la figura del viajero, al ver estos carteles, cuando la pastilla de la imaginación todavía actúa en su cuerpo y se le ocurre que una mina mal colocada puede hacerle saltar por los aires. Pero no tendría nada por qué preocuparse. Si el viajero sigue las indicaciones, sus pies seguirán intactos.
Aunque conocer el trasfondo militar de las Bardenas puede ser interesante. Desde 1951, un 5,4% de las Bardenas Reales - concretamente, la Bardena Blanca Baja - ha sido utilizado por el Ejército del Aire como polígono de tiro, y existe además un cuartel militar. Este uso bélico de las Bardenas pudo derivar en un conflicto cuando el terreno fue declarado Parque Natural en 1999 o Reserva de la Biosfera en el año 2000, aunque la zona militar fue rápidamente señalada por el Ministro de Defensa como Zona de Interés por la Defensa.
Es cierto que a lo largo de los últimos años se han sucedido movimientos dirigidos a desmantelar el cuartel y detener el uso militar que se lleva dando en las Bardenas a lo largo de los últimos 70 años, aunque ninguno de sus intentos ha tenido éxito. Ya dijo José Luis Rodríguez Zapatero durante su gobierno que el uso de las Bardenas como campo de tiro aéreo resulta inevitable, ya que se trata de una de las regiones de España más aisladas y seguras para adiestrar a nuestros soldados. En 1994 el ministro Julián García Vargas aseguró que “las dimensiones de este polígono no son excesivamente grandes, 2.200 hectáreas, pero los medios auxiliares de que consta hacen de él una instalación idónea para el entrenamiento de tiro por aeronaves”. Uno de los ejercicios militares más espectaculares que se han realizado en este terreno fue el llamado Tormenta 95, donde 43 aviones del Ejército del Aire participaron durante cinco días en un ejercicio con fuego real sobre las Bardenas. Se utilizaron cohetes aire-superficie, bombas de caída libre, retardadas, de racimo, guiadas por láser y misiles con guía infrarroja.
Qué ver en las Bardenas Reales
Ahora que conocemos a fondo los entresijos que conforman este apasionante territorio, este pequeño mundo del que hablamos, ha llegado la hora de calzarse las botas de campo y mancharse las rodillas con su arena legendaria.
Existen tres entradas posibles al Parque: la primera desde el norte, pasando por la localidad de Carcastillo; la segunda por el sur, desde Tudela; la tercera desde el suroeste, pasando por Valtierra y Arguedas. Esta última entrada es la más oportuna al pasar directamente por el Centro de Información de Bardenas Reales, donde es recomendable una parada rápida para obtener un pequeño mapa del Parque y preguntar las visitas guiadas que pueden ofrecer, en función del día y de la situación local del coronavirus.
Entre las visitas indispensables se encuentra la Ermita de Nuestra Señora del Yugo, situada en el extremo occidental del Parque. Construida en el siglo XVII después de que se propagara la leyenda de que la Virgen se había aparecido aquí, encaja deliciosamente con sus colores pardos en el paisaje de las Bardenas, dando la extraña sensación de que fue el propio viento, la erosión y los devaneos del tiempo quienes la construyeron, en lugar de haber sido las manos del hombre. La Bardena Blanca Alta configura la zona más desértica del Parque, situada sobre la Bardena Blanca Baja (esta última zona militar), y permitirá al viajero sentirse muy lejos de España, muy lejos de las ciudades de hierro y de cristal, envolviéndole durante unos minutos con los paisajes que se extienden en Oriente Medio y los desiertos más populares del mundo.
El Rincón de Bu, en el centro del Parque, muestra los paisajes más marcianos, moldeados por la erosión constante de las Bardenas. A lo largo de sus 460 hectáreas, moteadas por hierbas y sabinar, sobrevuelan puntos diminutos que contrastan con el azul ensordecedor del cielo. Son águilas reales, cernícalos, alimoches y diversas aves rapaces que han hecho de este hermoso paraje su territorio. En el centro del Parque, ya se ha dicho, con su curiosa orografía, supone el núcleo más puro de las Bardenas Reales, el lugar exacto para comprender su estrambótica composición en profundidad. Y no podría faltar, por supuesto, la mítica Castildetierra, cuyo pico se mantiene en asombroso equilibrio pese a los puñetazos constantes del viento navarro. Verla desde abajo, tan pequeños como somos, muestra sin esfuerzo la compleja matemática de la naturaleza, su mesura deliciosa. Además de resultar en un escenario ideal para sacar las mejores fotografías.