Kazajistán
La metamorfosis de Kazajistán: de campo de pruebas nucleares a futura capital turística
El país centroasiático ha renovado su estrategia turística para, una vez termine la pesadilla del COVID-19, posicionarse como un destino preferente en la región. Sus grandes lagos juegan a su favor, mientras que el desconocimiento general que se tiene de este país puede ralentizar el proceso
Publicidad, mucha publicidad
Convertir un país en destino turístico deseado por las masas no es tarea sencilla. El primer paso a dar es, habitualmente, el de limpiar la posible imagen negativa que el exterior tenga de dicho país. Una vez limpiada esta imagen, ya sea por medios persuasivos como son el cine y la literatura (aunque las redes sociales hacen maravillas a día de hoy) o más directos como es la publicidad turística, se determinará un primer nicho de mercado (generalmente los países circundantes) antes de abrirse completamente al mundo. Cabe a destacar que en numerosas ocasiones, una posible imagen negativa se debe a prejuicios históricos y del todo falsos en la actualidad, por lo que no siempre cabe llevar a cabo este cambio de imagen, digamos, efectuando políticas internacionales de aspecto positivo. En muchos casos, estas políticas llevan décadas desarrollándose con escasos resultados si no entra en su ayuda la publicidad.
El famoso “Spain is different!” ideado por Fraga y su equipo puede ser un buen ejemplo de publicidad turística dirigido al mundo. El imán que supuso el Sudeste Asiático para la cultura hippie durante las décadas de los 60, 70 y 80 es un excelente ejemplo de nicho de mercado turístico. Una vez creada la imagen de España como destino turístico innovador, entraron las visitas masivas; una vez popularizado el Sudeste Asiático entre los jóvenes occidentales, la puerta quedó abierta para nuevos tipos de turistas.
Ahora te diré un truco para viajar a lugares interesantes, baratos y poco concurridos, es decir, lo que dentro de unos meses será la moda viajera. Este truco consiste en visitar zonas que se encuentren en este punto medio entre el vacío turístico y su futuro abarrotado de visitantes, cuando su turismo todavía está reducido a pequeños grupos del mercado. El ejemplo perfecto en la actualidad sería Kazajistán.
Amplias llanuras combinadas con una tradición nómada
Hablemos de ellos. ¿Qué sabemos de Kazajistán en España? Nada o casi nada. Muchos no podrían ni ubicarlo en el mapa. Alguno conocerá su pasado inmerso en el Imperio Ruso ( y la posterior Unión Soviética) y menos sabrán que se trata del noveno país más grande del mundo, con una reducida población de 18 millones de habitantes. La inmensa mayoría del país es salvaje. Y con salvaje, digo preciosa. Largas llanuras que sirven de preludio a la famosa estepa mongola, moteadas de zonas rocosas y manadas de caballos salvajes se cruzan con el viajero con la naturalidad de quien siempre estuvo allí. Su tradición nómada lo convierte en un Estado alejado de los habituales tejemanejes internacionales que han escrito los libros de Historia, su pueblo es calmo, desinteresado por los conflictos mayores. Su apatía, traducida en silencio, puede confundirse con antipatía, y aquí entran esos prejuicios de los que hablamos.
Nosotros los españoles, alegres y bulliciosos y repletos de vida, miramos con extrañeza a estos pueblos silenciosos. En ocasiones, su ceño fruncido nos provoca malestar. Y no hace falta irse tan lejos, los propios uzbekos y turcomanos me han dicho en ocasiones que el kazajo no es gente de fiar, que las ciudades son inseguras y el campo todavía menos. Ocurrió algo parecido con los pueblos nómadas de Norteamérica. Sus silencios, sus costumbres, sus vaivenes por tierras que no alcanzamos a comprender, nos resultan extraños y es habitual que lo extraño torne un espejismo con forma agresiva, peligrosa. Lo extraño provoca miedo en ocasiones.
¿Qué hizo el gobierno kazajo para eliminar este rastro de miedo que sus extrañas costumbres nómadas podían inculcar a los turistas en potencia? No lo creerás. Construyeron una capital prácticamente desde cero, a partir de una pequeña ciudad ya existente. Y como si fuesen nuevos en este negocio de la publicidad turística, la llamaron Astaná (que en idioma kazajo significa precisamente “capital”). Hubo más razones, esto está claro, pero la idea de trasladar su capital desde la vieja Almatý hasta esta nueva ciudad lanzaba un mensaje inequívoco: se avecinan cambios. Ya no somos una cultura extraña al mundo, somos parte del mundo y es nuestro deseo unirnos a él.
Para ser un país que había servido como campo de pruebas nucleares de la Unión Soviética, esta nueva ciudad demostraba una nueva dimensión de Kazajistán: su independencia definitiva de Rusia, su creciente poder económico (el petróleo es un plato fuerte entre sus riquezas), su interés por recibir a extranjeros... Su anonimato frente al mundo lo había convertido en la localidad perfecta para probar en secreto las armas nucleares del Imperio Soviético, en el sitio de pruebas de Semipalatinsk. Una zona deshabitada de 18.000 km2 donde se realizaron 456 pruebas nucleares entre 1949 y 1989. Y Kazajistán no parece dispuesta a sufrir este anonimato nunca más.
Los lagos, el plato fuerte del turismo kazajo
¿Y cuáles son los alicientes en el turismo kazajo, qué puede ofrecer al mundo que nadie más podría? En una primera instancia, la caza. Kazajistán es considerado por muchos cazadores expertos como un paraíso para practicar este deporte, y es especialmente ambicionado el rececho del ibex. Pero la caza tiene en la actualidad demasiados enemigos, aparte de ser un pasatiempo costoso, como para confiar su turismo en exclusiva a este sector.
La naturaleza es el gran atractivo kazajo. En España solemos decir que contamos con prácticamente todos los tipos de climas, convirtiendo nuestra geografía en la más variada de Europa, pero lo mismo podría decirse de Kazajistán. Llanuras áridas y frondosas, montañas heladas, desiertos asombrosos, una variedad de flora y fauna difícil de igualar en los países de la zona... señalan este país como uno perfecto para la práctica de deportes de alta montaña.
Salen al paso los lagos de Kazajistán, el plato fuerte del país. Son para ellos algo así como las playas para nosotros. Hasta 48.262 lagos recorren su territorio, entre los que se encuentran partes del Mar Caspio y el Mar de Aral, además del lago Baljash - el 12º más grande del mundo -, y existe un nicho relativamente extenso de turismo de lagos. En ellos el agua no pica por la sal y las playas suelen estar compuestas por diminutas piedras negras, otorgándoles un curioso aspecto a paisaje extraterrestre y que no se pegan en la piel. Además, se puede pescar en ellos. Entre los tipos de pesca más practicados en el país se encuentra la pesca sobre hielo, esa que se caracteriza por tirar la caña a través de un agujerito en el hielo y que creíamos exclusiva en los esquimales. El sitio predilecto para su disfrute son los lagos Kolsai, acompañados de una botella de vodka durante el mes de enero para combatir el frío. Aunque, para nuestra tranquilidad, no experimenta un clima tan gélido como el siberiano, aquí las temperaturas durante el día oscilan entre los -5 y -3 grados. Que con un buen abrigo y el vodka se superan sin esfuerzo.
Numerosos campings - algunos de los cuales son considerados hoteles de lujo - se diseminan a las orillas de estos lagos. Yo tuve la oportunidad de dormir en uno (de los lujosos no, de los normales) y el clima festivo durante veinticuatro horas al día, donde turistas procedentes de Rusia, Asia Central y Europa se confunden para formar una única y divertida raza, puede convertir Kazajistán en un destino no solo exótico, sino también divertido.
Un reducto de Historia que merece la pena visitar (como condimento al viaje)
La Historia kazaja pasa principalmente por su importancia en la Ruta de la Seda, y una ciudad concreta sale al paso para los amantes de esta ruta ancestral: Turkestán. Es conocida como “la segunda Meca del Este” y dicen que tres peregrinajes hasta ella equivalen a uno que se realice al emblemático centro religioso musulmán. Aquí puede encontrarse el mazar de Khoja Ahmad Yasavi, un mausoleo levantado por el temible conquistador uzbeko, Tamerlán, al viejo estilo de las madrazas de Samarcanda y Bujará. Diversas mezquitas de la misma época pueden visitarse en esta antigua urbe y la suculenta gastronomía kazaja asalta con sus formas más clásicas en cada esquina.
Kazajistán se ha subido al carro de los destinos turísticos para colocarse como lugar preferente en Asia Central, en competición con la ya bien posicionada Uzbekistán y apostando fuerte por el turismo de naturaleza. ¿Funcionará su estrategia?
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