Viajes
Hoy es mi cumpleaños. Es mi día especial. Cualquier otro año habría dedicado el día a restar importancia al hecho de que sea mi cumpleaños, dándole la naturalidad que debe dársele a un evento que, sin sorpresas, se repite con precisión exacta cada doce meses. Bebería cerveza con mis amigos, seríamos ruidosos en el bar, evitaría a mis enemigos. Pero este año no será posible, ya lo sabemos, acecha agazapado el puñetero coronavirus, entonces prefiero ser responsable y limitarme a disfrutar del día gris que cruza hoy Madrid encerrado en casa, antes de irme a cenar con mi novia al restaurante que ella elija. Ignoro por qué razón, pero por primera vez en años quiero darle importancia a mi cumpleaños. A falta de cervezas con los amigos que me distraigan de lo inevitable de la edad, me encuentro en casa, solo, escribiendo esta pieza, apago el pitillo y fantaseo con los mejores lugares del mundo para celebrar mi cumpleaños. Siempre los he celebrado en casa, en Madrid, pero como este año casa está muy vista quiero fantasear un rato.
De esta manera permito a mi imaginación transportarse lejos del sofá mullido, y consigo matar el tiempo (que hoy, como todos los 22 de enero desde que nací, me recuerda que, en realidad, es él quien me mata a mí) hasta la hora de la cena.
Punta Cana, República Dominicana
Ahora mismo ando leyendo La fiesta del Chivo y me resulta sencillo destapar entre las paredes de mi piso los aromas, los estruendos y el sudor empañado de este pedazo de isla diminuta a los pies del Atlántico. Para los amantes de la juerga y la buena vida, de la sal del mar barajada con playas blancas, de los cócteles, el baile, las noches húmedas. El destino perfecto está allí. Las líneas de playa de Punta Cana vienen subrayadas por impresionantes hoteles, colocados uno junto al otro como fichas de dominó. Es genial porque uno puede estar alojado en el Aventura Beach club Resort & Spa, sorbiendo un mojito, y cuando el cuerpo se lo pida tiene la oportunidad de pasear veinte metros de playa para saludar a los vecinos del Meliá Caribe Beach Resort, donde dicen que se preparan los mejores whiskeys. Un sitio excelente para celebrar el cumpleaños, sin duda, donde una amplia oferta de actividades (paseos en barco, canoa, motos acuáticas, baños en playas paradisiacas de manual) conseguirán cumplir la delicada tarea de apartarnos las canas de los pensamientos.
Marrakech, Marruecos
Cerca de casa pero, a la vez, diferente a los destinos europeos. Al otro lado del Mediterráneo espera la ciudad más divertida de Marruecos, en su mejor versión desde que el turismo se ha generalizado en esta región y las actividades y hoteles y aventuras disponibles se balancean exquisitamente entre lo lujoso y lo salvaje. Porque no sería lo mismo alojarse en La Mamounia, un hotel exclusivo que años atrás sirvió de palacio para un acaudalado marajá, sateado de palmeras, naranjos y florecillas en sus jardines; que regatear entre las esquinas más estrechas del famosísimo bazar de la ciudad, donde uno puede encontrar más ofertas que en el mismo Corte Inglés. Dentro de La Mamounia, esculturas bellísimas rodean con deliciosa estética la piscina de los huéspedes. Fuera, el estruendo maravilloso que hace de Marruecos el destino ideal para buscar leves dosis de aventura sin sacudir el cuerpo en demasía. Y podría ser que una excursión de un día por el Sáhara, sintiéndonos minúsculos frente a las dunas cambiantes, sea una de las mejores maneras de celebrar un cumpleaños.
Bangkok, Tailandia
Ignoro qué tipo de magia embarga a la capital Tailandesa pero, en el momento en que un turista pisa por primera vez sus calles de asfalto oscuro, y se le cruzan como relámpagos los tuktuk decorados con lucecitas de colores, en su pecho estalla una ansiedad fantástica. Ansiedad, impaciencia por deslizarse entre las esquinas de esta ciudad y fundirse con ellas, hasta convertirse en una luz de colorines. Porque es cierto eso que dicen de que en Bangkok, la fiesta nunca duerme, esto es impensable. Igual que los puestos de comida callejera junto al cauce del río Chao Phraya sirven patos enteros, platos de tallarines (pad thai) cargados de picante, unas bolitas rebozadas cuya composición ignoro pero, qué demonios, están deliciosas, y pescaditos fritos con los ojos churruscados; si nos zambullimos ciudad adentro nos introduciremos en un mundo sobrecargado con luces de neón, altavoces retumbando desde el interior de los locales. Y pequeños antros sucios, casi vacíos, excitantes, que parecen el punto de encuentro de una tribu pirata.
Zanzíbar, Tanzania
La isla donde nació Freddie Mercury, rey del rock, asalta también mis deseos de sofá. Tiene una oferta parecida a la de Punta Cana en cuanto a resorts, playas de ensueño y calores tropicales pero, aquí encontramos la diferencia, un viaje a Zanzíbar puede suponer tanto placer entre sus playas como un paseo por la turbulenta historia de esta isla. En Ciudad de Zanzíbar puede visitarse la plaza que se utilizó durante siglos por esclavistas árabes para vender su mercancía africana al mejor postor, en un recordatorio horrible de un pasado que nos concierne a todos. Paseando por sus mismas calles casi podríamos escuchar el eco de los disparos - y el sonido sordo de los machetazos - que sembraron las aceras de sangre en la sublevación dirigida por Abeid Karume en 1964, contra una minoría árabe gobernante que controlaba la isla con el apoyo incondicional de Londres. Sí, porque un cumpleaños es un momento tan útil como cualquier otro a la hora de aprendernos los tejemanejes que han ocurrido en este mundo nuestro, tan interesante y cargado de anécdotas. Por tanto, ¿buscas playa? Zanzíbar. ¿Buscas calor, humedad, sudor? Zanzíbar. ¿Buscas sangre y realidad, al rey del rock? Zanzíbar.
Segovia, España
La opción más asequible de la lista no ha entrado en el top 5 por eliminación, ni porque el coronavirus nos tenga prácticamente enjaulados en España. Es que realmente considero una visita fugaz a Segovia como una de las mejores maneras de disfrutar del cumpleaños sin exagerar la pompa. Quiero decir: un paseo por sus murallas enyesadas con mil años de edad, un sentir de su piedra centenaria amoldándose a nuestros pasos, un cochinillo exquisito saboreado en Casa Duque, el restaurante segoviano por excelencia. Una visita a su magnífica Catedral. Unas horas de viento fresco cosiendo a latigazos nuestras mejillas de viejo, devolviéndonos el entusiasmo que nuestra nueva edad pretende arrebatarnos. No es un mal plan, es excelente. Es más. Voy a mirar cómo andan las restricciones y quizás me vaya a celebrar mi cumpleaños allí. Ya mañana.