Viajes
La Mamounia se reinventa
El hotel por excelencia en Marrakech anuncia el cierre provisional de sus puertas, del 25 de mayo al 1 de septiembre, para reformar su zona gastronómica. Repasamos sus elementos más emblemáticos antes de despedirnos.
Aunque la construcción del edificio data del siglo XIII, en 1923 fue transformado en hotel por los arquitectos Henry Prost y Antoine Marchisio, cuando decidieron convertirlo en el que sería uno de los mejores hoteles de lujo marroquíes, dedicado a las clases pudientes de Europa que buscaban destinos exóticos en los años de entreguerras. Ocupando un total de 15 hectáreas edificadas, el hotel se vanagloria de contar con el jardín de Mohammed ben Abdallah, sultán de Marruecos a finales del siglo XVIII. Tan grandilocuentes son sus palmeras y naranjos que es habitual encontrar en la puerta del hotel una larga cola de espera para visitarlos. Solamente un verdadero huésped del Mamounia podrá cruzar su puerta de entrada sin necesidad de esperas y cuidadosos controles de seguridad para garantizar el bienestar de los turistas.
Situado a escasos cientos de metros de la plaza de Jamma el Fna, este hotel es la residencia perfecta para quien busque aventurarse cuidadosamente en los entresijos de la cultura marroquí. Aprovechando su servicio de excursiones por la ciudad y por la cordillera del Atlas, o dejándose llevar por los lujos que se esconden tras sus paredes, el viajero regresará a su hogar completamente limpio de las posibles impurezas que pudo traer consigo. Basta salir por las puertas del aeropuerto, donde el huésped será recogido por uno de los vehículos de gama alta que ofrece el hotel, para acomodarnos en nuestro asiento y dejarnos cuidar.
Placer en los primeros pasos
La entrada del hotel es el principio del lujo dorado. Techos meticulosamente grabados, sofás de terciopelo rojo, la impresionante estatua blanca de un camellero bereber luchando contra un peligroso puma... Cada milímetro del enorme palacio sacia la necesidad de belleza y el hotel pasa a convertirse en uno de los elementos más importantes del viaje. Al final, no importa demasiado si tomamos cuscús con cabra o con verduras, ni el calor, ni el frío. Importa tomar una copa de champán en el bar Churchill de la Mamounia, cenar en el delicioso restaurante italiano de la Mamounia. El huésped se deja llevar lentamente por los caminos del placer.
El placer en la Mamounia adquiere miles de rostros, tantos como grabados adornan el techo de su amplia entrada. Una buena forma de entender este placer único es a partir de los relajantes masajes que ofrecen al estilo de los hamman tradicionales, con aceite de argán y expertos masajistas locales. Deben probarse estos masajes traídos de las mil y una noche. Ahora, antes de que cierre, y después, cuando abra de nuevo. Sí, quizás un masaje de reyes y un largo paseo posterior por los jardines del sultán permitan a nuestras carnes sentir más profundamente qué significa hospedarse en la Mamounia. Luego no nos hace falta demasiado, quizás un té de menta bien hervido en sus hermosas teteras de plata, también a la venta en la tienda del hotel.
El retiro favorito de las estrellas
Hillary Clinton, Yves Saint Laurent, Edith Piaf, los Rolling Stones, incontables famosos de todas las artes y colores han decidido pasar una estancia u otra en este emblemático hotel. Es comprensible. Relajarse durante horas de tenso calor marroquí en su amplia piscina exterior es un lujo que pocos querrían dejar pasar. Dormir apaciblemente en el que ha sido denominado como el Mejor Hotel Urbano del mundo no es una oportunidad perdida. Y sin embargo asombra comprobar que la Mamounia no se contenta con ser el mejor hotel, ni con haber vendido en su última subasta del 30 de diciembre el cuadro más caro de la historia de Marruecos, ni con las líneas infinitas que se han escrito sobre sus hechizos al viajero. La Mamounia siempre crece, siempre busca dar un paso más en su lujo arrobador.
Por supuesto, todo lo bueno sale caro, y no es barato hospedarse en alguna de sus 200 suites. Los precios oscilan en los mil euros, aunque en temporada baja pueden encontrarse ofertas de doscientos euros por noche. Por eso es una buena idea acudir como visitante, simplemente, de su esplendoroso jardín para pasearse entre los olivos centenarios, o tomar un tentenpié en la pastelería de la piscina. Los placeres de la Mamounia no son egoístas y todos podemos aprovechar la oportunidad de disfrutarlos.
Ahora hagamos un ejercicio de imaginación despampanante, dejémonos llevar: ¿qué nuevas delicias nos traerá tras su reapertura?
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