Chile

Violeta Parra, sin censura

Su hijo Vicente participa en el descarnado filme sobre la cantante

«Violeta se fue a los cielos»
«Violeta se fue a los cielos»larazon

Se cuentan por miles los sucesos en España y Latinoamérica que acabaron en sangre, pero que empezaron cuando alguien mentaba a la madre de otro. Por eso es especialmente significativo el ejercicio de sinceridad que ha hecho Ángel Parra, primero con su libro y luego como supervisor del guión de la película «Violeta se fue a los cielos», de Andrés Wood. Pues no es ni mucho menos una hagiografía; se cuenta cómo se forjó este mito de la canción, pero sin ocultar sus miserias y su egoísmo. «En mi libro no quise hacer una biografía, sino ser fiel a mis recuerdos. Luego Wood me convenció de que el texto tenía ventanas ideales para llevar a la ficción. Por eso habrá quien pueda decir que hay inexactitudes. No quise, en ningún caso, hacer un retrato complaciente o político. Mi madre, si acaso, fue una militante de la vida».

Kilómetros bajo la lluvia

La cantautora no duda en reprender a su hija porque «cortarse las venas no se avisa, se hace», ni tiene problemas en perderse durante un par de años de su hogar para enamorarse en París después de que otro de sus hijos muriera. A cambio, según apunta Parra, «nos educó en total libertad» y él siente que lo que haya podido lograr tiene que ver con esa manera de afrontar las cosas. «No tuve maestro, aprendí a leer y a escribir con ella». Aún recuerda el también cantautor que tenía que recorrer kilómetros y kilómetros bajo el sol o la lluvia para llevar las cartas que escribía su madre. Tiempo después lo comprendió porque estaba negociando las orquestas norteamericanas ase adaptaría algunas de sus canciones y, gracias a esos derechos de autor, la familia entera estuvo comiendo durante un tiempo. No fue complicada, aunque sí laboriosa (duró tres años) la negociación para construir el guión del filme. Parra sólo puso una condición: que aquella que interpretara el personaje de su madre cantara también sus temas, ya que le parecía un fraude doblarla en las abundantes secuencias musicales. Desde que vio a Francisca Gavilán percibió el espíritu de la cantautora en sus gestos, pero todavía quedaba lo más duro: el trabajo musical. «No soy pedagogo musical, así que me tuve que inventar un método que nos llevó seis horas por día: primero escuchábamos una canción de mi madre, luego le hacía que la cantara al mismo tiempo que la grabación, y, posteriormente, ella sola. Después, nos metimos en el estudio y grabamos 14 canciones de su repertorio en dos horas. Cuando lo escuchó, Andrés Wood no se lo podía creer, «pero me parecía fundamental conservarlas en el filme porque los textos de estos temas son mejores que los diálogos», comenta Parra. Sin duda, estas letras icónicas habrán contribuido al éxito de esta producción, pero es su protagonista quien atrae la atención del patio de butacas desde la primera secuencia. En Chile tuvo 450.000 espectadores en las salas y más de cinco millones en su pase por televisión. En Francia aún está en los cines y su hijo acude frecuentemente a charlar con el público tras la proyección.

En las manifestaciones chilenas aún se canta uno de sus temas, «Que vivan los estudiantes», que luego popularizó Mercedes Sosa. Toda una generación, según su hijo, la ha descubierto gracias al largometraje: «Algunos me decían que los problemas son los mismos de entonces, pero multiplicados por cien».

Expuso en el Louvre

Su vocación internacionalista es evidente en la trama, pero también su condición de artista multidisciplinar, pues realizaba cuadros donde mezclaba pintura y tejido. Parra se los presentó al director del Louvre de Artes Decorativas y acabó exponiendo en él. Todo un logro para una mujer en aquel tiempo que llegó de la periferia del planeta.