Nazismo

Las niñas soldado de Hilter

Algunas no habían cumplido los 11 años, pero estaban entrenadas en la Alemani nazi para «ahogar a los enemigos en sangre». Un libro desvela la infancia atroz de estas pequeñas

Las niñas del «Bund Deutscher Madel» llegaron a idolatrar la figura del führer, según sus testimonios
Las niñas del «Bund Deutscher Madel» llegaron a idolatrar la figura del führer, según sus testimonioslarazon

Algunas no habían cumplido los 11 años, pero estaban entrenadas en la Alemani nazi para «ahogar a los enemigos en sangre». Un libro desvela la infancia atroz de estas pequeñas.

Aquella noche del 12 de octubre de 1944, Barbie Densk se estremecía bajo una manta mientras yacía en una trinchera en Aquisgrán. Se había ofrecido para defender a su familia de la infantería americana que rodeaba la ciudad alemana. «A través de mis binoculares podía ver los soldados enemigos. Cogí mi rifle. Las otras chicas me siguieron y comenzamos a disparar», recuerda aún con horror. Tenía tan sólo 15 años. Barbie era miembro del «Bund Deutscher Madel», un ejército formado por niñas que en algunos casos no habían cumplido los 11 años, pero que, durante la Segunda Guerra Mundial, fueron entrenadas en la Alemania nazi de Adolf Hitler para «defender la patria» y «ahogar a los enemigos en sangre». Muy poco se sabe de esta joven milicia femenina del Tercer Reich. Pero el escritor inglés Tim Heath descubre ahora las escalofriantes historias humanas de sus protagonistas en el libro «Hitler’s Girls: Doves Amongst Eagles» («Las niñas de Hitler: palomas entre Águilas»).

«Supe de su existencia tras un encuentro casual con Kirsten Eckerman, que entonces tenía 74 años, en el cementerio militar alemán de Cannock Chase en Staffordshire», explica el autor al «Daily Mail». «Me habló de su pertenencia al Bund Deutscher Madel y me presentó a amigas que tenían experiencias similares, la mayoría horrorosas. Mientras me embarcaba en innumerables entrevistas, pronto me di cuenta de que se trataba de una generación de mujeres que estaba desapareciendo y cuyos relatos tenían que conocerse antes de que fuera demasiado tarde», matiza.

Sin sexo

El «Bund Deutscher Madel» (BDM) no fue concebido, en principio, como brazo armado para defender a «Fatherland». Fundada en la década de 1920, fue obligatoria para las niñas arias-elegibles a partir de 1936. Originariamente fue creada como una guía de adoctrinamiento para una nueva generación en la ideología del Tercer Reich. Las chicas adolescentes de la Alemania nazi recibían una educación muy limitada construida alrededor de cinco principios: ejercicio físico, cocina, higiene personal, limpieza y bebés, aunque el sexo no estaba en el plan de estudios. Se hacía sobre todo hincapié en el ejercicio físico, incluidos bailes desnudas.

En aquella época, la doncella alemana tenía que ser «hermosa, flexible, radiante y fuerte». Después de la escuela, las muchachas de entre 10 y 14 años debían atender a los grupos denominados «Jungmadel», mientras que aquellas entre los 14 y 18 años debían asistir a las reuniones del BDM, donde nazis importantes como Heinrich Luitpold Himmler –uno de los principales líderes del partido– o Paul Joseph Goebbels –uno de los colaboradores más próximos a Führer– daban a menudo conferencias.

Ambas organizaciones desfilaron en las manifestaciones de Nuremberg donde una joven recluta, Helga Bassler, llegó a dar la mano a Hitler. «Mis rodillas comenzaron a temblar y tenía mariposas en mi estómago mientras veía como avanzaba lentamente hacia mí. Las chicas lloraban y se acercaban a él. Algunas le habían traído flores», asegura en un fragmento del libro que pone de relevancia hasta qué punto las adolescentes sentían auténtica devoción por el líder nazi. Tras los desembarcos aliados de 1944, cuando incluso los nazis más fervientes tuvieron que admitir que estaban perdiendo la guerra, el régimen comenzó a animar a las niñas para que se ofrecieran voluntarias para defender la patria. Hitler emitió un decreto para que niñas de tan sólo 10 años fueran entrenadas para luchar hasta la muerte para defender sus ciudades. A los miembros del BDM se las enseñó a poner trampas, convertirse en francotiradoras, sabotear carreteras, ferrocarriles y líneas telefónicas e incluso operar armas antitanques Panzerfaust en unidades guerrilleras mixtas como parte de la desesperada acción de la retaguardia nazi.

Willi Anderson, un joven del 26º Regimiento de Infantería de los Estados Unidos, explica en el libro las terribles escenas que vivió: «Fue un shock ver a niñas disparando. No tenías más remedio que devolver las balas y matarlas. Recuerdo un día que estábamos avanzando por una calle lateral, y sonó un disparo de un sótano. Uno de nuestros chicos fue asesinado. Tomamos el único curso de acción que pudimos y disparamos una bazuca por la entrada. Uno de nuestros hombres se arrastró dentro. Salió en estado de shock y dijo, ‘‘Jesucristo, hay una niña muerta’’».