Elecciones generales

Cómo se usa el delantal en los sondeos

El escritor se introduce con Narciso Michavila en el mundo de las encuestas, más volátiles que nunca

Cómo se usa el delantal en los sondeos
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Hoy en día las encuestas no se limitan a analizar la sociedad. Sugieren lo que va a ocurrir y son capaces de influir en la opinión pública: crear tendencia, como se dice. De ahí el nuevo papel de los encuestadores, del que nos habla Narciso Michavila, uno de los más prestigiosos sociólogos y analistas, desde la atalaya privilegiada, y bien conocida, de su empresa GAD3.

–JOSÉ MARÍA MARCO: Una pregunta obligada: ¿Quién va a ganar las próximas elecciones? ¿Y quién va a gobernar?

–NARCISO MICHAVILA: Para un sociólogo es mucho más fácil anticipar quién va a ganar unas elecciones que quién va a gobernar. En Portugal las encuestas anticiparon la victoria de la coalición conservadora pero no que la formación más votada se quedará en la oposición. Lo mismo le ha sucedido al PP en muchas autonomías y municipios. Piensa que en España las coaliciones las forman los políticos después de votar nunca antes. En definitiva, el partido más votado será el PP pero solo una holgada mayoría le garantizaría seguir en gobierno.

–J. M. M.: Me da la impresión que el impacto de la crisis está en trace de ser superado. Por un momento pareció que volvíamos al apocalipsis regeneracionista del 98, pero la economía está yendo muy bien, la cuestión de la corrupción está casi cerrada y lo que ha ocurrido es que hay nuevos partidos políticos. Los okupas están en los ayuntamientos, le van a poner una placa al 15-M y Pablo Iglesias habla de una «nueva Transición». ¿Tan rápido se institucionalizan las revoluciones en nuestro país?

–N.M.: Es asombroso cómo ha cambiado el estado de ánimo colectivo desde el 15-M. Todavía hay muchas familias que lo están pasando mal, peor que nunca, por estar en el paro de larga duración y sin prestación, pero la mayoría comienza a ver el futuro con esperanza. Hasta el punto de que hemos olvidado lo mal que estábamos en febrero de 2013 cuando el Katrina de la crisis estaba encima de nuestras cabezas y el primer viernes de ese mes rozamos los siete millones de parados. Si no hubo una revolución social fue gracias a la solidaridad de las generaciones más mayores que, una vez más, fueron el colchón económico de sus familias. Los cambios políticos que dices son imposibles de comprender sin la variable del empleo. Era imposible que una caída en la masa salarial del 25% por culpa de la brutal destrucción de empleo no tuviera una repercusión política. Sin embargo, las reglas de la Transición han sabido canalizar las reivindicaciones ciudadanas y presionar a sus representantes para hacer reformas sin necesidad de revoluciones ni violencia. ¡Por cierto!, los cambios sociales desde 2007 han sido los mayores en la historia de España, en ausencia de violencia.

–J. M. M.: En realidad, es dudoso que haya habido nunca una crisis de la representación política... ¿O sí que la habido y se ha reaccionado a tiempo?

–N. M.: Sí que la ha habido, pero esa es la virtud de la democracia, que tiene mecanismos para presionar a sus representantes. Y lo ha hecho por vías democráticas. Hace dos años en lo peor de la crisis las cifras de abstención y de voto en blanco tocaban máximos históricos. Ahora sabemos que la participación del 20 -D va a ser históricamente alta y el voto en blanco históricamente bajo. En lugar de dar la espalda a las vías democráticas, la sociedad las ha empleado para presionar por cambio que ven necesarios.

–J. M. M.: Tal vez lo que los nuevos partidos indican es, más que la aparición de opciones nuevas, una dispersión del electorado y quizá escasa capacidad para unificar y crear grandes alianzas. ¿Por qué ocurre esto? ¿Es una tendencia propia de las sociedades postmodernas? ¿Es falta de liderazgo?

–N. M.: La fragmentación del voto es un fenómeno transnacional que observamos en todas las democracias, consecuencia de la también creciente fragmentación de medios de comunicación. La crisis económica lo que ha hecho ha sido acentuar esa fragmentación, cuando pase la crisis volveremos a mayor bipartidismo como ha sucedido ya en Alemania o el Reino Unido. Eso sí, nunca volveremos a las cuotas de la pasada década. En buena parte porque las sociedades cada vez son más complejas y con mayores demandas lo que complica cada vez más la búsqueda de equilibrios entre su electorado a los partidos mayoritarios o «catch all parties» (atrápalo todo). En todo caso, el cambio no es la sustitución de unos partidos por otros nuevos, sino la sustitución de la estabilidad por la volatilidad, pues las nuevas formaciones están bajando con la misma facilidad que suben como hemos visto con el Partido Pirata en Alemania, Cinque Stelle en Italia, UPyD en España...

–J. M. M.: Nos aflige una epidemia de juvenilismo y sin embargo los jóvenes, en nuestro país como en buena parte de la UE, son una especie en vías de extinción. ¿Por qué tanto empeño en disputar un electorado menguante?

–N. M.: Es un fenómeno marcadamente español y es que los españoles padecemos «neofilia» en grado extremo. Apenas compramos de segunda mano, nos deshacemos de muchas cosas que funcionan simplemente porque han pasado de moda, reformamos nuestras casas o el mobiliario urbano por simple estética, hemos sido capaces de destruir palacetes o iglesias góticas para sustituirlas por hormigón... Por eso nos sorprende ver que las sociedades más avanzadas son capaces de compaginar la última tecnología con objetos que siguen funcionando gracias a buen mantenimiento. Ese comportamiento de nuevos ricos se observa también en la selección de personal, no sólo en política, en España con frecuencia la experiencia es más una carga que valor. De hecho la mayor discriminación ahora no es de género sino de edad. La están sufriendo tanto los jóvenes por falta de experiencia como los mayores por exceso de experiencia.

–J. M. M.: Lo de la «neofilia» está muy bien... Ahora mismo, parece que los encuestadores son más escuchados que aquellos que hablan del fondo de las propuestas políticas, no digamos ya que los intelectuales. Como si se hubiera pasado –exagerando un poco– de un mundo de ideas sin datos a otro de datos sin ideas. ¿Es así? ¿Por qué?

–N. M.: Personalmente creo mucho en la sabiduría colectiva, de ahí mí pasión por conocer la sociedad. Las mayores barbaridades las han hecho personas individuales pero, también es verdad, que las encuestas se utilizan la mayoría de las veces como excusa o coartada. Hemos rectificado la opinión pública transfiriéndole la responsabilidad de los decisores al tiempo que hemos malcriado a los ciudadanos. ¿Por qué el 90% de las preguntas de las encuestas son sobre lo que quieren y lo que exigen los ciudadanos y sólo el 10% por lo que conocen, por sus responsabilidades, etc.?

–J. M. M.: ¿Hasta qué punto los encuestadores influyen en el poder político? ¿Tanto como los arúspices antiguos desentrañando los animales sacrificados? ¿Sois el nuevo contrapoder? O un poder en la sombra, tal vez...

–N. M.: ¡Uff! Difícil pregunta. Mi experiencia es que muchas decisiones políticas y empresariales están basadas en los resultados de encuestas sin entender que los primeros que quieren que las decisiones las tomen los decisores son los propios entrevistados. La gran mayoría de los ciudadanos te dicen: yo te respondo a lo que me preguntas en la encuesta y te agradezco que me preguntes pero no tengo ni la información, ni la preparación ni la responsabilidad del decisor. El problema es que quienes deciden apenas se toman la molestia de explicar el porqué de sus decisiones a los ciudadanos. Minusvaloran su sentido común.

–J. M. M.: La palabra «cocina», en el mundo de las encuestas, no está bien vista. Y sin embargo, es indispensable... ¿Qué es eso de la «cocina»?

–N. M.: Te voy a contar un secreto de empresa: cuando me encierro con mi equipo a cocinar una encuesta electoral me pongo un delantal que compré hace años. Es un rito para que todo el mundo sepa que necesitamos concentración y que no nos interrumpan. Son tantos los elementos que hay que tener en cuenta para estimar el voto que necesitas cuatro pantallas de ordenador, cada una con su propio programa e información. No hay un modelo matemático exacto porque estamos analizando información muy subjetiva que hay que saber interpretar. Y sí siempre hay un punto de intuición para decidir cuál de los posibles escenarios es finalmente el más probable. Por cierto este año me he tenido que poner muchas veces el delantal.

–J. M. M.: Me fascina que seáis capaces de elaborar instrumentos racionales para conocer algo tan opaco y misterioso como son los gustos o la decisión política de la gente...

–N. M.: ¡Es que la sociología es muy fascinante y más en los tiempos tan complejos y cambiantes que vivimos! Si somos capaces de conocer la motivación de la gente es porque la inmensa mayoría responde en las encuestas, grupos de discusión o entrevistas en profundidad con sinceridad. Nuestro único mérito es dedicarnos profesionalmente descubrir porque la gente hace lo que hace o piensa como piensa.

–J. M. M.: ¿Ha habido alguna petición de encuesta particularmente extraordinaria? Que se pueda contar, claro está...

–N. M.: Yo diría que todas las investigaciones tienen un punto de extraordinario y de complicado, sean del tipo que sean. Para eso se contrata la investigación social o el asesoramiento en comunicación, porque hay dificultad en comprender o conectar con un determinado público. Y peticiones curiosas muchas, por eso no todas las solicitudes se aceptan.

–J. M. M.: ¿En esta campaña, cuál sería tu primer consejo a los candidatos?

–N. M.: Actúa siempre con sentido de la responsabilidad, tus votantes también lo harán. Y no tengas miedo a cometer errores: no gana el que menos yerra sino el que más acierta y para eso es necesario arriesgar.