Lotería de navidad

Videos

66.513, Anselma, la esperanza a los 95

El Gordo reparte 4 millones de euros por serie, 400.000 euros al décimo

Anselma del Olmo (la segunda por la dcha. en la segunda fila), junto a otras compañeras de residencia y trabajadores
Anselma del Olmo (la segunda por la dcha. en la segunda fila), junto a otras compañeras de residencia y trabajadoreslarazon

Vive en la residencia de ancianos Las Peñuelas, de Madrid. Compró tres décimos y ahora «voy a buscar a una muchacha que me cuide en uno de los dos pisos que tengo, porque sí que voy a poder pagarlo», dice.

«Estaba en mi despacho cuando escuché un grito. Pensé que algún anciano se había caído. Me asomé y me sorprendió ver que personas con problemas de movilidad se levantaban de sus asientos con entusiasmo. ¡El gordo! ¡el gordo!, ¡Nos ha tocado!, gritaban sin apartar la vista del televisor. No podía creerlo. Tuve que comprobar en internet que era cierto lo que decían», explicaba ayer emocionada Carmen Fernández, la directora de la residencia Las Peñuelas, de la Comunidad de Madrid, al relatar cómo se enteraron de la noticia. En esta residencia del barrio de Acacias, el 90 por ciento de las 400 personas –entre trabajadores, residentes y usuarios del centro de día– que todos los días pasan por sus instalaciones han resultado afortunados con el primer premio de la Lotería de Navidad. Llevan 14 años jugando al mismo número, desde que se inauguró.

Anselma del Olmo, de 95 años, es una de ellas. Es propietaria de tres décimos. «Uno me he quedado yo, pero los otros dos los he repartido enre mis dos hijos, mis dos nueras, mis cinco nietos y mis dos biznietos. Son aparejadores, ingenieros industriales...Todos bien colocados... La única desgraciada soy yo, que estoy sola», dice resignada, aunque sin perder la sonrisa. Anselma es de la Alcarria y hace 24 años que enviudó. «Cuando mi marido murió no quise rehacer mi vida y, aunque tuve un pretendiente, al final me vine a la residencia por deshacerme de él... Así que estoy aquí por cobarde», dice bajando el tono de voz.

«¿Que qué voy a hacer con todo este dinero? Pues buscar una muchacha para que me cuide en uno de los dos pisos que tengo en Madrid porque ahora sí que voy a poder pagarlo», dice contenta.

Pepa tiene 92 años, se mueve con andador, pero ha salido a las puertas de la residencia con una sonrisa de oreja a oreja para contar a los cuatro vientos que es propietaria de tres décimos agraciados con el Gordo. «Yo sólo llevo diez euros de uno de los décimos, el resto son para mi familia». Pepa dice que es «una abuela feliz» con dos hijos y diez nietos a los que ha repartido su suerte. «Todos tienen carrera superior y están muy bien colocados», dice orgullosa. No tiene grandes ambiciones. «Lo que voy a hacer con este dinero es comprarme un traje de chaqueta nuevo porque el que tengo está pasado de moda y no quiero morirme sin estrenar uno; también voy a reunir a toda mi familia para poder celebrar todos juntos el premio».

En ese momento llegan Ángel y Elena, dos trabajadores a media jornada que se encargan del servicio de ruta de aquellas personas que acuden al centro de día de la residencia. No pueden ocultar su felicidad. «¡Dios existe! Si alguien lo merecía, ése era yo, que estoy a la cuarta pregunta y ya no sé cómo estirar el dinero cada mes. Vendí el piso de mi padres y estoy tirando de eso, porque con los casi 500 euros que gano al mes no tengo suficiente», relata Ángel. «Traemos todos los días a muchas personas, algunos con pensiones muy bajas y muy solos... Seguro que, a partir de ahora, algunos dejan de estarlo tanto», dice irónico. En la misma situación está Elena. «Con una hipoteca que pagar y un trabajo de sólo media jornada el premio me viene como anillo al dedo, porque vivo al día».

Pero si hay un caso con que ayer emocionó a la directora de la residencia es el de Mari Jose, la gobernanta que ayer suspiró aliviada al saber que tenía un décimo premiado. «¡Por fin voy a tener un techo!», decía con los ojos empañados en lágrimas. «Trabajo 11 y 12 horas para ayudar a mis dos hijos en paro, he tenido una vida inestable y difícil y ahora, por fin, podré tener una casa propia, aunque sea chiquitita, cerca de mi trabajo». A la puerta de la residencia ya está la directora de una entidad bancaria próxima: «Si hay agraciados que tienen problemas de movilidad, no hay ningún problema, podemos traer la oficina aqui...»