Entrevista
Carmen Mora: «El ascensor social de la educación igual que sube puede bajar»
Firme defensora de la libertad de los padres a elegir el tipo de enseñanza para sus hijos, se opone a las «imposiciones»
Carmen Mora es una de las juristas más respetadas en materia educativa. Una convencida de la libertad de las familias a elegir el centro educativo y el tipo de enseñanza que quieren para sus hijos e hijas. Tiene intolerancia a la uniformidad que se pretende imponer desde la «oficialidad» y pleitea con gusto a la hora de desmontar mitos sobre la educación privada y concertada.
Siempre se habla de la educación como un ascensor social.
Así debería ser. Es la herramienta más eficaz y poderosa para el avance en igualdad de oportunidades, prosperidad y libertad. Se ha progresado mucho pero no podemos darnos por satisfechos, hay que abordar numerosas situaciones sociales. El ascensor social de la educación igual que sube puede bajar.
A pesar de cuarenta años de autonomía educativa, ¿quedan derechos por consolidar?
La mayoría de los derechos están consolidados en la normativa. Sin embargo, hay principios fundamentales inspiradores de nuestro ordenamiento jurídico que no lo están tanto y que deberían blindarse en nuestro sistema educativo.
¿A qué se refiere?
A blindar la pluralidad de opciones; el derecho de las familias a elegir el centro educativo o el tipo de enseñanzas para sus hijos. Se tiende a imponer de manera uniforme un modelo oficial donde lo que no sea lo público no vale. Eso se nota en la discriminación en proyectos, programas y recursos que sufren el alumnado de la red concertada respecto al de la escuela pública. Un estudiante lo es independientemente de la titularidad del centro educativo donde cursa sus estudios
¿Sería viable el sistema como lo conocemos sin la concertada?
No me lo he planteado siquiera. Nuestra Constitución, a través del derecho a la pluralidad, garantiza la posibilidad de crear centros educativos distintos a los creados por los poderes públicos. Más bien me pregunto lo contrario, por qué la administración educativa no profundiza en que haya diversidad de proyectos educativos y metodologías también en los centros públicos. De esta manera, nuestro sistema educativo daría un salto en calidad y una identificación de familia-escuela con notables resultados. Estoy bastante alejada de los monopolios y la uniformidad en todo, la verdad.
Otro mito es lo que cuesta mantener unos centros de titularidad privada con dinero de todos. ¿Realidad o bulo?
Bueno, es un mantra que se utiliza popularmente para atacar a la concertada. Carece de todo fundamento y el mínimo rigor. Nadie se pregunta lo que cuesta mantener la red de centros pública, es un servicio de interés general que debe garantizar la gratuidad de la educación y punto. Esa gratuidad se puede garantizar o con monopolio estatal o con diversidad de centros y redes, me gusta la segunda. Por cierto, es mucha más económica la red concertada que la pública para el Estado.
Lo que sí es constatable, y usted ha escrito recientemente sobre ello, es la necesidad de «Educar en Igualdad». ¿Se hace lo suficiente en este sentido?
En absoluto, aunque hemos mejorado. Tenemos un ordenamiento jurídico que reprocha duramente cualquier desigualdad, pero la realidad persiste. Es necesario mejorar la formación y sensibilizar a la población, el sistema educativo es una herramienta eficaz si este tema se toma en serio, es necesario detectar las distintas formas de desigualdad y los micromachismos tan persistentes en nuestra sociedad.
¿Qué situaciones requieren de una acción inmediata?
La primera de todas, atajar la violencia machista que mata y agrede sexualmente a las mujeres. Es insoportable, y las políticas que se están llevando a cabo no están dando resultados, pues se sigue matando a mujeres y el índice de agresiones sexuales se ha incrementado en muchos puntos en casi todas nuestras ciudades y pueblos. Debería ser una prioridad para cualquier gobierno.
¿Qué propone para combatirlo desde la escuela?
La formación del profesorado y familias, así como legislar y endurecer el acceso a contenidos de adultos por parte de los menores. Lo primero porque es esencial para la detección precoz de conductas inapropiadas. Y lo segundo, porque en muchos casos es la puerta de entrada de la violencia machista. Una llama que prende desde edades tempranas sin darnos cuenta, a fuego lento.
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