Andalucía
Superación
“Ahora que comenzamos la desescalada el agotamiento, la tristeza y la escasez, han hecho que recibamos este plan con una mezcla de fatiga y enfado”
Lunes
He empezado a ver el documental de Michael Jordan y los Chicago Bulls. Al margen de la historia de ese equipo de leyenda, que me recuerda cariñosamente a mi primera infancia en los que me gusta llamar Los Felices 90 -Bill Clinton en la Casa Blanca y Boris Yeltsin en el Kremlin ¿era o no era un mundo más feliz?- y de la calidad del documento, lo que más me ha llamado la atención es la inagotable voluntad de superación que llevó a Jordan a lo más alto. Una combinación de talento, inteligencia y disciplina privilegiadas sí, pero que sin ese insaciable espíritu de competición no hubieran servido de nada. En algún momento de nuestras democracias occidentales hemos perdido ese espíritu. De potenciar y presumir de nuestros sistemas, conscientes de que son un oasis en la historia de la humanidad, hemos pasado a denostarlos y en ocasiones a despreciarlos de forma pública con saña, incluso desear su demolición. El debate, la labor de vigilancia de los ciudadanos y su crítica sana y responsable, representada a su vez por los partidos políticos, ha quedado arrinconada frente a un empeño de erradicación de las ideas del contrario con cualquier recurso a nuestro alcance. Y todos somos culpables, gobernantes y gobernados. Es cierto que hemos pasado unos tiempos demasiado duros y que los sistemas políticos y económicos de los que nos hemos dotado han fallado a una parte considerable de la población. Sin embargo, eso ha provocado un vicio circular, maligno y destructivo, que nos ha llevado a pensar que la crítica por la crítica, la soberbia y el desprecio hacia la clase política nos eleva por encima de la masa y precisamente por ello mismo nos impide tomar parte para revertir esta situación. Decía Ganivet en 1896 que el pueblo español “parece poco original porque ha perdido la audacia, la fe en sus propias ideas, porque busca fuera de sí lo que dentro de sí tiene”. Debemos reforzar nuestras democracias en España y en Europa con mayores libertades, pero sobre todo con mayor responsabilidad individual y una conciencia omnipresente de que el beneficio de nuestras sociedades, su prestigio, su salud y su vigor dependen casi por completo de nuestras acciones diarias. Esas mismas actitudes que tuvieron nuestros abuelos a la hora de construir lo que hoy vivimos, los mismos a los que se ha llevado este tsunami microscópico. Y desgraciadamente no deberían hacer falta estos sobresaltos para darnos cuenta. Como dijo el sabio, “debemos aspirar asintóticamente a la perfección”.
Martes
Cuando todo esto empezó la falta de antecedentes nos hizo pensar en un aislamiento breve y, sin ser conscientes de la que se nos venía encima, hacíamos planes de reunión al acabar; comidas, fiestas, viajes. Ahora que comenzamos la desescalada el agotamiento, la tristeza y la escasez, han hecho que recibamos este plan con una mezcla de fatiga y enfado. Los planes se siguen haciendo, pero las ganas de ilusionarse de verdad son difíciles de encontrar. No queda claro qué celebrar. Caminamos sobre el cráter de un volcán humeante por un puente mohoso de viejas tablas de madera. No sabemos si entrará en erupción de nuevo en cualquier momento y a qué nos podremos agarrar si ocurre. Por ello mismo es natural que ni el gobierno sepa qué hacer pero al menos debería intentar disimularlo. Los expertos que han diseñado todo hasta ahora no valen, si hay que condenarlos o no lo dirán las investigaciones posteriores, pero ahora deberían irse y dejar paso a otros. Si nos quedamos encerrados nos llevamos por delante la economía, sin contar con los sectores ya irrecuperables; si salimos y esto rebota el tortazo, puede ser incluso peor. Si eso ocurre nos culparemos porque el sábado las calles estaban llenas, pero todos estamos planeando cómo salir y vernos sin arriesgarnos a la multa. Es igual que cuando criticamos a tal o cual político por corruptelas, pero luego tenemos el piso alquilado en negro o preguntamos si quiere factura con IVA o sin él. Pero mientras estos expertos permitan decir a sus jefes políticos que hacer pruebas masivas no sirve de nada y obvien ejemplos de éxito como el de Corea del Sur, no habrá modelo del que tomar ejemplo y ya habrá justificación suficiente.
Miércoles
Que la democracia está siempre en peligro por las ansias de poder y el simplismo de los políticos o por la abulia de los ciudadanos es un hecho del que ya he hablado el lunes. Pero hoy hay más. Adelante Andalucía ha presentado un recurso ante el Tribunal Constitucional por la aprobación del decreto de simplificación administrativa de la Junta, que también ha presentado el PSOE. Aunque el decreto llevaba meses preparándose y es una de las grandes bazas del Gobierno andaluz, y es cierto que la comunidad necesita simplificar su legislación para ser más dinámica, también es cierto que han aprovechado la crisis para colarlo y garantizar que en estos momentos de máxima emergencia puedan construirse cuantos campos de golf hagan falta, sin perder tiempo en las dichosas nimiedades ambientales o urbanísticas, dicho sea con ironía. Sin embargo, los motivos que Adelante Andalucía aduce para presentarlo rechinan. Critica que esté vigente la Diputación Permanente aunque tanto ellos como el resto de partidos del Parlamento andaluz apoyaron de forma unánime su activación. Es cierto que el Parlamento debe ser siempre donde se aprueben las leyes, pero dicen también que es un atentado contra la normalidad democrática cuando precisamente la Diputación Permanente es el órgano legislativo para situaciones anormales y estamos en una anormalidad a causa de la pandemia. De paso hablan de que se ha empobrecido la democracia debido a este proceso y aquí no les falta razón porque el decreto debería ser siempre el último recurso del Ejecutivo. Pero claro, deberían igualmente mirar hacia arriba y analizar bien quién se propasa en sus competencias y pretende aprovecharse de las instituciones del Estado como el CNI, el CIS o algunos medios de información, y presentar otro recurso. Pero claro, contra el partido y el líder es impensable. Siempre va antes la ideología que la congruencia.
Jueves
Durante los primeros años que vine a la Feria de Sevilla, el jueves era mi día favorito. Todavía no entendía los rituales y los tiempos de aquello, pero sentía que este día había un equilibrio de gente y animación que el viernes ya se trastocaba. También era el día de echar el resto para luego descansar el fin de semana y llegar al lunes con alguna posibilidad de sobrevivir a la jornada laboral, así que la actitud estaba garantizada. La Pájara me ha recordado que apenas hemos hablado de la feria esta semana y que habremos puesto la canción de “El Pali” un par de veces nada más, cuando los años pasados sonaba cinco o seis veces al día. Y caen en cascada el resto de rituales y peculiaridades: que se me olvide lavar el traje y cuando lo lleve a la tintorería una semana antes se rían de mí, el albero de los zapatos, la cola en la puerta del baño, la resaca, los chaparrones de madrugada, el vocabulario, el ambiente de la ciudad, el olor de los caballos, de la fritura, del alcohol reseco. Es un universo con su propia cosmología que ha desparecido y con él la supervivencia de sus habitantes. La añoranza se amarga al dejar las abstracciones a un lado y caer en la cuenta del enorme daño causado a todos los que viven de ella. Ahora entiendo por qué no hemos hablado de ella en toda la semana.
Viernes
Hablando de qué celebrar hay pocos días de los que se celebran en todo el mundo con el mismo motivo que sean seguidos de forma masiva. El día que se encuentre la vacuna contra el coronavirus seguro que será uno de ellos. Pero este Día del Trabajo no hay mucho que celebrar por su coincidencia con el esperado anuncio de que el paro se dispara. Sin embargo, hoy también ha sido el día en el que han salido los últimos pacientes del hospital de Ifema de Madrid. Un ejemplo de trabajo conjunto, de solidaridad y de pericia técnica. A lo mejor queda como celebración anual de la ciudad, pero podría celebrarse también en toda España. Igual que su propio día, este sábado. Podemos celebrar que el 1 de mayo de hace doscientos doce años un capitán sevillano de familia navarra y apellidado Daoiz llegaba al límite de su hartazgo por ver a su país subyugado y al día siguiente lideraría la revuelta que seguirían heroicamente el resto de españoles. Sin necesidad de echar mano de armas, el ejemplo de superación de los trabajadores de Ifema es el que necesitamos en estos momentos. La muestra de que siempre podemos ser mejores de lo que pensamos. Y como pasa con otras cosas, seguro que Madrid nos lo presta.
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