Las crónicas del salitre

Olor a hierba

“Los UB40 toman su nombre de la cartilla del paro en el Reino Unido. Son de clara tendencia laborista (pasillo izquierda), multi étnicos y el reggae con mensaje corre por sus venas”

En la imagen, Mariló Montero
En la imagen, Mariló MonteroManuel Olmedo

Me enloquece cuando la música sale en las noticias por una novedad, una gira («sniff», cuando toque), o una efemérides, y por eso procuro no perderme los cierres que mi querida Mariló Montero le da a su informativo nocturno en la televisión pública andaluza. Como toda su familia, ella es una melómana infatigable, su pasión por Meat Loaf o Rod Stewart es digna de estudio.

Existe el descomunal poder evocador de la música, no hay fuerza que lo supere, bastan unos segundos de escucha para trasladarte al momento y al sentimiento que convirtió esa melodía en algo especial para tu existencia. Sabedora de este detalle, Mariló lo usa para tocar nuestra fibra y terminar su informativo diariamente. La otra noche puso al grupo UB40 y automáticamente «Viajes Montero Albazuza» me llevó de vuelta a la noche en la que por primera vez disfruté a esta banda en la plaza de la Malagueta. Los UB40 toman su nombre de la cartilla del paro en el Reino Unido. Son de clara tendencia laborista (pasillo izquierda), multi étnicos y el reggae con mensaje corre por sus venas. En su concierto «boquerón» llevaban de telonero a Bitti McLean, un colega que lo hace muy bien y va perfecto para dejarles al personal calentito. Recuerdo la inmensa nube que rodeaba a todo el público y decirle a un compañero: «Prepárate, que esta noche cenamos tierra»... pero extrañamente no olía a albero, era bien diferente y hasta un punto agradable, claro, la humareda era producida por numerosos espectadores que fumaban, y no precisamente tabaco… ¡Qué alegre nombre el de Mari Juana!

Este simpático olor del que hablo, era muy habitual en conciertos de todo tipo, pero si hablamos de reggae, se vuelve una condición indispensable. Durante 1992 sucedieron muchas cosas y una de ellas fue el éxito mundial logrado por la canción del verano «Sweat (a lalalala long)». Pegadiza y facilona hasta decir basta, la coplilla estaba divertidamente ejecutada por el grupo Inner Circle, y allá que a un caprichoso milloneti inglés le da por contratarlos para un concierto privado en Estepona. Dado que mi nombre fue incluido en la lista de invitados –no vale preguntar por qué– aproveché la ocasión para poder hablar del fenómeno musical con conocimiento de causa. La actuación tenía lugar en una discoteca con carpa circular circense ubicada junto a la N-340 (poco tiempo después Santiago Segura la usaría en su taquillera «Torrente 2»). El público se repartía por mesas circulares, sobre las que había más mecheros y ceniceros que bebidas. Los amigos personales del grupo estaban junto a nosotros, luciendo rastas e imagen a lo jamaicano. Parecían altos hornos, dada la cantidad de humo que producían. Me descojono de la niebla de Londres, pues aquello era un inexpugnable muro de humo. El concierto bien, gracias y una vez terminado, hube de meterme una siesta de cuatro horas en el coche, con sonrisa de oreja a oreja y sin haberle dado una mísera calada a ningún cigarrito de los allí fumados… el amor y la hierba están en el aire.