Cultura
Antonio Mercero: «El cine está en retirada»
Guionista desde los años noventa, ha vivido la explosión de las series de televisión en España. Como novelista retrata en la policíaca «Pleamar» las contradicciones de la revolución tecnológica
La Feria del Libro de Tomares (Sevilla) ha devuelto a los escritores a ese lugar añorado que es el encuentro con los lectores. Antonio Mercero (Madrid, 1969), guionista y escritor, ha sido uno de los que ha pisado suelo sevillano estos días para devolver el latido a la vida literaria con «Pleamar» (Alfaguara), una novela negra con las redes sociales como escenario.
Los guionistas eran antes como un espectro de la profesión, del que no se hablaba.
Hay un auge de las series y de la narrativa audiovisual, marcada por el mandamiento número 1 de la televisión, que es el «no aburrirás». Eso lo tiene un guionista tatuado porque si aburre el espectador hace «zapping».
Ese es el mandamiento casi de la vida actual: ni en una relación, ni con los amigos ni con uno mismo. Lo importante es no aburrirse.
Sí, creo que hay una especie de obligación excesiva de que no nos aburramos nunca, de que no pensemos, no reflexionemos... Con los niños también, hay que llenar de contenidos a los hijos para que no se aburran, cuando nosotros nos aburríamos de niños y no pasaba nada, a lo mejor hasta nos daba por coger un libro. Ahora la vida se ha vuelto más vertiginosa y tenemos la obligación de no aburrirnos en ningún momento. Para la literatura está bien porque las historias son vertiginosas y el género de la novela policíaca lo permite porque puedes empezar con un caso muy arriba. El auge de las series ayuda al guionista a dar el salto a la literatura con una propuesta muy clara en cuanto al ritmo o la estructura.
En «Pleamar» se introduce en la sociedad actual de lleno, con youtubers retransmitiendo la vida y la muerte en directo, sin saber qué es cierto. ¿Confundimos realidad y ficción?
Sí, la reflexión es sobre las redes sociales y cómo están generando una revolución en la sociedad actual en la forma que tenemos de relacionarnos, en cómo alcanzamos notoriedad, en la avidez de popularidad y casi en la exposición pública de cualquier aspecto de tu vida. Todo se convierte en algo retransmitible: tu propia enfermedad, tu aburrimiento, las cosas que hagas en el día a día. Cualquier tontería que se te ocurra es retransmitible y jaleada por cientos de espectadores.
Han llegado al punto de mover la política.
Sí, es una plataforma de difusión de bulos y de excesos. Para mí hay dos problemas principales en las redes sociales: uno, que se banalizan las relaciones personales. Y dos, parece que la posibilidad de discrepar o de opinar libremente está un poco mermada porque te expones al linchamiento o a la expulsión del grupo. Tienes tus seguidores pero todos muy afines. Resulta arriesgado opinar con libertad. Es una paradoja: por un lado hay una libertad enorme y, por otro, nos vamos metiendo en pequeñas celdas y esto dificulta la libertad de expresión.
Precisamente se enarbola como lo contrario, pero la libertad de expresión es poder hablar y no recibir un aluvión de insultos a cambio. Parece que eso es lo que no se tiene integrado hoy.
Creo que el riesgo es la autocensura, por el temor a disgustar al grupo al que perteneces.
¿Qué hacemos con Proust? ¿Ya no hay tiempo en la sociedad para detenerse?
Sí se puede, hay un montón de novelistas que hacen una exploración más detenida de la vida, pero hay una revolución narrativa, un punto de inflexión: vamos hacia novelas en las que pasan más cosas, el argumento se va comiendo a la reflexión lentamente en la novela actual.
Es extrapolable a la vida: vivir como una suma de experiencias.
Sí, eso es. Es posible que con la pandemia, que nos ha obligado a pararnos y a repensar la vida, haya un pequeño retroceso, pero la deriva que lleva la sociedad es una sociedad de consumo rápido, de acumulación de experiencias, casi la vida parece eso, una gimkana de experiencias. Y eso es una gran pérdida.
Empezó como guionista en «Farmacia de Guardia» en los años noventa. Entonces millones de personas esperaban la hora de emisión para sentarse a ver la tele, ese ritual ya no existe. ¿En qué momento fue el punto de inflexión?
Desde «Farmacia de Guardia» han pasado tres glaciaciones en la ficción española y en los hábitos de consumo del espectador. Se ha atomizado tanto la oferta, con las plataformas, que la gente no va a ver una serie semanalmente. Estamos en la era de los atracones. También ha evolucionado mucho la narración y la forma de trabajo. Ya no hay la necesidad de dirigirse a todo el público, antes le tenía que gustar una serie a las abuelas, a los jóvenes, a los de mediana edad... Ahora puedes dirigirla a un nicho de espectadores.
¿Le echó en cara alguna vez a su padre (el cineasta Antonio Mercero) que matara a Chanquete...?
(Risas) Yo no, pero mucha gente sí lo hizo y recibía cartas muy divertidas sobre ideas para resucitarlo.
Decía al principio que las redes sociales están generando una revolución en la forma de relacionarnos. Las revoluciones llevan a cambios pero no sabemos cuáles, ¿es esa la gran preocupación?
Las redes sociales son relativamente recientes y todavía tiene algo de jungla. El asunto de la privacidad es sustancial, estamos vendiendo toda nuestra vida. En seguida los algoritmos saben todo sobre ti, es un universo en el que puede entrar cualquier curioso con buenas intenciones o con malas. En «Pleamar» me fijo sobre todo si se ha empobrecido la vida social, paradójicamente, si se ha banalizado la cultura o el modo de acceder a la fama y al mérito.
¿Las series son el nuevo cine?
Pues sí, creo que son el sustituto. En formato de ficción es el que tiene más penetración en el público, el cine está en franca decadencia, las salas están boqueando y van a ir cerrando. Yo diría que el cine, con todo el dolor de mi corazón porque soy muy cinéfilo, está en retirada clarísima. Cada vez hay menos películas interesantes, lo que queda son franquicias y películas que no me interesan demasiado, el cine que a mí me gusta está en vías de extinción. Todavía igual quedan algunos años de tener 5 o 6 películas interesantes, pero ya no son 20 o 30. Y vamos a ir a menos, en contraste las series están en auge y es el referente cultural de los jóvenes, mucho más que los libros o el cine.
¿Por qué casi siempre matan a una chica en la ficción? Siempre son ellas las víctimas.
Eso es un cliché del género.
Las mujeres hemos crecido con el miedo en el cuerpo y todavía no se ha eliminado
Eso es verdad. En la cabeza del escritor parece que lo más angustioso es la muerte o desaparición de una mujer joven, mucho más que un hombre joven... Es posible que ahí haya un machismo instintivo, el que está arraigado en el hueso del que ni siquiera eres consciente. Los escritores consideramos a la mujer más vulnerable y resulta más angustioso salvar a una mujer porque ella sola no se va a salvar. Son machismos instintivos.
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