Música

"Crónicas del salitre"

«Feelings» (Sentimientos)

“La Jurado practicaba la útil empatía como pocas. Para su relación con los medios esto siempre le vino de perlas”

Rocío Jurado, en una imagen de archivo
Rocío Jurado, en una imagen de archivoGtresLa Razón

La más grande, Rocío Jurado, sabía marcar la diferencia con otras estrellas de la Copla (género que siempre escribo con mayúsculas), pues controlaba como pocas el estar según con quién y el decorado. Con ella no había «dientes que es lo que les jode», ni la mirada mayestática de Doña Concha «La Perdona Vidas». La Jurado practicaba la útil empatía como pocas. Para su relación con los medios esto siempre le vino de perlas. Eso no quita que tuviese sus problemas, algunos, de los gordos, con cronistas y fotógrafos de todo pelaje, pero ella también era única para zanjar asuntos chungos y reconducir situaciones.

Siempre agradeceré su comportamiento en una rueda de prensa con caníbales (ese momento en el que los fans rodean a la estrella, aplaudiendo y atacando según el tono de la pregunta del Tribulete). La Jurado había terminado triunfalmente una de sus galas en el hotel Don Pepe de Marbella, y los de la «canalla» pudimos hablar con la estrella al final, rodeados de pelotas y seguidores. Una de mis preguntas sobre un presunto amorío aeronáutico provocó el mosqueo de sus fans y ella aplicó su arte para calmarlos sin hacerme daño, aunque su mirada quería matarme en ese mismo instante.

Al «paparazzi» Jorge Ogalla le fue mejor que a mí en un momento parecido, cuando al final de un concierto en el campo de fútbol, y a la espera de que Rocío atendiese a los medios que aguantaban el tiempo junto a una habitación anexa, donde estaban los instrumentos de los músicos. Ogalla, excelente pianista desde hace años, empezó a improvisar a las teclas el descomunal «Feelings», una de las pocas canciones en inglés que Rocío solía incluir en su repertorio. Jorge seguía tocando el piano y, de repente, en el cuarto contiguo, donde se escuchaba divinamente lo que el fotógrafo tocaba a las teclas, la Jurado empezó a cantar la canción, que clavó hasta el final.

Ogalla se «jiñó» cuando la escuchó y, pese a los nervios, también la interpretó a la perfección… Cuando la melodía finalizó, Rocío exclamó: «No me digas que eras tú, Jorge», a lo que Ogalla correspondió con un sincero gesto agradecido. Ambos se conocían de unas cuantas aventuras en Miami, y no todas buenas, pero «la más grande» sabía cómo utilizar incluso esa complicidad.

Esta semana pasada coincidí con Jorge en una tele y me recordó: «Salitas, yo he tocado el piano para Rocío Jurado, y muy mal no debí hacerlo, porque terminó dándome un beso».