Cultura

Cádiz, una ciudad que fue alto secreto

Carlos III mandó hacer una maqueta exacta para conocer las debilidades y fortalezas de la que entonces era la plaza fuerte española más codiciada por las potencias enemigas

Maqueta exacta de la ciudad de Cádiz que mandó construir Carlos III para conocer las debilidades y fortalezas de la que entonces era la plaza fuerte española más codiciada por las potencias enemigas. EFE/Román Ríos
Maqueta exacta de la ciudad de Cádiz que mandó construir Carlos III para conocer las debilidades y fortalezas de la que entonces era la plaza fuerte española más codiciada por las potencias enemigas. EFE/Román RíosRomán RíosAgencia EFE

Carlos III mandó hacer una maqueta exacta de la ciudad de Cádiz para conocer las debilidades y fortalezas de la que entonces era la plaza fuerte española más codiciada por las potencias enemigas, una obra que fue considerada secreto de Estado sobre la que ahora se ha publicado una guía didáctica e histórica.

La maqueta, en escala 1:250, mide 13,5 por 7,5 metros y refleja cómo era la ciudad de Cádiz, una isla fortificada a finales del siglo XVIII, con una minuciosidad y un detalle que acabaron siendo los culpables de que no se hicieran otras maquetas semejantes de las otras grandes plazas fuertes de España, por el elevado coste que terminó alcanzando, 176.104 reales de vellón, una fortuna entonces.

Tras pasar más de un siglo en Madrid, la maqueta retornó a Cádiz en 1889, se mostró en una caseta de feria en la Velada de los Ángeles en 1890, luego se guardó hasta 1903 cuando se expuso de nuevo para volver a guardarse hasta el centenario de la Constitución de Cádiz, en 1912, cuando volvió a mostrarse públicamente, y desde 1964 se conserva en el Museo Iconográfico de la ciudad.

El historiador Rafael Garófano Sánchez, observa la maqueta de la ciudad de Cádiz. EFE/Román Ríos
El historiador Rafael Garófano Sánchez, observa la maqueta de la ciudad de Cádiz. EFE/Román RíosRomán RíosAgencia EFE

Toda esta peripecia, así como la historia detallada de su construcción, ha sido contada por el historiador y erudito gaditano Rafael Garófano Sánchez en “La maqueta de la Plaza Fuerte de Cádiz. 1779 (Guía didáctica e histórica)”, una curiosa publicación editada por Q-Book que consta de dos partes, una historia de la maqueta y varias reproducciones gráficas de sus detalles principales.

Esa parte gráfica consta de más de una treintena de reproducciones fotográficas del perímetro amurallado, de los principales baluartes y castillos y de algunos de los edificios singulares de la ciudad.

Garófano ha explicado a Efe que la maqueta obedece a un Plan de Modelos diseñado por Carlos III y ejecutado por el capitán Alfonso Ximénez que, a la manera del que los borbones franceses disponían en Versalles, contara con maquetas de las principales plazas fuertes para que, ante cualquier eventualidad, el rey y su estado mayor pudieran sin desplazarse de la capital valorar las capacidades defensivas de cada plaza y decidir posibles planes de refuerzo, entre otras estrategias.

Aquel Plan de Modelos dio comienzo por Cádiz por tratarse de una de las plazas más codiciadas del Reino y por haber sufrido ya varios ataques, pero Alfonso Ximénez, coordinando a un grupo de unos treinta ebanistas, invirtió tres años de trabajo en confeccionar una maqueta cuyo nivel de detalle iba mucho más allá de las necesidades militares con las que se concibió el plan.

Entre otros detalles, Ximénez mandó a hacer unos doscientos cañones en miniatura, barcos a escala para que surcaran “las aguas” próximas al Cádiz de su maqueta, que se reprodujera el interior de algunos edificios y una cantidad de minucias que convirtieron la maqueta en una reproducción exacta de la ciudad del momento y, según Garófano, en “la obra de su vida” de Alfonso Ximénez.

En el momento de asumir la dirección del trabajo, Ximénez, que lo desarrolló con las exigencias de secretismo propias del encargo, pidió ser asimilado al cuerpo de Ingenieros del Ejército y ser ascendido de capitán a teniente coronel, aspiraciones que vio cumplidas.

Cuando la maqueta se terminó, fue cargada en cuatro carros y cinco coches de mulas y se trasladó a Madrid, donde se instaló en el Salón de los Reinos del Palacio del Buen Retiro, espacio que habría de reunir las maquetas que se fuesen fabricando de las otras grandes plazas fuertes españolas, a imitación de la colección de Versalles.

El rey quedó satisfecho con el trabajo pero la cúpula militar consideró la maqueta poco menos que un disparate, por su elevadísimo coste y por haber incluido detalles que trascendían con mucho las necesidades del proyecto inicial, estrictamente militares y defensivas.

Ese rechazo dio al traste con un Plan de Modelos alumbrado por el espíritu de la Ilustración pero que, por la ambición de Ximénez, acabó convirtiéndose en una extraña obra de arte, hasta el punto de que durante la invasión francesa, también fue expoliada y militares galos se llevaron algunos de los trozos más significativos de la maqueta, que ha debido ser restaurada en varias ocasiones a lo largo de su historia.