Méritos e infamias

Summer in the city

Lamentamos lo que ya sabíamos: que el Cambio Climático no era una broma, que ya está aquí para amargarnos un poco más la existencia.

Una mujer en bicicleta pasa junto a un termómetro de calle en Sevilla que marca 45 grados según los datos de a Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) | Fuente: EFE/ Raúl Caro
Una mujer en bicicleta pasa junto a un termómetro de calle en Sevilla que marca 45 grados según los datos de a Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) | Fuente: EFE/ Raúl CaroRaul CaroAgencia EFE

Para ser prácticos, esto del verano te tiene que coger en una playa. No merece la pena engañarse en diciembre cuando el frío aprieta y se anhelan una graditos de más por la mañana, es mejor aprovecharse y guardar una buena helada para estos días de infierno. Mientras cae sol como un suplicio se puede tirar del ventarrón que te cruzó la cara un 28 de diciembre, ese que mejora la tensión, el que te coloca las carnes prietas y suaviza la cara. Rescatarlo para esta furia ígnea. “Maldito verano de asfalto”, mascullo mientras busco algo de las gélidas navidades entre los bolsillos de los abrigos guardados. Qué pena, tan sólo encuentro la cuenta de un desayuno, chocolate y churros, que me trinqué a las diez de la mañana en un domingo extremeño del último diciembre.

Recuerdo cómo me alejaba de la sombra, buscando entonces los rayos de sol que se desparramaban por una tapia. Ahora los temo y corro como un ratón, pegado a los muros hasta alcanzar lo antes posible la ducha y quitarme este sopor de encima. Somos unos mezquinos porque añoramos siempre lo que no podemos conseguir, lo que es imposible lograr por nuestra propia naturaleza. Ahora nos acordamos del frío, pero en nada lloriquearemos despidiéndonos de esta maldición cruel por la que trabajamos todo un año. Sueño con las voces noñas del Dúo Dinámico, despidiéndonos como lerdos de la arena, el cloro y la sombrilla, sintiendo la llegada del otoño en un horizonte que ya presiente amarillos y rojos, diciendo adiós con la manita.

Simplemente patético, ¿verdad?, pero asomado a la azotea veo cómo la ciudad hierve bajo el crepúsculo en esta ola de calor, ahogada en el tsunami interminable, lamentando lo que ya sabíamos: que el Cambio Climático no era una broma, que ya está aquí para amargarnos un poco más la existencia. Estas quejas de urbanita, este “Summer in the city” revisited, mi agria soledad de Rodríguez, la atmósfera de Orán contada por Camus en carne y hueso, una muerte de fuego que arrasa nuestros campos, el infierno sobre Andalucía galopando en este maldito julio… Que venga ya septiembre, que vuelva la vida real, aunque nos lleven otra vez al cole, ¡ya llegará otra vez junio! Infelices…