Sociedad

¿Cómo se debe tratar la tartamudez?

Logopedas piden atender este trastorno a edades tempranas

Tartamudez
TartamudezAntonio Cruz

La tartamudez, disfemia, espasmofemia o disfluencia es un trastorno del habla que sufre en torno al 1 o 2% de la población adulta. Sus efectos psicológicos pueden ser muy severos para quienes la padecen, por lo que los especialistas piden esfuerzos para detectarla a edades tempranas a través de la correcta derivación a logopedas y con la inclusión de este tipo de expertos en las unidades que derivan a los Centros de Atención Infantil Temprana (CAIT).

CARACTERÍSTICAS Y CONSECUENCIAS DE LA TARTAMUDEZ

Caracterizada por provocar interrupciones involuntarias en el habla acompañadas de tensión muscular en cara y cuello, así como miedo y estrés, la tartamudez puede provocar aislamiento social y deteriorar el estado de ánimo de los afectados.

“Tiene impacto y limitaciones a la hora de socializar, expresarse libremente. Se sienten atascados, aparecen repeticiones o el bloqueo, pensamientos negativos y ansiosos o conductas de evitaciones. El tema emocional también se ve afectado”, ha asegurado Adela Corrales, decana del Colegio de Logopedas de Andalucía y especialista en tartamudez, en declaraciones a Europa Press con motivo del Día Mundial de la Tartamudez, que se celebra el 22 de octubre.

Además, se trata de una dificultad, que no enfermedad, estigmatizada y poco atendida socialmente. “Siempre ha sido como tema de burla y de chiste, hay personas que además de las terapias logopédicas necesitan psicológicas o psiquiátricas”, ha insistido Corrales, al tiempo que ha asegurado que “hay gente que ha abandonado estudios o no trabajan de lo que realmente quieren, todavía hay que hacer mucha tarea de concienciación”.

Según datos aportados por la Fundación Española de la Tartamudez (TTM), en España hay unas 467.000 personas con esta condición y 72 millones en todo el mundo. Surge sobre todo en la infancia, a partir de los 18 meses, y un 5% de los niños entre los dos y los cinco años tienen disfluencias en algún momento.

Aunque se suele confundir con las dificultades propias de la edad para hablar y el 80% de quienes las presentan dejan de sufrirlas en unos 12 meses, el 20% de los niños continúa tartamudeando. Muchos de ellos superan el trastorno en la adolescencia, pero puede hacerse persistente y prolongarse e incluso agravarse en la vida adulta, llegando a afectar a entre el 1 y el 2% de la población.

“CUANTO ANTES SE DETECTE, MEJOR”

Por ello, es fundamental un diagnóstico precoz. “Cuanto antes se detecte y antes se trabaje, mejor, porque luego se desarrollan esas conductas de evitación y de miedo, que es lo que siempre queremos frenar, y porque el aprendizaje es más moldeable”, ha incidido la decana, quien además co-dirige una clínica de logopedia en Málaga en la que el 80% de sus pacientes sufren este trastorno, de los cuales el 70% suelen ser niños.

Además, la logopeda ha afirmado que los pediatras, en muchas ocasiones, “cuesta que deriven, precisamente por el mito”. “Por un lado, antiguamente se decía que no era bueno tratar a los niños porque se les hacía conscientes de la dificultad, y por otro porque realmente muchos niños pasan por esos períodos”, ha destacado.

Debido a esto, en las formaciones que hacen desde el Colegio a otros profesionales, les indican que, en caso de no estar especializados en logopedia o tartamudez, deben derivar a las familias para que hagan una consulta con alguien que sí lo esté y así ver “si simplemente hay que pautar y orientar a los papás o si el niño necesita una terapia”.

Por otra parte, entre los signos a los que deben estar atentos familiares y docentes para ayudar a detectar pronto la tartamudez se encuentran las conductas evitativas, como dejar de comunicarse con el habla y empezar a hacerlo, por ejemplo, indicando con las manos, o si se observan “señales de lucha al hablar o si existen antecedentes familiares”.

Ante una situación con un menor que tartamudee, la experta recomienda “valorar la comunicación siempre”, ya que los niños son especialmente observadores en esas edades, así como “no potenciar solo la fluidez, sino el contenido, lo que comuniquen”, además de esperar turnos, no completar las frases, no interrumpir y tratar el tema con naturalidad.

A pesar de que lo más adecuado es tratar esta dificultad en la infancia, es posible abordarla en la edad adulta. En este caso, la terapia va encaminada no solo a ganar fluidez en el habla, sino sobre todo a “entender qué es la tartamudez, porque muchas de las personas adultas obviamente van a seguir con ella aunque se trabaje esa fluidez”.

Por eso, la logopeda aboga por que este tipo de pacientes “se expresen a pesar de la no fluidez” y hacer prevalecer “que se sientan cómodos con su tartamudeo”, por lo que prefiere que se bloqueen pero que logren comunicarse en todas las situaciones antes que hablar fluido con restricciones y evitaciones.

UNA CONDICIÓN POCO ATENDIDA

Por otro lado, Corrales ha señalado que, en general, en el sistema público no hay suficientes logopedas para abordar este problema, ya que el servicio que se ofrece en los hospitales no trata este tipo de trastornos.

“Casi siempre tenemos dificultades a la hora de derivar”, ha dicho, puesto que además “necesitamos logopedas especializados en tartamudez, que no hay tantos, y tampoco nos encontramos con una derivación buena”.

Así, ha explicado que la derivación se da cuando el pediatra detecta la dificultad y envía al niño a la unidad de valoración, que es el equipo encargado de derivarlo al CAIT. “Pero en esta unidad no hay logopedas, están formadas por pediatras y psicólogos, entonces si ellos tienen cierta formación sí verán la necesidad, pero si no están especializados pasa desapercibido y seguimos con lo mismo”, ha concluido.

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