Entrevista

Ayanta Barilli: «Prefiero las ideas a la ideología»

Un padre. Una hija. Frente a frente. «Si no amaneciera» es un relato profundo y conmovedor sobre las relaciones entre padres e hijas

La escritora Ayanta Barilli
La escritora Ayanta BarilliCarlos Ruiz B. K.La Razón

Ayanta Barilli durante los últimos cuatro años le ha estado escribiendo esta novela total a Fernando Sánchez Dragó, por «Si no amaneciera» (Editorial Planeta). Condensa una «vuelta al siglo en veinticuatro horas» mediante una conversación de amor incondicional entre un padre y su hija.

¿Abriría su novela por la página 30? Lo subrayado.

Me tengo que poner las gafas. A ver. «Te tengo dicho que soy inmortal» (silencio). Es una frase muy de mi padre, que me la ha dicho de muchas maneras a lo largo de su vida.

¿Le consuela?

Ahora mismo soy inconsolable. Lo tapo con una actividad frenética, promocionando el libro y compartiendo el duelo con vosotros. Es como una psicoterapia grupal.

Entabla una gran conversación entre un padre y su hija, de recuerdos y asignaturas pendientes. ¿Una manera de «cubrir los espacios en blanco»?

He rellenado todos los espacios con mi padre. Conversando hasta altas horas de la madrugada. Agotando el cupo de la risa. Por eso, al lector le remito a que no se le escape el tiempo entre los dedos. A que conozca al padre, a su madre, a la persona que hay detrás. También dejarse conocer. Que no sea una oportunidad perdida.

La novela es una «vuelta al siglo en veinticuatro horas».

Totalmente. Los últimos cien años de la Historia de occidente son increíbles. Huir de una guerra mundial para meterte en otra Civil; salir corriendo para toparte con la Segunda. Aún sin vivirlo es imposible sustraerse al relato de los últimos cien años. Y todo lo que vino después.

Como el coronavirus. Tirón de orejas para los negacionistas y homenaje a los que se quedaron sin dar el último adiós.

Fueron muchos los que se despidieron a través del recuerdo. La pandemia nos hizo replantearnos muchas cosas, preguntarnos qué es lo importante aquí.

Afronta su visión, poética en algunos casos, sobre los grandes temas de la condición humana. El amor, la muerte, la familia.

Cuando quitas las tapas a todas las necesidades creadas, sobre todo en el mundo occidental, lo último que queda es el amor. El alimento más importante. No me refiero solo al romántico, sino aquel que te salva, te acompaña, que se convierte en una luz que alumbra el camino. Hay que saber reconocerlo y honrarlo. Es tu Dios.

Y con valentía habla del aborto o el voluntario destierro «alcohólico» para olvidar.

El dolor lleva a veces al entontecimiento, a buscar un elemento externo para sobreponernos. En cuanto al aborto, ahora que se pone en duda derechos, abro recuerdo a cómo eran las cosas hace unos años. Cuando tenías que irte a Londres, si tenías dinero.

Sobrecoge la manera con la que cuentas la persecución a los judíos.

Cuento la historia de una cirujana estética que salvó la vida de muchos judíos operándoles la nariz para no ser denunciados. Son historias grandísimas que descubres en la infrahistoria de la documentación mientras haces una novela. Habría que ponerle un monumento a Suzanne Noël.

Pones como «testigos» de acontecimientos para que la historia no se repita. ¿La función social de la novela?

Me pone muy nerviosa la pedagogía, que te den un «potito ideológico». No quiero aleccionar a nadie. Prefiero las ideas a las ideologías. Pero sí quiero decir que, aunque cada uno piense lo que quiera, «esto es lo que ha ocurrido». No hay otra manera de contar la historia. Y la literatura sirve también para divulgarlo.

También hace un homenaje precioso al cine.

Lo adoro. De hecho, con esta novela quería escribir «Lo que el viento se llevó» para que la gente leyese un peliculón. Con escenas cumbres donde la cámara subiese para mostrarnos en plano cenital tanto la historia personal de los protagonistas como la Historia en mayúsculas.

¿Como dicen en la novela «Morir es volver a empezar»?

La memoria es un constante círculo, lo que queda para provocar un volver a empezar. Dejo varias señales. Y qué mejor manera que en forma de libro para iniciar una eternidad.