"Méritos e infamias"

El cáncer de Barbate

"El asunto se mete en el terreno del crimen organizado y huele ya al arranque de una época de plomo"

Vecinos de Barbate mostraron su indignación por la muerte de dos guardias civiles, arrollados por una narcolancha
Vecinos de Barbate mostraron su indignación por la muerte de dos guardias civiles, arrollados por una narcolanchaEPEP

Algo se pudrió hace años al sur, en el estrecho por donde nos tocamos con la yema de los dedos África. No se ha encontrado el mecanismo suficiente y ahora tenemos a dos muertos encima de la mesa pidiendo Justicia. No la van a encontrar por mucho que sus asesinos se pudran en la cárcel, porque la muerte de los guardias civiles asesinados en Barbate el viernes por la noche va mucho más allá de su desaparición física en este mundo. Se ha dado un paso adelante muy peligroso que coloca al mundo del narcotráfico en una dimensión distinta a la que hasta ahora ocupaba. Ya no se trata únicamente de colar fardos de droga desde Marruecos haciendo la pirula, con el asesinato, no homicidio de los dos números, el asunto se mete en el terreno del crimen organizado y huele ya al arranque de una época de plomo. Una guerra de baja intensidad en la que como en cualquier conflicto armado las vidas humanas ya no valen nada. Lo acabamos de sufrir, lo tenemos delante de nuestras narices, con un matiz macabro jamás visto, porque ya nos encontramos con una posición directamente enfrentada a la Policía y la Guardia Civil por una parte importante de la gente que vive de la droga. Que son muchos. Es repugnante la muerte, cualquiera, pero mucho más esta, jaleada y aplaudida por una pandilla de indeseables que han convertido aquel paraíso junto al mar en un no-lugar donde no cabe más que la violencia, el crimen y la impunidad. Los «narcos» saben que la Guardia Civil no puede competir con ellos, pues claro, por eso es inminente que el Gobierno se implique en resolver una realidad enquistada que le puede estallar en la cara si no logran retomar el control. La otra cara del problema se asienta en el reconocimiento de esta gentuza como verdaderos héroes por parte de sus vecinos, que los respaldan, acogen y entienden. Como los gritos alentando a acabar con los guardias indefensos, el silencio de la población, una «omertá» que canaliza y consiente que mueran inocentes ante el silencio cobarde de una sociedad parapetada en el dinero y las drogas.