
Entrevista
«La izquierda española ha traicionado a sus padres»
Juan Fernández-Miranda, en su libro «Objetivo: Democracia», relata cómo fueron los diecinueve meses en los que España pasó de la muerte de Franco a las urnas

El tridente Juan Carlos I, Adolfo Suárez y Torcuato Fernández-Miranda resultó decisivo para el triunfo de la democracia en España. Pero el resultado no llegó de forma natural, por generación espontánea. La Transición fue una victoria trabajada, de entendimiento y consenso, también con juego sucio en fases del partido. Tira y afloja que nos cuenta Juan Fernández-Miranda en «Objetivo: Democracia», obra con la que ha ganado el Premio Espasa 2024.
Publica «Objetivo: democracia» justo en un momento donde parece que la democracia es la que está en el objetivo.
Sólo hablan de la Transición los que quieren cargársela o difamarla, demonizarla con falacias y medias verdades. Ahora que próximamente se cumplen cincuenta años de la muerte de Franco hacía falta un relato escrito, desde la ventana de la actualidad, sobre cómo fueron aquellos diecinueve meses en los que pasamos de la muerte de Franco a las urnas.
Tras los incidentes el domingo pasado en Valencia se queda uno con la sensación que «ni atado ni bien atado» sino del todo desatado. Hay libertad, pero con ira; la camisa blanca de la esperanza está un poco enfangada.
Los sucesos de Paiporta parten del desamparo que sienten los ciudadanos al sentirse desprotegido del Estado. Esto choca con la época de la Transición donde la clase política supo escuchar y hablar a la ciudadanía. Nos arrastraron hacia la moderación y los acuerdos. Desgraciadamente hoy estamos en lo contrario y esto es un drama que tenemos que revertir.
«No hay nada mejor para desmontar bulos que los hechos, y propongo una crónica de hechos»
Tenemos que mirarnos en el espejo de la Transición.
Más necesario que nunca, por eso es buen momento para mostrar a los ciudadanos y a los políticos que, como aquella vez, la concordia es posible. No hace mucho tiempo que lo conseguimos, la Transición no está tan lejos, medio siglo. Una página en un libro de historia. Hay que recordarlo, reivindicarlo y defenderlo. No sólo porque fue un éxito, sino porque debe ser el espíritu que guíe a la clase política de nuestros días.
En síntesis, ¿dónde radica la importancia de este período?
Fue el primer momento en muchas décadas en que la clase política arrastró a la ciudadanía hacia el consenso. El Rey, los líderes políticos … fueron ejemplares y estuvieron a la altura. Supieron seducirlos, escucharlos, entenderlos, interpretar el anhelo de libertad y construir el sistema para colocarnos en Europa.
Hubo habilidad para superar intereses, discrepancias, el conflicto. Y sin embargo no había la polarización de hoy.
La Transición estableció el consenso para establecer las bases. Podía haber distintas percepciones de la realidad, pero nada comparado a lo actual donde todo lo que diga el adversario está mal, ni agua. Necesitamos hacer un reseteo y volver hacia la moderación.
«El espíritu de la Transición debe ser el que guíe a la clase política de nuestros días»
Algunos dicen que todo está sobrevalorado todo lo que rodea a la Transición.
No hay nada mejor para desmontar bulos que los hechos, y propongo una crónica de hechos. Decir que al rey Juan Carlos lo puso Franco es una simplificación. Decir que la Transición es un pacto de las élites para perpetuar el franquismo es una mentira. Decir que los ciudadanos fueron arrastrados hacia un sistema en el que las élites se han perpetuado es otra trola. En este sentido, me llama la atención la izquierda. La Transición fue un éxito suyo al conseguir que la mitad de España entrará a formar parte de las instituciones, pero la izquierda española ha traicionado a sus padres.
Entonces…
Lo que pasó en la transición es muy sencillo y es que un señor llamado Juan Carlos I fue proclamado Rey, heredó todo el poder de Franco y se lo entregó al pueblo en diecinueve meses y el pueblo votó. El problema está en que las nuevas generaciones no lo conocen y los que lo vivieron lo dieron por tan bueno que se olvidaron de explicarlo.
El Rey Juan Carlos no ayuda últimamente mucho a ese relato.
Ha cometido grandes errores y se los hemos criticado. Sin embargo, al igual que en una sociedad libre se critican los errores de los gobernantes, a Juan Carlos también se le debe reconocer no sólo como el rey campechano, cercano a los ciudadanos, sino como el gran estadista que fue.
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