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Historia

¿Por qué la Iglesia denegó el entierro cristiano al marqués de Pickman, dueño de La Cartuja de Sevilla?

En 1904 Rafael de León y Primo de Rivera murió en un duelo a pistola a manos de un Guardia Civil

Cartuja de Pickman Junta de Andalucía

A las cuatro y media de la tarde del 10 de octubre de 1904 una bala atravesaba el corazón de Rafael de León y Primo de Rivera, marqués de Pickman. Su cuerpo sin vida quedó tirado en el suelo con los brazos en cruz en la Hacienda del Rosario, ubicada a poco más de cuatro kilómetros de Sevilla.

El marqués falleció en un duelo a pistola a manos de un capitán de la Guardia Civil, una práctica prohibida y condenada por la Iglesia. Según relatan varios cronistas de la época, el militar se mofó del Marqués en público asegurando que se cobraría el préstamo con los favores sexuales de la Marquesa de Pickman.

La muerte del marqués (consorte) de Pickman, diputado del Partido Liberal, conmocionó a la opinión pública de principios del siglo pasado. Su cortejo fúnebre aglutinó a miles de sevillanos – entre 50.000 y 60.000 personas y unos 300 carruajes, según la prensa de la época – de la más diversa extracción social.

Ninguno de ellos pudo siquiera imaginar los extraordinarios hechos que ocurrirían durante el sepelio: los obreros de La Cartuja se amotinaron contra la prohibición del cardenal Spínola de inhumar su cadáver en tierra sagrada, ya que la Iglesia Católica dictaba la excomunión y privación de sepultura católica a quienes morían impenitentes en el campo del honor.

Contraviniendo la orden, y ante la sorpresa de los familiares y amigos del marqués, enterraron el cadáver a la fuerza en el panteón familiar del cementerio de San Fernando. Pero aquella misma madrugada, con nocturnidad y alevosía, una cuadrilla de policías municipales, siguiendo las órdenes de la Iglesia, desenterró su cadáver y lo llevó al cementerio civil, a la sazón poco más que una parcela húmeda separada por un muro del camposanto y conocido como el “cementerio de disidentes”.

No contento con esta acción, cuatro días más tarde, el propio Monseñor Spínola, escoltado por buena parte del cabildo catedralicio hispalense, acudía al cementerio de San Fernando para bendecir la tierra que había tocado el “cadáver indigno” de Rafael de León. Al mismo tiempo, su viuda, María de las Cuevas Pickman, pagaba todas las misas que dieran en una jornada los monjes de San Buenaventura tratando de salvar el alma de su difunto marido.

De este modo, si en vida el marqués de Pickman ya había sido pasto de rumores, sátiras e informaciones varias en la prensa sevillana, muerto dio aún mucho más que hablar. Su duelo y su doble inhumación conmovieron a la opinión pública, movilizaron a los periódicos nacionales y locales de ideología clerical y progresista, agitaron a los partidos políticos y al Parlamento, comprometieron al Gobierno y pusieron al Ejército y a la Guardia Civil en pie de guerra.

Historia de la fábrica de cerámica Pickman-La Cartuja

No existen demasiados datos sobre las gestiones previas a la fundación de la fábrica. En cuanto a la ubicación, Pickman se decidió por el monasterio de la Cartuja y lo solicitó en arrendamiento y posterior compra a la Junta de Enajenaciones de Conventos Suprimidos de la provincia de Sevilla en 1838.

En 1841, Carlos Pickman se asoció con Juan Pablo Echecopar, comerciante gaditano, para crear Pickman y Compañía, empresa en la que Echecopar puso el capital y Pickman las instalaciones del monasterio y su equipamiento, las minas de tierra y otros materiales. Algunos años más tarde se incorporó a la sociedad Guillermo Aponte, el primer socio de Carlos.

Se trata de una de las empresas referentes en un sector de la cerámica que históricamente se ha relacionado con la alta sociedad, la nobleza y la realeza. No hay persona de la alta sociedad española que no tenga una de sus centenarias vajillas en sus vitrinas.

La Cartuja de Sevilla, que en el siglo XIX supo cómo competir con las marcas de cerámica más emblemáticas del mundo.