Entrevista

«El soltero de oro es celebrado, la solterona estigmatizada»

Manuel Jiménez Núñez, autor del libro «Solteronas», da voz a mujeres que decidieron no casarse y fueron sometidas a «miradas de sospecha y prejuicios»

Manuel Jiménez Núñez
Manuel Jiménez NúñezCarmen Kahlo

La soltería femenina ha estado marcada por siglos de estigmatización y prejuicios. Mientras que el «soltero de oro» ha sido celebrado, la «solterona» ha sido vista como un fracaso social. En su libro «Solteronas», el cineasta malagueño Manuel Jiménez Núñez explora las historias de mujeres que han vivido esta realidad, dándoles voz y reivindicando su papel en la sociedad.

Para empezar, Manuel, ¿cuál es la brecha que separa al «soltero de oro» de la «solterona»?

Enorme. De hecho, el «soltero de oro» ni siquiera necesita ser rico; simplemente con no haberse casado a cierta edad ya tiene esa etiqueta. En cambio, la «solterona» siempre ha estado estigmatizada. Fíjate, en la Italia de Mussolini se estableció un impuesto a la soltería, pero solo lo pagaban los hombres, porque se entendía que si un hombre no se casaba era porque no quería, mientras que una mujer no lo hacía porque no podía.

En tu ensayo das voz a mujeres que tradicionalmente han sido silenciadas.

Todo comenzó con el documental del mismo nombre que el libro. Durante la fase de documentación, leí «Usos amorosos de la postguerra española» de Carmen Martín Gaite y me impactó una de sus conclusiones: «Se habla mal de la mujer soltera, pero nadie ha hablado con ella». Esa fue la clave. Quise hacer precisamente eso, escuchar y dar protagonismo a las verdaderas protagonistas.

El franquismo, un antes y después.

La mujer volvió a ser «el ángel del hogar». La casa pasó a ser su reino, pero también su cárcel. En este contexto, la solterona era vista como un fracaso social, una antisocial que no cumplía con su «deber» de esposa y madre. Era señalada como si fuera una delincuente que le fallaba a la sociedad.

En tu libro destacas que muchas solteras eran percibidas como una amenaza para las mujeres casadas. ¿Puedes profundizar en esto?

Claro. Una de las entrevistadas fue liberada sindical y compartió piso con compañeros hombres. Todos ellos dijeron a sus esposas que vivían con otro hombre en lugar de mencionar que había una mujer en la casa. Esto refleja una doble percepción: para las mujeres casadas, la soltera era una amenaza; para los hombres, era «una chica fácil». Estas ideas preconcebidas han pesado mucho en la historia de la soltería femenina.

¿Qué testimonios te han impactado más?

Hubo muchos. Recuerdo especialmente a una mujer lesbiana que me dijo: «Yo no me casé porque no podía». Sus relaciones habían sido largas, pero nunca tuvo la opción legal de casarse. Fue un punto de vista que, de entrada, no me había planteado y que me hizo reflexionar sobre cómo la soltería se ha interpretado en función de las normas sociales de cada época.

En tu libro mencionas figuras reconocidas que fueron solteras, como María de Maetzu, Lina Morgan o Maruja Mallo.

La soltería ha sido una realidad en todos los ámbitos y estratos. Estas mujeres lograron grandes cosas, pero muchas veces se habló más de su soltería que de sus logros. También me gusta la reflexión de Anabel Alonso, que viene a decirnos que se puede estar soltera, pero no sola. Creo que ahí está la clave.

La soltería no siempre es una elección… como tampoco el matrimonio.

Me quedo con la satisfacción de haber dado voz a estas mujeres. Muchas de ellas son felices ahora, pero en su momento vivieron miradas de sospecha y prejuicios. También con la reflexión que me hizo una espectadora en un festival: «El próximo documental hazlo sobre las que nos casamos y hubiéramos preferido no hacerlo».