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Turismo de naturaleza

De los dinosaurios a las oliveras milenarias: esta es la ruta de Teruel que no te puedes perder

Esta ruta única permite caminar entre huellas de dinosaurios, olivos y construcciones rurales de la cultura agrícola

Parque de la extinción de los dinosaurios Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones

En el Bajo Aragón, con paisajes que dejan ver tanto la aridez mediterránea como la vegetación de ribera, se esconde una de las rutas más sorprendentes de la provincia de Teruel. Este itinerario circular conecta Las Parras de Castellote y Jaganta, dos pequeñas localidades que guardan siglos de historia, desde la época de los dinosaurios hasta la tradición agrícola que ha dado fama a la región.

A lo largo del camino, se encuentran vestigios de la era prehistórica, antiguas construcciones rurales y elementos que forman parte del patrimonio etnográfico de la comarca. Una ruta perfecta para quienes buscan desconectar y sumergirse en la esencia de Teruel.

El recorrido comienza en Las Parras de Castellote, un pueblo que sirve de punto de partida para adentrarse en un territorio caracterizado por la paleontología. Uno de los primeros sitios que se encuentran en la ruta es el Parque de la Extinción de los Dinosaurios, un espacio interpretativo donde se pueden observar réplicas de huellas fósiles y aprender sobre la fauna prehistórica que habitó la zona hace más de 100 millones de años.

Este rincón ofrece una experiencia educativa para los más pequeños, que pueden descubrir cómo era la vida en un mundo dominado por los grandes reptiles. La aridez del paisaje y las formaciones rocosas que rodean el parque refuerzan la sensación de estar caminando sobre un terreno que alguna vez fue pisado por estas especies gigantes del pasado.

Las oliveras centenarias de Jaganta

A medida que la ruta avanza, el paisaje cambia y se torna más verde gracias a la presencia de los olivos centenarios de Jaganta, árboles que han resistido el paso de los siglos y que continúan ofreciendo uno de los productos más preciados de la gastronomía aragonesa: el aceite de oliva virgen extra.

Algunos de estos olivos tienen más de mil años, con troncos retorcidos que narran historias de generaciones de agricultores que han trabajado la tierra con esfuerzo y dedicación. La calidad del aceite producido en la zona es reconocida a nivel nacional, y recorrer este olivar es una forma de conectar con la tradición agrícola del país.

El camino también nos lleva hasta el lavadero tradicional, un espacio que en tiempos pasados era punto de encuentro para las mujeres del pueblo, que lavaban la ropa mientras compartían anécdotas y noticias del día a día. Asimismo, a pocos metros se encuentra la noria a sangre, una construcción hidráulica ancestral que utilizaba la fuerza de los animales para extraer agua de los pozos y regar los campos.

La almazara de Jaganta

El broche final de la ruta lo pone la Almazara de Jaganta, donde los visitantes pueden descubrir el proceso tradicional de producción del aceite de oliva. Aquí, el aroma del fruto recién molido impregna el aire y se puede degustar el aceite en su estado más puro, con un sabor intenso que refleja el carácter de la tierra de la que proviene.

Además de ser un centro de producción, la almazara funciona como un pequeño museo, ofreciendo a los visitantes una visión detallada sobre la importancia del cultivo del olivo en la economía local. Se organizan catas y visitas guiadas para quienes deseen conocer más sobre este producto estrella de la dieta mediterránea.