Arqueología
El cerro de los carnívoros
Las simas de una antigua explotación minera en Madrid se han convertido en uno de los hallazgos paleontológicos más singulares del mundo
Las simas de una antigua explotación minera en Madrid se han convertido en uno de los hallazgos paleontológicos más singulares del mundo
Jirafas, tigres, caballos, rinocerontes, hienas, osos, peces y hasta tortugas habitaban la Comunidad de Madrid hace unos 10 millones de años. Es lo que se ha descubierto y estudiado en los nueve yacimientos del Cerro de los Batallones en el término municipal de Torrejón de Velasco durante los más de 20 que se lleva trabajando aquí.
Durante estas semanas de verano un equipo de paleontólogos, casi todos voluntarios, se traslada hasta aquí cada para extraer de la tierra cráneos de tigre dientes de sable o de las jirafas de la época (con unos «cuernos» mucho más grandes que las especies actuales y esqueletos enteros de casi todos los tipos de carnívoros y herbívoros. «Hay especies que se han descrito por primera vez en este yacimiento y otros individuos de los que se había encontrado algún fósil suelto en otros yacimientos y de los que aquí se han encontrado esqueletos enteros», explica Soledad Domingo, paleontólogo e investigadora del CSIC. Ella ha sido una de los agraciados con las becas National Geographic; el programa de ayudas se ha presentado recientemente en Madrid y busca facilitar el trabajo de exploradores, investigadores y divulgadores que como ella aportan un mayor conocimiento sobre nuestro planeta.
El descubrimiento de este yacimiento paleontológico data del año 1991 cuando una de las máquinas que trabajaba aquí para una empresa extractora de sepiolita (Madrid es potencia mundial en la extracción de esta arcilla, con la que se hace entre otras cosas la cama para los gatos) encontró varios huesos de mamíferos continentales de hace 9-10 millones de años, en pleno Mioceno. Entonces se avisó al que hoy en día sigue siendo director de la excavación, Jorge Morales (investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales) y se empezó a trabajar para conocer el Madrid de entonces.
No es sólo la cantidad de fósiles que se han encontrado (sólo se ha dado por finalizado uno de los nueve yacimientos, Batallones 1, y de él se extrajeron 20.000 fósiles), sino la singularidad de la excavación. «En la parte inferior encontramos sobre todo huesos de carnívoros, algo muy extraño a nivel del registro fósil mundial. Si pensamos en los ecosistemas, igual que ahora, estaban constituidos por más herbívoros. Sin embargo, aquí en la parte inferior se encontraban carnívoros de diferentes especies. El hecho de encontrar más carnívoros te da pistas de cómo se formó el yacimiento. Éstos se formaron como cavidades que tenían su entrada en la parte superior. Había algo que atraía a los carnívoros y eso tenía que ser comida y agua, porque hemos encontrado peces, ranas, tortugas. Creemos que esta entrada a la sima era bien visible para los herbívoros porque si se hubieran producido caídas accidentales habrían salido muchos más. Lo que creemos es que los herbívoros lo evitaban mientras que los carnívoros sí tenían intención de entrar dentro. Por ejemplo, en Batallones 1 encontramos un esqueleto de rinoceronte que llegó aquí. Pensamos que los carnívoros empezaron a entrar para comer pero ya no podían salir; se vieron encerrados. Después la cueva se fue rellenando y encontramos los yacimientos de nivel superior que tienen ya más herbívoros y son más normales dentro del registro fósil conocido», detalla Domingo.
En el mundo solamente se conoce un yacimiento con la misma concentración de carnívoros, pero se trata de una formación mucho más moderna, de hace 10.000 a 50.000 años, en pleno Pleistoceno. Está en Rancho La Brea en Los Ángeles (California).
La información de un hueso
La maquinaria de la empresa ayudó a llegar primero al nivel de carnívoros, a ocho metros de profundidad aproximadamente de los 15 totales que se excavan en cada sima. Pero eso sólo pasó en un yacimiento; en el resto, el trabajo es tan laborioso que de media se avanza 50 cm al año, aunque los descubrimientos se siguen sumando en esa escasa distancia. «Con la beca hemos radiografiado todas las mandíbulas de caballo. Hemos podido ver que aquí hay individuos de todas las edades; es importante saber si hay sobre todo adultos, adultos con juveniles, machos, hembras...). También hemos hecho análisis de isótopos estables en su esmalte dental con el fin de determinar la dieta, porque queda una señal biológica en nuestros dientes de todo lo que comemos», explica Domingo. A partir de un solo hueso es posible inferir la dieta, la vegetación y tipo de paisaje de una zona.
A pesar de los 20 años de vida, aún queda mucho trabajo y muchas horas de excavación e investigación para desvelar todos los secretos de este cerro. «No somos capaces de ver la diferencia de tiempo entre la parte inferior y la superior, es decir durante cuánto tiempo los carnívoros quedaron encerrados aquí», concluye.
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