Cambios climáticos
Geoingeniería para absorber CO2 y frenar el aumento de temperatura
Un estudio de «Nature» apunta a que sólo la gestión de los bosques no incidirá en el clima
Un estudio de «Nature» apunta a que sólo la gestión de los bosques no incidirá en el clima
El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático lanzaba días atrás la voz de alarma, el campanazo definitivo para que el mundo reaccione. Hay poco más de 10 años para realizar una transformación sin precedentes, según indica en su informe, que limite el aumento de la temperatura global a los 1,5 grados. Las consecuencias de dicho aumento serán severas: temperaturas extremas, olas de calor, sequías y en otras zonas del mundo lluvias torrenciales, pero controlables respeto a los dos grados. Con 1,5 ºC sobre niveles preindustriales, los días de calor extremo alcanzarán unos 3ºC por encima de la media en ciertas latitudes (cuatro si el calentamiento es de 2ºC). El nivel del mar subirá diez centímetros más de aquí a final de siglo si se alcanzan los dos grados. Además, está el riesgo de extinción masiva, la posibilidad de un deshielo total del Ártico en verano y el blanqueamiento del coral.
Todo esto se producirá a pesar del Acuerdo de París, que el IPCC considera insuficiente. Para 2050 hay que alcanzar el balance neto, es decir, emisiones cero y para 2030 reducirlas un 45%. Las claves para que esto sea posible se cimentan en la combinación de varias herramientas: energías renovables, eficiencia energética y un mejor uso de los ecosistemas, para que aumenten su capacidad de absorción. Además, los expertos del IPCC consideran las técnicas de captura y almacenamiento de CO2 con matices (es decir quitar de la atmósfera lo que ya está ahí. Una especie de Plan B si el Plan A falla): «Permitir que la temperatura global exceda temporalmente los 1,5°C significaría una mayor dependencia de las técnicas que eliminan el carbono del aire. La efectividad de dichas técnicas no está demostrada a gran escala y algunas pueden tener riesgos significativos», explica Jim Skea, copresidente del Grupo de trabajo III del IPCC. «La tecnología está lista pero no se implementa por el coste asociado. Invertir en energías renovables produce beneficios, porque luego se vende la electricidad, pero capturar y almacenar CO2 sólo tiene beneficios para el medio ambiente. El IPCC afirma que hay que usar todas las herramientas de las que se dispone, entre ellas las de extracción del carbono ya emitido como parte de las medidas de mitigación. La reforestación por sí misma no es suficiente, afirma Juan Alcalde, investigador de la Universidad de Aberdeen (Escocia) y coautor de una investigación, publicada en «Nature», en la que se afirma que el almacenamiento es seguro incluso a largo plazo. «Lo peor que podría pasar es que se emitiera a la atmósfera un CO2 que ya se está liberando igualmente», dice.
La geoingeniería no está exenta de opositores, los que creen que las emisiones negativas favorecen la continuidad de las industrias fósiles, y que defienden la reforestación como un método menos arriesgado de absorción. Sin embargo, un estudio publicado esta semana en la revista «Nature» afirma que los bosques no supondrían una mejora: «Según lo que se creía hasta ahora, si los bosques absorben más carbono, los niveles de este gas en la atmósfera disminuirán o, como mínimo, se mantendrán. Sin embargo, ninguno de los modelos de gestión de bosques analizado permite alcanzar las tres metas: frenar el cambio climático, maximizar el secuestro de carbono y aumentar la luz solar que reflejan hacia el espacio y reducir la temperatura cercana a la superficie».
«Lo ideal es descarbonizar la economía, pero la captura es un medio para impedir que las emisiones sigan subiendo y depende de cada país; en España la transición no debería ser traumática. En lugares como Polonia o China que son muy dependientes del carbón como fuente de energía, no veo la descarbonización sin captura y almacenamiento. Más allá del uso como fuente de energía hay industriales como la siderurgia y la cementera que también emiten y que en muchos casos no cuentan con estos sistemas. Por otro lado, el precio de emisión de la tonelada estará cada vez más caro para ellas», explica Luis Díaz Fernández, presidente de la Plataforma Tecnológica Española del CO2.
Pero, ¿cuáles son las técnicas de captura existentes? Estas tecnologías se usan históricamente en la industria extractiva de petróleo y carbón. Sólo en Noruega existe un almacén subterráneo con más de 25 años de historia que contiene miles de toneladas. Los métodos de postcombustión existente, unos 20 en todo el mundo, separan el nitrógeno y el CO2 proveniente de la quema de combustible fósil para la producción eléctrica. «Es una tecnología ideal para cementeras y cada vez más rentable», dice Díaz. China es el país que más invierte en ellas.
La startup Climeworks es una de las empresas que están implicadas en desarrollar la tecnología de captación directa de CO2 de la atmósfera con un filtro especial. Hace tan sólo unos días inauguraban su tercera planta piloto (la primera está operando en Suiza desde mayo de 2017 y la segunda está en Islandia). En sólo un año y medio esperan que la planta haya absorbido 150 toneladas de CO2 y para 2025 haber capturado un 1% de las emisiones globales. «Es una solución todavía demostrativa y que tiene un problema de escalabilidad por el precio», opina Alcalde.
La llamada biomasa con captura y almacenamiento es otra de las propuestas. Consiste en un despliegue masivo de cultivos de árboles que capturarían carbono durante. Esta biomasa sería después quemada en centrales térmicas, a las que se aplicaría una ulterior captura. Sin embargo, la plantación masiva de árboles (incluso aunque no fuera para quemarlos) chocaría con los cultivos de alimentos, por no hablar de los biocombustibles.
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