Medio Ambiente
La invasión a la que teme Menorca y que ya ha empezado a detectar
En los últimos años, las aguas mediterráneas han sido escenario de invasiones biológicas que han alterado los ecosistemas locales y ahora los menorquines temen a una en concreto
El Mediterráneo, un mar que durante siglos ha sido sinónimo de biodiversidad y riqueza ecológica, se enfrenta a un desafío creciente: la expansión de especies invasoras que encuentran en sus aguas cada vez más cálidas un entorno favorable para asentarse.
En Menorca, como en el resto de las Baleares, la preocupación se centra en la posible llegada de la Rugulopteryx okamurae, un alga originaria del Pacífico que ya ha colonizado amplias zonas del mar de Alborán y la costa andaluza.
Un problema que no es nuevo
En los últimos años, las aguas mediterráneas han sido escenario de invasiones biológicas que han alterado los ecosistemas locales. Desde las caulerpas (taxifolia y racemosa), hasta el cangrejo azul americano o la temida carabela portuguesa, cada una de estas especies ha provocado transformaciones profundas en la dinámica marina.
Las vías de entrada son diversas: el estrecho de Gibraltar, el canal de Suez, el tráfico marítimo internacional o incluso el vertido accidental de agua de acuarios domésticos. Una vez asentadas, la experiencia demuestra que erradicarlas es prácticamente imposible, por lo que la prevención y detección temprana resultan claves.
Rugulopteryx okamurae: la amenaza silenciosa
La Rugulopteryx okamurae es un alga parda que se ha convertido en una de las mayores preocupaciones de los científicos marinos europeos. Su capacidad de crecimiento descontrolado desplaza a la flora autóctona, empobrece la biodiversidad y transforma los fondos marinos en paisajes homogéneos, donde apenas tienen cabida otras especies.
En Andalucía ya ha mostrado su potencial destructivo: afecta a la pesca artesanal, reduce el oxígeno del agua y disminuye la transparencia marina, un factor esencial tanto para la vida submarina como para el turismo costero.
Menorca y la llegada de Halimeda incrassata
El peligro no es hipotético. En Menorca ya se ha detectado otra especie de alga invasora: la Halimeda incrassata. Su primera aparición se registró en la bahía de Palma y, poco después, se confirmó en la bahía de Fornells gracias al aviso de ciudadanos que alertaron a los investigadores.
Este episodio pone de manifiesto la importancia de la detección temprana y de la ciencia ciudadana como herramienta de vigilancia ambiental. Sin la rápida reacción de los testigos, la expansión de la Halimeda podría haber pasado desapercibida durante más tiempo.
Consecuencias para la economía local
La expansión de algas invasoras no solo compromete la biodiversidad, sino que también afecta directamente a la economía de las islas. En Menorca, la pesca artesanal se vería perjudicada por la pérdida de hábitats y de recursos marinos. A ello se suma la reducción de la calidad paisajística: aguas menos transparentes y fondos degradados suponen una amenaza para el turismo sostenible, uno de los principales motores económicos de la isla.
Además, el avance de estas especies se combina con otras presiones del cambio climático, como la acidificación del agua o la fragilidad de especies sensibles como los moluscos. El resultado es un escenario incierto, donde los ecosistemas marinos se encuentran bajo una presión creciente.
La ciencia ciudadana como aliada
Ante este panorama, la prevención es la estrategia más eficaz. Erradicar una especie invasora asentada es prácticamente inviable, pero su expansión puede ralentizarse si se detecta a tiempo. Proyectos como la plataforma Observadores del Mar permiten que cualquier persona, ya sea un pescador, un buceador o un visitante ocasional, pueda notificar la presencia de especies inusuales.
El caso de Fornells es un ejemplo: la colaboración ciudadana permitió activar protocolos científicos con rapidez y ganar un tiempo valioso para estudiar la situación.
Un reto para el futuro
Menorca se encuentra en un momento decisivo. El futuro de sus costas dependerá de la capacidad de combinar ciencia especializada, cooperación internacional y la implicación de una ciudadanía vigilante. Prevenir la llegada y expansión de la Rugulopteryx okamurae y de otras especies invasoras es un reto urgente para garantizar que la riqueza natural de la isla no se vea alterada de manera irreversible por este avance silencioso.