
Basura espacial
Científicos japoneses dan con la clave contra uno de los mayores males de la Humanidad: el cañón de plasma que limpiará el vertedero orbital
Los millones de fragmentos de basura espacial que amenazan con un colapso en órbita podrían ser eliminados por un «cañón de plasma» desarrollado en Japón, una tecnología que limpia el cielo sin necesidad de contacto físico

Desde Japón llega una propuesta que parece sacada de la ciencia ficción para atajar uno de los problemas más acuciantes y silenciosos de la era moderna. Un equipo de investigadores de la Universidad de Tohoku ha diseñado un satélite limpiador de basura espacial que opera sin necesidad de contacto físico, una solución que podría cambiar las reglas del juego en la gestión de los desechos que orbitan nuestro planeta. El sistema funciona aproximándose a un fragmento y disparando un chorro de plasma concentrado para alterar su trayectoria, empujándolo a una reentrada segura en la atmósfera donde se desintegra. Esta capacidad para alterar la trayectoria de objetos en el espacio es una de las grandes prioridades de las agencias espaciales, como demostró la misión en la que la NASA desvió un asteroide para estudiar técnicas de defensa planetaria.
De hecho, el ingenio de este diseño resuelve una de las leyes más básicas de la física en el vacío: el retroceso. Para evitar que el propio satélite salga despedido en dirección opuesta al disparar, el sistema emite un segundo haz de plasma de idéntica intensidad pero en sentido contrario. Este mecanismo de compensación garantiza la estabilidad del satélite, permitiéndole operar con una precisión milimétrica durante las complejas maniobras de limpieza orbital.
Asimismo, la tecnología japonesa no se detiene ahí. Incorpora una configuración de «cúspide magnética» capaz de triplicar la fuerza de desaceleración que se ejerce sobre los objetos, aumentando notablemente su eficacia. A esta ventaja se suma una de carácter económico, ya que el propulsor puede utilizar argón, un gas noble mucho más barato y abundante que otras alternativas como el xenón, una idea que comparten desde la revista científica Nature al destacar la reducción de los costes operativos en futuras misiones.
Un vertedero orbital que pone en jaque a la civilización
Y es que el desafío al que se enfrenta esta tecnología es de una envergadura colosal. Un enjambre invisible desde el suelo, compuesto por más de 130 millones de fragmentos, rodea la Tierra a velocidades de hasta 28.000 kilómetros por hora. Este vertedero espacial es una amenaza directa para la infraestructura de la que dependemos a diario, desde los satélites de comunicaciones y los sistemas de GPS hasta las propias estaciones espaciales. Dicha infraestructura es crucial en la nueva carrera espacial, donde potencias como China compiten por la hegemonía, y donde el plan maestro de China para el espacio incluye el desarrollo de sus propias redes satelitales.
Por ello, el mayor temor de la comunidad científica internacional es que una colisión fortuita desencadene el conocido como «síndrome de Kessler». Este escenario plantea que un solo impacto genere una reacción en cadena de nuevas colisiones, creando un devastador efecto dominó que multiplicaría la cantidad de escombros de forma exponencial. Un evento así podría inutilizar la órbita baja terrestre durante generaciones, aislándonos del espacio y de sus servicios esenciales.
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