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Javier Pividal: lágrimas contra la geometría

Javier Pividal: lágrimas contra la geometría
Javier Pividal: lágrimas contra la geometríalarazon

Título: ¿Por qué durar es mejor que arder? Lugar: Iglesia de verónicas, Murcia. Fecha: Hasta el 15 de abril

Cuerpo y deseo constituyen los vectores que han guiado la obra de Javier Pividal (1971). A través de la fotografía, el dibujo, la instalación, la escultura y la performance se han ido sendimentando, a lo largo de los años, los intangibles de una atmósfera íntima cuya traducción lleva impresa la huella de la porosidad de la piel. En éste su último proyecto –el más ambicioso, sin duda, de cuantos ha concebido hasta el momento-, Pividal ha sabido concretar, con una precisión cartográfica asombrosa, las coordenadas conceptuales y emocionales de uno de los idearios visuales más interesantes del último arte español. Bajo el título de ¿Por qué durar es mejor que arder? –pregunta extraída de la intensa literatura teórica de Roland Barthes-, la exposición de la Sala Verónicas aborda poliédricamente la cuestión de la ausencia, la manera en que el sujeto puede retener las cenizas del cuerpo del otro una vez vivido.

En el conjunto del dispositivo coral planteado por Pividal, sobresale un enrejado a modo de celosía, conformado por un lenguaje secreto. A través de él, el espectador vislumbra lo que parecen las sombras de este mismo “vocabulario del duelo”, inscritas sobre uno de los muros de la sala. Entre ambos planos –el enrejado y el muro-, un intenso vacío, la ausencia en toda su plasticidad. Pividal concibe las palabras como una auténtica geometría de la realidad: lo real arde, es material combustible; las palabras codifican lo vivido, resultan abstracciones, inscripciones desencarnadas que generan un paisaje frío después del incendio. El esfuerzo titánico que plantea el artista es testar la efectividad de cualquier intento por atrapar la ausencia del cuerpo deseado entre las “palabras en el aire” del enrejado y su huella sobre un soporte físico –el muro. ¿Qué sentido tiene verbalizar la ausencia? ¿Qué capacidad tiene el duelo de construir una sintaxis de las cenizas? El carácter informe, ligero, “tumbado” de éstas no logra ser revertido por la arquitectura del lenguaje. De los rostros que salpican la muestra -realizados mediante estampación calcográfica sobre papel- no puede ser desalojada la fina capa de ceniza que los sepulta, que los diluye en el olvido. Las flores –emblemas del amor y del deseo- siguen marchitándose en vasos de metal tóxico, sin que haya una sola palabra de ese vocabulario secreto que les devuelva el esplendor perdido.

De ahí que la alternativa dispuesta por Pividal a esa ineficaz “geometría de la realidad” sean las lágrimas. Decenas de gotas doradas, realizadas en cobre, inundan el altar mayor de Verónicas, en lo que constituye una emocionante lluvia dorada curativa. La fluidez de las lágrimas se revela más capaz que el estancamiento abstracto de las palabras. La ausencia es blanda, informe, infraleve, relativa a cada cuerpo hasta desafiar todas las codificaciones posibles. Una lágrima solo cae una vez y lo hace de manera distinta, insustituible. Lo que ardió sin reglas únicamente puede ser curado, “lavado” por una realidad igual de irreductible. El único duelo que se compadece con la diferencia es el de la propia diferencia.