Obituario
‘Invictus’ Barberá
Cuesta asimilar la idea de que Rita Barberá se ha marchado. Los sentimientos que han aflorado a raíz de su fallecimiento son tan extraños que incluso resulta complicado expresarlos con cierta fluidez. Tengo la sensación, compartida por muchos, de que nos han arrebatado a la alcaldesa que convirtió Valencia en la ciudad moderna, próspera y vanguardista que hoy es. Ese legado, construido desde la tenacidad y el sacrifico durante 24 años, engrandece aún más a una mujer que dedicó buena parte de su vida al servicio público.
Ni siquiera sus más enconados detractores, que nunca pudieron doblegarla en las urnas, podrán emborronar la biografía profesional de Rita Barberá, sembrada de éxitos electorales y marcada por una labor que cautivó a los ciudadanos por su brillantez, entrega y capacidad de trabajo. Fue una especie de ‘invictus’ de la política porque sus adversarios sólo lograron descabalgarla de la Alcaldía después de urdir en 2015 una coalición de perdedores.
Han pasado más de ocho años, pero aún permanece imborrable en mi mente el agitado congreso nacional que el Partido Popular organizó en Valencia en 2008. El que suscribe estas líneas se encontraba a escasos metros de Barberá, que fue la encargada de transmitirle al oído a Mariano Rajoy los resultados de una cita que fue trascendental para el futuro de la formación. Con ese gesto de acercarse discretamente al presidente, Rita me transmitió la importancia de una cualidad como la lealtad en un partido como el PP.
Por todas esas cuestiones, Barberá no se merecía este final. Sin haberse llevado un euro del erario público, ha sido sometida en los últimos meses a un juicio sumarísimo, abierto por sus adversarios, con un veredicto escrito de antemano: culpable. Sin dar opción a la presunción de inocencia, derecho constitucional por cierto. Rita no tenía cuentas en Suiza, ni disponía de una tarjeta ‘black’. Sus retribuciones procedían únicamente de su tarea de servicio público. Pero el linchamiento mediático que ha sufrido, jaleado sin pudor por la basura que inunda las redes sociales, se ha llevado por delante su prestigio y popularidad. Esa lapidación no ha existido en otras situaciones, como es el caso de Messi, aclamado en los estadios de fútbol pese a haber sido condenado a 21 meses de cárcel por defraudar más de cuatro millones de euros a Hacienda.
No merece la pena detenerse ahora en la soledad personal y política que ha acompañado a Barberá en los últimos tiempos. Uno es dueño de sus silencios y esclavos de sus palabras. Pero esta lección vital debe servir para no tropezar con los mismos errores en el futuro. Sobre todo porque la presunción de inocencia debe prevalecer sobre la interesada opinión de un grupo de tertulianos y tuiteros, que se han encargado de despedazar a Barberá hasta acabar con ella. No se debe olvidar que detrás de la figura de un político se esconde siempre una persona.
D.E.P. Rita.
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