Ayuntamiento de Madrid
Los sermones de Carmena
Resulta agotador escuchar día tras día los tediosos sermones de nuestra Alcaldesa. En los Plenos, en sus discursos, en los medios de comunicación... Lo peor de todo es que, por cuestiones ideológicas, pretende cambiarnos la forma de entender la vida y poner en el centro los llamados “cuidados personales” y la “sostenibilidad de la vida”, vamos, que quiere intervenir en el ámbito familiar e individual de las personas.
Si quiere, como dice, conseguir una ciudad en la que sea más agradable vivir, debería dar prioridad a aquellas competencias propiamente municipales, que eso sí es de su incumbencia.
La ineficacia circulatoria, el lío del protocolo contra la polución, el colapso de la web municipal, la ininteligible cumbre del agua..., son claros ejemplos de mala gestión municipal, que preocupa aún más en un momento en el que se inicia una nueva etapa política en España, no precisamente fácil. El desgobierno municipal es realmente inconmensurable.
La última ocurrencia es que no quiere aplausos, “no se debería aplaudir en las Cámaras” ha asegurado, ahora intenta coartarnos aún más, si cabe, el derecho a la libertad de expresión, ese que debería recoger su Plan de Derechos Humanos.
A la Alcaldesa más le valía no preocuparse tanto por el estado emocional y la tristeza de los madrileños, lo que invade sus esferas personales: individuales y familiares, en cambio, tendría que dejar de atacar constantemente a aquellos sectores que, por no compartir su misma ideología, se ven constantemente presionados. Es el caso de las familias numerosas que van a sufrir, de nuevo, penalizaciones fiscales por la nueva subida del 50% de la tarifa de la zona SER aprobada por el Ayuntamiento de Madrid. De nuevo, las familias numerosas, en pie de guerra porque necesitan vehículos mayores y más potentes según denuncia su Asociación.
Me parece bien que intente mejorar las condiciones generales de convivencia en Madrid, pero por favor, siempre con el respeto hacia aquellos que no piensan igual y sin inmiscuirse en la vida de nadie. Lástima que no lo comprenda.
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