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Semana de la mujer

Semana de la mujer
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Semana de la mujer, semana de no parar, semana de contradicciones y enfrentamientos, conmemoración desnaturalizada. Deciden hacer un acto, no lo hacen, sí lo hacen, dejan de hacerlo, finalmente se suman varios. Este año ha sido un sin vivir. Más que el Día de la Mujer está siendo la Semana de la mujer, un sinfín de actos políticos, institucionales, debates de todo tipo, programas de Radio y Televisión, encuentros con diferentes sectores de la población femenina. No intento quitar en absoluto su importancia y trascendencia a la celebración internacional de apoyo a las mujeres, nada más lejos de mi intención, pero creo que si este Día merece ser celebrado lo es porque ayuda a recordar el imprescindible papel de la mujer en la sociedad del mundo. Siempre he abogado por la utilidad de determinados Días Internacionales, es más soy una firme defensora de algunos de ellos, ayudan a sensibilizar, a prevenir y a llegar a acuerdos ante problemas que continúan existiendo, ante temas pendientes de la sociedad. Son fechas que incitan a la reflexión sobre las metas alcanzadas y las que quedan por conseguir. Lo que no comparto es su utilización política, la provocación de enfrentamientos y su homogenización. Las mujeres conformamos un grupo heterogéneo con distintas realidades motivo por el cual tenemos que pensar en lo que nos une a todas y favorecer jornadas inclusivas no exclusiva como la de este año. ¿O tiene la misma realidad una mujer española que la nacida en un país árabe? Si hablamos únicamente de Madrid deberíamos haber intentado conseguir un consenso para la efeméride de la misma manera que recientemente hemos alcanzado un Pacto de Estado contra la violencia de Género que ha supuesto un hito histórico.

Las críticas que he recibido durante esta semana, por no apoyar la huelga del 8 de marzo, han sido además de violentas muy desagradables. No podemos ni debemos convertir la política en una agresión permanente hacia el que no piensa igual. Tengo muy claro que no voy a apoyar un Manifiesto que va en contra de mi manera de pensar, contra los principios y valores del Partido al que orgullosamente pertenezco, y que, además, no persigue otro objetivo que acabar con la forma de vida occidental. Parece ser que para determinadas mujeres ser feminista consiste en ser anticapitalistas, antimilitaristas, luchar contra el liberalismo económico, descalificar la labor de otros grupos sociales, atacar al poder judicial y al sistema sanitario... Y no, señoras, no es así, no hace falta subvertir el orden del mundo ni favorecer una lucha entre géneros. Son infinitas las causas que nos unen: la defensa de la igualdad, la erradicación de la violencia, recuerden el Pacto de Estado del que les hablaba, logrado gracias al consenso de todas las fuerzas políticas excepto Podemos, es clave. También nos une el apoyo a la maternidad, la búsqueda de las políticas de conciliación y corresponsabilidad, el querer educar en libertad, la igualdad laboral, la transversalidad en las políticas de género que atañen a toda la sociedad, el proteger a la familia, el acabar con las esclavitudes que aún existen, la trata de seres humanos, por ejemplo... No será que no hay puntos en común... Pues a pesar de ello, instrumentalizamos políticamente un movimiento y lo hacemos solo para unas pocas, porque este Manifiesto del 8 de marzo no incluye a todas las mujeres, tiene un marcado sesgo político y además excluye a los hombres.

En España, aunque nos quedan, sin duda alguna varios asuntos pendientes, tenemos un Gobierno que trabaja por la igualdad de todas las personas, hombres y mujeres, no sólo porque es una premisa constitucional, sino porque estamos en pleno S. XXI y es totalmente necesario visibilizar la labor que llevan a cabo las mujeres en todos los campos y sectores, además de conseguir una corresponsabilidad entre todos. Pero no es de justicia describir el panorama como una catástrofe cuando somos uno de los países más avanzados del mundo en cuanto a temas de igualdad y referente de muchos otros. Lo digo después de llevar más de 30 años trabajando por ello y en los que he sido testigo en primera persona de cómo ha ido evolucionando nuestra sociedad en tan poco tiempo, para que se hagan a la idea, España es el 5º país de Europa en cuanto a políticas de igualdad y no quiero tener que recordarles de nuevo cómo se vive aún en países de África o similares... A los que apoyamos en su lucha para lograr cambiar las injusticias que aún a día de hoy existen.

Me hubiera gustado llegar, lo he repetido y lo seguiré repitiendo, al 8 de marzo con un documento consensuado entre hombres y mujeres, la igualdad atañe a ambos sexos, que englobase a las distintas ideologías de nuestro país, a todas las creencias, y cuya meta hubiera sido defender la igualdad de oportunidades, la creación de empleo, la lucha contra todo tipo de violencia y priorizando a las más vulnerables que sufren una doble discriminación: jóvenes, mayores, discapacitadas, inmigrantes...

Lo bonito será cuando este día quede como un recuerdo en el calendario porque hayamos logrado la igualdad real, aquella que queremos y que se consigue a través, no sólo de las decisiones políticas, sino de la Educación, parece que olvidamos en ocasiones su importancia, el respeto a las opiniones diferentes a las nuestras y el diálogo.

En cualquier caso todo mi apoyo a las mujeres de todas las edades y situaciones.