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Twitter y el ciudadano Kane

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Escribe la catedrática de Harvard, Jill Lepore, en “These truths: History of the United States” (2019), que los cambios en el sistema bipartidista norteamericano han coincidido históricamente con un cambio previo en el sistema informativo y de comunicaciones: “In American history the change from one party system to another has nearly always been associated with a revolution in communications that allows people shake loose of the control of parties”. Así, la prensa ilustrada del último tercio del siglo XVIII propició el debate ideológico entre federalistas y antifederalistas primero y entre los federalistas y demócrata – republicanos después. Todos los presidentes hasta la década de 1830 pertenecieron a una de esas dos opciones y alguno de ellos y los principales líderes políticos, (Jefferson, Madison, Hamilton, Adams) escribían en panfletos y editaban los influyentes y minoritarios periódicos de la época.

Pero con la aparición de la prensa de masas, se abarataron los periódicos (un centavo) que convivían con los de calidad (seis). La llegada a la presidencia del populista Jackson y la consolidación de su gran partido Demócrata, junto con la ampliación del voto a trabajadores e inmigrantes, multiplicó entonces el interés por la política y por los electores. El sistema tradicional se fracturó y quedó reconvertido en una nueva pugna entre demócratas y whigs, alterada por algún partido como el de la Libertad, antiesclavista, o posteriormente el radical nativista No Nothing Party. La guerra civil (1861-1865), el telégrafo y Lincoln consolidaron a un partido Republicano unionista y con una dimensión nacional. El bipartidismo se volvió a reestablecer a partir de entonces, aunque sobre un territorio continental y en una sociedad más diversificada y compleja.

Reforzando el planteamiento de Lepore, se puede añadir que durante el último tercio del siglo XIX y comienzos del XX, los avances tecnológicos y la sociedad industrial propiciaron la consolidación de la boyante prensa sensacionalista, liderada por el New York World de Pulitzer y por el amarillista Journal de William R. Hearst, el magnate en el cual se basó el personaje de Ciudadano Kane. Muchos periódicos de masas, que tiraban entonces centenares de miles de ejemplares, se pusieron al servicio de intereses políticos de diferente naturaleza. Los muckrakers, - traducido como “husmeadores de basura (estiércol)” en nuestras historias del periodismo - se convirtieron en los reporteros de investigación de la época, cuya tarea consistía en encontrar y esparcir los trapos sucios de políticos y candidatos. El bipartidismo no cambió sustancialmente en aquella ocasión, pero el sistema sí lo hizo, de manera profunda y corrupta y algunos partidos de corte populista hicieron su aparición.

Durante el siglo XX la comunicación se transformará en la piedra filosofal de la política. Wilson se sirvió de la propaganda para incentivar los frágiles deseos de la sociedad americana por intervenir en la primera gran guerra. Roosevelt utilizó la radio para hablar directamente a los ciudadanos en momentos tan duros como la depresión y la segunda guerra mundial. Con un popular programa titulado “Charlas junto a la chimenea”, en el que también participaba su mujer. Kennedy, Reagan y Clinton abrieron y cerraron con la televisión, un largo periodo de bipartidismo de largos ciclos en el cual la imagen y el impacto del medio televisivo resultó esencial. Y, con el Watergate, el papel de la prensa también.

Internet no irrumpió con fuerza en los equilibrios entre demócratas y republicanos. Pero las redes sociales, la conectividad y la sociedad 2.0 sí han desequilibrado a los grandes partidos y al sistema en Estados Unidos. Barack Obama en 2008 representó la victoria del líder más audaz y más progresista del partido Demócrata, así como el más preparado para afrontar el reto de crear una nueva narrativa horizontal, disruptiva y digitalizada. Donald Trump siguió en 2016 el modelo de hacer su aparición pública desde los contornos del partido, desde los límites no permitidos hasta entonces por el sistema para captar y movilizar el voto de una clase media deprimida y de una generación ausente.

Dentro y fuera de Estados Unidos las redes y algunos nuevos, o no identificados, narradores han propiciado la radicalización de los mensajes y la polarización de las ideologías y han construido liderazgos populistas y antisistema, confirmándose así la tesis de la historiadora de Harvard. Pero la campaña de 2020 puede restablecer el camino recto de los partidos, si la mayoría de la sociedad decide que se ha cansado de vivir durante dos décadas en los extremos, y trata de recuperar el centro antes de que pasen los próximos cuatro años. De momento el intuitivo Donald Trump ha cesado de manera implacable, como se dice que lo hacen los magnates, al Consejero de Seguridad Nacional, John Bolton. Un halcón que situaba al presidente en los contornos armados de donde quiere salir para reforzar su otra imagen, de éxito, de hábil negociador y de rechazo al uso de la fuerza. Como siempre lo hace, el presidente ha comunicado el cese a través de twitter. Para hablar así, directamente, a los 52 millones de ciudadanos que le siguen en la red.