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La cumbre de los golpistas
La pasada semana se reunió en Barcelona el frente soberanista o cumbre por el referéndum de Cataluña, incluido un terrorista de Terra Lliure. Y, al parecer, salió del encuentro más desunido de lo que entró, habida cuenta de que, entre los independentistas, los hay golpistas declarados, golpistas de boquilla y golpistas mediopensionistas, bastantes de los cuales (no todos) prefieren seguir viviendo del cuento de ser nacionalistas antes que lanzarse definitivamente al precipicio. En general, el nacionalismo casa mal con la democracia... sólo que durante un tiempo puede incluso disimularlo, bien por interés propio o, la mayor parte de las veces, por despiste, complejos o síndrome de Estocolmo de los que no son nacionalistas.
El gran perdedor de la jornada fue Puigdemont, quien, durante su comparecencia tras la cumbre, no habló en ningún momento de celebrar un referéndum unilateral, aquello con lo que lleva meses amenazando: “el hilo conductor que nos une es la voluntad de celebrar un referéndum sobre cuál ha de ser el vínculo entre Cataluña y España, y hacerlo de manera acordada con el Estado”, señaló sin embargo el presidente de la Generalitat, que es como dar por hecho que Cataluña ya es independiente. Y es que el falaz derecho a decidir de los nacionalistas (vascos o catalanes, en nuestro caso) lo que básicamente propone es que los españoles que no residan (no residamos) en dichas comunidades autónomas, no puedan (no podamos) decidir sobre las cuestiones que nos incumben a todos, sea el futuro de España, el modelo territorial del Estado o la reforma de la Constitución. Es decir, un imposible.
Más allá de otras decisiones más o menos publicitarias para anunciar su proceso en el mundo entero, destacó un clásico nacionalista en boca de Ada Colau: “nos une la defensa de la democracia, no la independencia”. O sea, que todavíatenemos que agradecerles a los dirigentes catalanes su ahínco y sus esfuerzos por salvaguardar la democracia en Cataluña, esfuerzos consistentes en vulnerar la legalidad vigente, ignorar las resoluciones del Tribunal Constitucional, fragmentar a la sociedad... y levantar fronteraspara separar a los ciudadanos. Difícil imaginar algo más reaccionario... y antidemocrático.
El Gobierno de España, que insiste en tender la mano a quienes se saltan la ley (como nos llama Hacienda para acordar la cuota impositiva que nos corresponde pagar, ejem), debería tener y no tiene un plan para Cataluña y el conjunto de España. Lo importante no son las soflamas nacionalistas ni sus amenazas sino lo que los demócratas, unidos, decidamos hacer para mejorar el país en el que vivimos. Y no se trata de reformar las leyes para acomodar a los que quieren romper España sino, en primer lugar, cumplir y hacer cumplir las actualmente vigentes y, a continuación, impulsar, pese a ellos, las reformas políticas, institucionales y constitucionales que necesitamos no para contentarles a ellos sino para garantizar más igualdad y más bienestar para todos.
Sin embargo, el comportamiento, las declaraciones y las actitudes de los partidos políticos supuestamente constitucionalistas en relación al problema que tenemos todos en Cataluña son profundamente sospechosas y parecen plantear una “solución” que consideraría inaceptable: blindaje de determinas competencias y de la inmersión lingüística, pacto fiscal para limitar la solidaridad y/o reforma constitucional para avanzar en la parcelación del Estado a través de un federalismo definitivamente asimétrico. Es decir, más desigualdad, cuando lo que España necesita es más igualdad, no menos. Estaremos atentos.
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