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Dar la muerte

Dar la muerte
Dar la muertelarazon

En la actualidad se pretende que elrelativismo ético sea la única vía amable en una sociedad democrática. La bioética se comprende como búsqueda de soluciones pragmáticas de problemas concretos a base de cálculos de proporción entre costes y beneficios, sin referentes doctrinales universales. Es el “pensamiento débil”, que el teólogo Georges Cottier define así: “Una filosofía de compromiso, que rechaza las certezas y entiende la sabiduría como un acuerdo provisional sobre un modo de vivir. El hombre debe contentarse con su limitación y tomar nota sobre el carácter relativo de todas las cosas”. El peligro de semejante relativismo hará que las razones religiosas no sean pertinentes en el discurso de la “ética pública”, siendo descalificadas inmediatamente en una sociedad pluralista que, paradójicamente, convierte así el pluralismo en una verdadera tiranía ideológica al dar la muerte al Legislador Supremo. La progresiva marginación de las voces teológicas fueron propiciadas no sólo por la colonización de perspectivas políticas, filosóficas o jurídicas, sino por un discurso ideológico intolerante.

Para resolver los conflictos de ética biomédica, Beauchamp y Childress proponen introducir sus famosos principios dentro de una teoría ética compuesta, que permita a cada principio tener cierto peso, sin que por ello adquiera prioridad. En relación a la imposibilidad de un único principio o de un orden jerárquico entre ellos, Beauchamp sostiene que uno de los méritos del principialismo consiste en haber acabado con la idea de que existe un principio ético único y reglas morales absolutas, poniendo el siguiente ejemplo: “matar a una persona es prima facie incorrecto, pero matarla para prevenirle un sufrimiento y dolor extremos no es incorrecto en todas las circunstancias”.

El proyecto de ley presentado por el partido socialista no consiste en un derecho de los pacientes graves, algo que se venía produciendo en determinadas comunidades autónomas, sino en un verdadero derecho a terminar con la vida de un paciente por parte del médico, un proyecto de ley sobre eutanasia. De esto es de lo que hablamos: el progreso científico y técnico no siempre es progreso humano. El bien no puede identificarse con leyes lesivas contra la persona y la vida, porque más allá de cualquier tribunal el acto médico basará su moralidad en el bien del paciente. ¿Es esta la manera que tiene el legislador de proteger el cuerpo del débil y tutelar así a la persona, de humanizar el mundo y el hombre, de crecer en humanidad y facilitar la convivencia y el bien común? Es preciso recuperar un concepto teleológico de naturaleza, irreducible a pura materia, donde la existencia humana no dependa del procedimiento, la ley y el consenso, salvaguardando siempre el respeto a la sacralidad de la vida humana. Las leyes no pueden prohibir todo lo que es moralmente malo, pero tampoco pueden mandar nada que sea malo.

En realidad, el sufrimiento invocado que se alivia no es el del paciente, sino aquel del que no está dispuesto a sufrir, el sufrimiento de cuidadores familiares y agentes sanitarios, entre otros. Lejos de la ambigua empatía que provoca una vida difícil, auspiciada por una ideología invasora capaz de trastocar la atención médica y deconstruir el Derecho, habrá que buscar la auténtica compasión que consiste en proporcionar las herramientas capaces de aliviar el sufrimiento, como son los cuidados paliativos. Estos últimos, se refieren al tratamiento de enfermos irreversibles a través del empleo de medicinas que, sin poder curar la enfermedad, controlan los síntomas, sin empeorar significativamente la calidad de vida. La intención de los cuidados paliativos consiste en procurar que la muerte del paciente se produzca sin sufrimiento o con el menor posible, evitando que sea una muerte traumática para el paciente y su familia. La medicina paliativa es una respuesta ética ante la situación terminal, encontrando en ella protección de la debilidad, reconocimiento de la dignidad, relación personal, respeto a la vida y a la muerte, y una actitud positiva ante el dolor. Se puede, en fin, admitir el efecto secundario no deseado de acortar la vida de un enfermo, cuando el objetivo primario es disminuir o eliminar el dolor.

Los principios de Bauchamp y Childress se consideran a modo de normas morales autónomas que se imponen al sujeto por su propia fuerza o por su deber; tienen así una orientación de una deontología pluralista por un lado, o bien de un utilitarismo de la forma. La concepción de la Bioética desde esta perspectiva es la de la resolución de conflictos, cuyo objetivo suplanta a la esencial categoría ética del bien por el decisionismo, que afecta sólo superficialmente a la acción humana y a su contenido moral, y se interesa en realidad por el cálculo utilitarista de sus resultados.

No hay duda de que un alejamiento de la comprensión religiosa del mundo, dificulta descubrir el propósito del sufrimiento. John Finnis y Anthony Fisher interpretan los principios de Beauchamp y Childress desde la perspectiva del catolicismo. Las conclusiones generales de estos autores son las siguientes:

a) Beneficencia. El médico promoverá la buena salud de sus pacientes y deberá curar o prevenir sus enfermedades. Los médicos a menudo realizan cálculos para determinar el tratamiento más eficiente. Sobre estos cálculos, los bioeticistas católicos aconsejan aplicar el criterio de la proporcionalidad. La proporcionalidad nos lleva a buscar la opción que prometa maximizar los bienes como la vida, la salud o la alegría, frente a los males como la muerte, la enfermedad o la tristeza.

b) No-maleficencia. La tradición exige no tratar a los otros como medios para nuestros propios fines. En el cuidado de la salud hay tres formas comunes de maleficencia: mentir, matar y mutilar. Sobre ello Finnis y Fisher comentan lo siguiente: a) Aunque decir la completa verdad puede ser a menudo destructivo o desalentador, mentir es siempre incorrecto. b) Alguien que acaba con la vida de otro con la intención de hacerlo se dice que mata “directamente”. Acabar con la vida de un ser humano inocente viola siempre el principio de no-maleficencia y es siempre incorrecto. Algunos tratamientos están médicamente indicados y son moralmente exigibles (ordinarios) otros son opcionales (extraordinarios) y otros están contraindicados (inmorales). c) La no-maleficencia prohíbe la mutilación, incluso si es consentida. El principio de la totalidad afirma que la mutilación sólo es moralmente permisible si es necesaria para el bien de todo el cuerpo.

c) Autonomía. Para el católico todas las personas son sagradas porque son presencia creada de Dios. El respeto que se requiere por la persona es algo más que respetar su autonomía, pero ciertamente la incluye. Sin embargo, los ideales de autonomía promueven con frecuencia un sueño de absoluta autosuficiencia, independiente de Dios, de la comunidad, de la razón o de la realidad. La privacidad y el derecho sobre el propio cuerpo ponen barreras para atender a los seres humanos de cuya existencia somos responsables. El principio de autonomía encierra el peligro de convertirse en la fórmula para exterminar a muchas personas enfermas o discapacitadas, jóvenes y viejas. Si aceptamos el suicidio asistido o la eutanasia voluntaria en nombre de la autoliberación autónoma de una vida que resulta una pesada carga, entonces pronto se dirá que aquellos que no pueden dar su consentimiento no deben ser privados de su mismo derecho a la liberación de la pesada carga de la vida. “El ‘derecho’ será ejercido ‘en su lugar’ por alguien que escogerá por ellos la muerte que, se supondrá entonces, ellos habrían (o deberían haber) escogido, si hubieran sido capaces de elegir. Un falso ‘principio de autonomía’ podría entonces ser el vehículo constitucional y ético para la profunda injusticia de una maleficencia ‘beneficente’, deshaciéndose la comunidad de muchas vidas consideradas ‘no dignas de ser vividas’.

d) Justicia. La famosa ley del talión, expresada en la frase «ojo por ojo, diente por diente», y que significa “devolved bien por bien y mal por mal”, es transformada en el Nuevo Testamento por la ley: «amad a vuestros enemigos», es decir «devolved bien por mal». El criterio de justicia para distribuir los bienes de una sociedad es la necesidad que algunos seres humanos pueden tener de ellos en un momento dado. El cuidado de los débiles, de los enfermos y de los que sufren es uno de los mensajes principales del cristianismo. En este sentido la compasión es un valor fundamental. Según Finnis y Fisher, este valor no tiene nada que ver con la eutanasia, “la compasión significa querer lo mejor para los otros, teniendo empatía con ellos en su sufrimiento, y buscando positivamente ayudarles con actos de misericordia en mantener su dignidad”.

La primacía de la persona no solo es un blog, también es un libro.