Religion
La educación mostrenca del gobierno navarro
En su obra Democracia y educación, John Dewey pretende democratizar la escuela según una práctica seguida durante la Guerra civil española. El coste de semejante actitud es empobrecer el tejido social buscando una uniformidad dependiente del poder. Es el surgimiento del hiperdemocratismo denunciado por Ortega, la irrupción de la muchedumbre en las funciones de gobierno imponiendo sus aspiraciones y gustos.
Este dislate fue pretendido de otra manera por Rawls en su obra Teoría de la Justicia, sugiriendo el proyecto imaginario del “velo de la ignorancia”, donde se pactasen unas reglas de justicia capaces de garantizar unos bienes primarios, unos derechos y libertades que proveerán al sujeto de un equipamiento vital neutro que cada uno utilizará para perseguir los fines que, según su respectiva concepción del mundo, aparezcan como valiosos.
El Gobierno de Navarra está extendiendo en el sistema educativo navarro el “programa coeducativo Skolae”, con el objetivo de “la adquisición progresiva de las competencias básicas que permitirán a las niñas y a los niños elegir, construir y vivir el proyecto vital propio (...) sin condicionantes de género”. Esta mentalidad constructivista, muy difundida en la actualidad, sugiere un verdadero Estado de coacción, donde desde la posición original del “velo de ignorancia” en el que se encuentran los niños se permitirá al Estado revitalizar a Marcuse para adoctrinar en una cultura sin sexos, sin identidad sexual pero sí con orientaciones sexuales. El objetivo es doble: primero la refundación de la naturaleza humana y segundo acabar con la familia. Eliminada la naturaleza, el hombre sólo tiene que seguir el impulso de sus deseos, haciendo aquella moldeable por el poder político. Eliminada la familia, se conseguirá sepultar el espacio donde se transmiten “estereotipos” de conductas que marcan al niño, asignándole lo que es masculino y femenino, un ámbito jerárquico, autoritario y de violencia.
La finalidad que la educación ha de tener es enseñar al hombre a ser libre en la sociedad en que vive, sirviéndose de los medios que tiene a su alcance. El horizonte de la educación en libertad es la obtención de la misma libertad, que el individuo pierde si se deja dominar por los distintos tipos de tiranía. Un paradigma evidente de tiranía lo ejerce el Gobierno de Navarra en su esfuerzo de cambiar la sociedad mediante la educación, generando un nuevo tipo de hombre, impulsando una verdadera mutación antropológica, creadora de seres aislados y egoístas, gobernados por el deseo, donde la satisfacción personal de una necesidad se identifica con su valor intrínseco: “¿cuántas personas me atraen en estos momentos del mismo o de distinto sexo?”, pregunta uno de los cuestionarios del programa educativo.
El Gobierno navarro politiza la naturaleza, asistiendo así a un tiempo de biopolítica, un poder sobre los cuerpos y la vida, construyendo una sociedad artificial, frágil, sin vínculos, igualitaria, una cultura moral minimalista y supervivencial difíciles de mantener y cuyas consecuencias son cuando menos dolorosas: ¿existirá desde ahora alguna diferencia entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, lo excelente y lo ruin, que no proceda de la voluntad de poder, de un orden estrictamente político que ensaya en los más débiles? Despojar al hombre de sus propias fuerzas para darle otras que le sean extrañas era propio del Estado Moral de Rousseau, atribuyendo al Estado la misión de educar a las gentes, una normatividad secular establecida por el poder para transformar el viejo ethos. Si a esto añadimos que como sustrato ideológico de nuestro tiempo ultracivilizado se encuentra el paradigma del individualismo, una especie de mainstreammiddleclass, de ideal generalizado emotivista y utilitarista, donde “los discursos sobre el amor son un conjunto de prejuicios”, la educación mostrenca del gobierno navarro está servida.
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