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Por los padres de Gabriel, y los de Diana, y los de Marta, y los de Jeremy...

Por los padres de Gabriel, y los de Diana, y los de Marta, y los de Jeremy...
Por los padres de Gabriel, y los de Diana, y los de Marta, y los de Jeremy...larazon

“Hijo mío, despierta, que ya es tarde y hoy es día de cole. Venga, arriba, mi amor, que si te demoras nos entrarán las prisas para llegar a tiempo a clase. Así, mira, te he preparado el desayuno, lo único que te apetece por la mañana, que ya he aprendido que te gusta tomar fruta nada más levantarte, que si no te vas al cole sin desayunar. Vamos, bébete la leche, mi vida, que tienes que tomar mucho calcio para crecer y ser tan alto como papá, o más. Vaya, se te ha derramado, no importa, cámbiate, que luego pongo una lavadora. Te sirvo otro vaso. Así, muy bien, ¡terminado! Corre, lávate la cara y los dientes, péinate, ¡qué bonito eres! Vamos, venga, la mochila, ¿llevas todos los libros? ¿Terminaste la tarea? Muy bien, qué listo eres mi niño, qué bueno que te guste estudiar. Ya sabes que si estudias mucho cuando seas mayor podrás elegir qué quieres ser. Si te esfuerzas hoy, mañana será hábito y serás el mejor en todo lo que te propongas. ¿Has pensado ya qué es lo que más te gusta hacer?

“Abrígate, mi sangre, que hace frío y no quiero que te resfríes, que luego estar malo es un rollo y no puedes salir a jugar. ¿Te acuerdas de la última vez, que te pasaste una semana con fiebre y sólo encontrabas consuelo en mis brazos? Toda la noche, tú y yo mano a mano, cambiándote la cataplasma de la frente, tomando tu temperatura cada hora para ver si la medicina hacía efecto y te encontrabas mejor. ¿Te acuerdas lo bien que te sentías cuando la enfermedad iba pasando? Con la medicina, la sopa que te hice, todas las horas que dormiste, y cuando me dijiste “Mamá, hoy tengo mucha hambre”. Entonces todo lo pasado no importaba, aunque no hubiera dormido en toda la semana, aunque mi único pensamiento había sido que te mejoraras, aunque no tuve tiempo de nada más que para ti. Cuántas veces pensé que por qué no era yo la que se enfermaba y no tú. Que yo lo paso por los dos, guárdame a mi niño, que esté sano y no sufra.

“Vamos al cole, venga, y de camino te cuento cuando eras chico y saliste de mi barriguita. Cuando naciste no querías salir, y papá y yo estuvimos esperando un tiempo hasta que te pudimos abrazar. Eras como un gatito que maullaba en vez de llorar, estabas suave y olías a un olor que no has vuelto a desprender. Ése día cambiaste nuestras vidas, chiquitín. La verdad es que mucho no nos dejabas dormir, ¡todo el tiempo querías estar con nosotros! Si no tenías hambre es que había una bomba biológica en el pañal y te cambiábamos rápido para que no se te irritara el culito, y si no, es que tenías sueño, y llorabas porque querías estar con mamá, porque con mamá, parecía, era donde mejor estabas. Ahí no había ni llantos ni lágrimas. Sólo calor y un sitio confortable en el que dormir.

“Ya hemos llegado, mi amor, pórtate bien, obedece a la profesora y sé bueno con tus compañeros. Cuando salgas del cole estaré aquí esperándote.

“¿Qué tal, mi vida? ¿Cómo fue tu día? ¿A qué has jugado en el recreo? ¿Te comiste todo? ¿Qué aprendiste hoy? Vamos, que te he preparado una merienda que te va a encantar. Haz primero la tarea y luego podrás salir con los vecinos a jugar. Vida mía, ten cuidado, no hagas el loco al jugar, no te caigas y te hagas daño. Acuérdate de lo que pasó el otro día, cuando te hiciste daño en la rodilla.

“Mientras preparo la cena métete en la ducha, ¡qué sucísimo estás! Así, frótate bien, que debajo de todo eso hay un niño rosita, que lo sé yo. Ahora sí, ¡qué bien hueles! Vamos, péinate y ponte el pijama que vamos a cenar. Así, vamos, tómate la verdura, que es importante para estar sano y crecer y ponerse fuerte. Aunque ahora no te guste ya verás cómo cuando crezcas te va a parecer mentira que hubo un momento en el que no te gustó.

“Lávate los dientes y leemos un cuento los dos juntos en la cama, así, mira qué bien lees ya, ¿a que es una historia muy divertida? Abrázame, dame besitos, así, fuerte, fuerte, ¿Qué te ha parecido tu día? ¿Estás orgulloso de todo lo que has hecho hoy? ¿Eres feliz? Yo también te quiero, mi amor, eres mi vida entera. Apago la luz pero te dejo la puerta abierta, yo ahora me meto en la cama y estoy aquí al lado. Duérmete mi niño, descansa tranquilo, que mañana es otro día para jugar y aprender.”

Y antes de dormirte acaricias su cara, sonrosada y calentita, le peinas el pelo revuelto con los dedos y ves la paz en sus ojos dormidos, le metes los pies por dentro de las sábanas, lo besas y le susurras que lo quieres, que darías la vida por él, que lo puede todo, que las tres palabras más poderosas del mundo son “Mamá, te quiero”. Le das gracias a Dios, a la vida y al universo por esta bendición que te ha dado. Y te acuestas con la esperanza de que mañana sea un día igual que hoy, con sus manchas en la ropa, las rodillas magulladas, el suficiente en inglés que ya se recuperará y las lágrimas por el enfado con su mejor amigo. Pides vivir muchos años para ver crecer a tu hijo y ser su protectora y su guardiana

Y pides por todos los padres que han sobrevivido a sus hijos, y pides que encuentren fuerzas de donde no las hay y que encuentren el consuelo que hoy han perdido. Porque ser padre es vivir con un corazón que late fuera de tu cuerpo. Y es por ese corazón por el que lo das todo.

Pides hoy, especialmente, por los padres de Gabriel, y los de Diana, y los de Marta, y los de Jeremy... Pides por todos los padres, por las familias, por los niños que hoy faltan y que han dejado una cama vacía, unos pies que nunca más se meterán por debajo de las sábanas y unos días que nunca volverán a ser los mismos.

Hoy dejo a un lado las bodas y pido que no suceda nunca más.