A Contraquerencia
Y Rafaelillo se convirtió en don Rafael
A Rafael Rubio se le conoce como Rafaelillo, así se anuncia él mismo en los carteles. Para redondear su destino clarea de pelo hacia lo rubiales y no sobresale por su estatura. Don Rafael a partir de ahora y para siempre, fue un niño prodigio que deslumbró por su inmensa capacidad de hacer cosas a los toros cuando levantaba dos palmos del suelo. Después de la gloria inicial de los primeros tiempos llegaron muchas cosas, etapas de todos los colores y con distintos puntos de partida y, lo más complicado, inestables puntos de llegada. Hacía un tiempo que medio caminaba en solitario, aun de la mano de Lionel, con escasos destinos y a punto de ser desterrado de un sistema devorador y demoledor a pesar de que se había hecho el camino entre las duras. Pero para complejas las maniobras de parte del entramado empresarial, derrotado y sin memoria. No me deja de sorprender lo que a algunos les cuesta mantenerse en pie y como es posible que a otros les veamos una y otra vez sin un alarde de desbancarse del amparo de la mentira. Una evidencia, y supongo que no hace falta dar muchos nombres, que nos vulgariza las ferias y los carteles en ese intercambio de cromos que manejan muy pocos, demasiado pocos. Y que día a día y año a año merman categoría a la Fiesta y la empobrecen.
Rafael amarró su única tarde en San Isidro en la última del serial como si se le fuera la vida en ello. En esencia. Y detrás de esa ansiedad hubo un toreo de calado desorbitado. Ayer fue capaz de hacerlo de nuevo. En Valencia y con la de Miura, que no es leyenda es realidad. A ver si ahora el sistema es capaz de abrir la puerta un poquito antes de que nos aburramos del todo los que estamos aquí. Enhorabuena, torero. Tardes así son las que mantienen el toreo de pie.
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