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Descenso al infierno angoleño de la mano de Kapuscinski

Imagen de “Un día más con vida” © Platige Films
Imagen de “Un día más con vida” © Platige Filmslarazon

Por Ana Rubio Jordán

“La guerra es instransferible” escribía el escritor polaco Ryszard Kapuscinski en 1976. El que es considerado por muchos el mejor reportero del siglo, escribió su primer libro sobre la guerra de Angola, país en el que vivió durante los meses de septiembre a noviembre de 1975. La guerra civil angoleña duró hasta 2002 y fue el conflicto más largo de África y uno de los más largos condicionados por el contexto de la Guerra Fría.

El territorio hoy ocupado por Angola comenzó a ser una posesión valiosa para los europeos cuando los portugueses se asentaron en sus costas para utilizarlas como bases en su circunvalación de África hacia la India. Kapuscinski conocía muy bien el continente desde que empezó a viajar como corresponsal de la Agencia Polaca de Prensa en la década de los 60. Lo que vivió en esos tres meses en Angola le marcaron lo suficiente para que la temática de su primera novela versara sobre una guerra que ha dejado más de un millón de muertos.

En “Un día más con vida” queda de manifiesto que África es la guerra. A pesar de que el periodista polaco se aleja de descripciones sobre casquería bélica, es una novela llena de sangre y sufrimiento ajeno. No en vano ese empatizar con el dolor de las víctimas es lo que le hicieron merecedor del premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003, premio que recibió por “su preocupación por los sectores más desfavorecidos y por su independencia frente a presiones de todo signo, que han tratado de tergiversar su mensaje”.

Hace casi diez años el director navarro Raúl de la Fuente leyó la novela y pensó que podía ser el guion de una buena película. Y decidió embarcarse en un proyecto largo, de cuatro años de trabajo en el cine de animación, que ha sido presentado en la sección Oficial fuera de concurso del Festival de Cannes. Junto con el también director el polaco Damian Nenow, reconstruyen en la película del mismo título la epopeya vivida por Kapuscinski en Angola.

Ambos cineastas han decidido aunar en este proyecto el cine de animación con imágenes en las que algunos de los personajes reales que protagonizaron aquella guerra recuerdan delante de la cámara lo que ocurrió allí. Y ha resultado una buena mezcla la asociación entre sus testimonios y la reconstrucción mediante brillantes dibujos animados de lo que el periodista polaco vivió en el país africano. “Vi claramente la forma que debía de tener, la amalgama entre secuencias de animación y momentos documentales rodados en los mismos sitios que había estado Kapuscinski”, declaraba el director navarro.

La narración es épica y emotiva. Kapuscinski ha sido el viajero de las rutas no oficiales. En su viaje por el sur de Angola en busca del comandante Farrusco, hombre al mando de la frontera con Sudáfrica, el periodista conoció a varios personajes que cambiaron su modo de ver el conflicto. Para sorpresa de los directores, algunos de ellos aún permanecen vivos y pudieron grabarles en lo que constituye un valioso material de imágenes que se mezclan de forma magistral con la narración animada.

De la Fuente asegura que muchos de los que entrevistaron recuerdan a Kapuscinski con “cariño”. Dentro de la duda planteada sobre si la misión del periodismo es informar de la manera más objetiva posible acerca de un conflicto o que los periodistas tengan clara la identidad de los buenos y los malos y se impliquen en un constante apoyo a los primeros, lo que no cabe duda es de que el periodista polaco se hizo querer por su cercanía a los más débiles.

Dentro de la práctica de un periodismo de querer cambiar el mundo, Kapuscinski aparece como una especie de salvador, dispuesto a fotografiar siempre a quien se lo pedía, muchas veces soldados a punto de morir que solo querían que quedara constancia de su sufrimiento inútil. El periodista no solo intentó ayudar a la causa en la que creía, si no que plasmó lo que allí vio y vivió a través de su brillante escritura. Para los directores del filme, este experimento cinematográfico pretende «convertir al espectador en copiloto del viaje que emprende Kapuscinski, dar cuenta del sinsentido de la guerra, homenajear a los civiles masacrados en el conflicto». En cualquier caso, nunca está de más reivindicar la obra del genio polaco.