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¿Qué pasa en el mundo cuando parece que no pasa nada más?
Por Ramón Oliver
La tiranía de las grandes noticias provoca que el resto de la actualidad quede anulada a ojos de la audiencia.
DUI ‘suspendida’, 155 ‘activado’... el siguiente capítulo del desafío independentista está aún por escribir. Lo que es seguro es que sea lo que sea lo que acontezca (sin ir más lejos, el lunes, la fecha límite que ha dado Rajoy a Puigdemont para responder al requerimiento del Gobierno) los ciudadanos lo sabremos casi instantáneamente. Porqueen lo que sin ningún género de dudas la crisis catalana se ha llevado el gato al agua es en acaparar por completo las agendas de los medios de comunicación. No hay televisión, radio, periódico, revista o página web en España que no abra y cierre sus espacios informativos (y los que no lo son) con vueltas y revueltas de tuerca sobre el monotema. Todos ellos, cada uno desde su particular enfoque más o menos apasionado y/o interesado, nos inundan con anuncios, análisis, interpretaciones, reacciones, bulos, comentarios, propaganda, reflexiones, proclamas y todo tipo de informaciones de apoyo que buscan aportar un nuevo prisma, ángulo o punto de vista a la misma cuestión. Ya va para dos semanas (más el previo), y, tras lo sucedido el 10-O en el Parlament, todo hace indicar que la cosa va para largo.
Y no es que la importancia de los hechos no merezca semejante grado de atención. Sin duda, el nivel de cobertura está a la altura del interés y preocupación que nos despierta a todos los españoles (y a los europeos) la gravedad de estos hechos de trascendencia histórica.
El mundo mira hoy con inquietud y expectación hacia España. Es lógico que el problema independentista ocupe y preocupe. ¡Cómo no va a acaparar las portadas nacionales si abre hasta las del Financial Times! La cuestión es, ¿qué sucede en el resto del país/continente/planeta mientras se dirime el conflicto catalán? Porque aunque los medios no las recojan, los ciudadanos intuimos que están sucediendo más cosas.
Con la salvedad de Deportes (esa es sagrada y además estaba Piqué), las otras secciones de los distintos medios de comunicación se han visto desplazadas por la tiranía del problema territorial. Algunas como Sociedad, reducidas a su mínima expresión; otras como Economía o Internacional han logrado mantener su estatus en escaletas y planillos a costa de catalanizar significativamente sus contenidos, con el masivo éxodo empresarial, los primeros; y con las repercusiones más allá de nuestras fronteras, los segundos. A Cultura o Ciencia, habituales damnificadas cuando se produce una macro noticia como esta, les han salvado un poco los muebles los Premios Nobel de Literatura o Medicina. Ocio ha podido respirar gracias a la exuberancia promocional de algún super estreno como el nuevo Blade Runner.
Para hacernos una idea de la magnitud del despliegue, las ediciones digitales de los principales periódicos españoles del día 10-O, la fecha elegida por Puigdemiont para su comparecencia, abrían con un mínimo de 12 informaciones relacionadas con el desafío independentista. Aproximadamente el mismo número de páginas que, por término medio, se ocupaban de la cuestión en las ediciones impresas del día siguiente. Más drástica fue la ocupación informativa en televisión. La noche de autos, directamente no hubo más noticias en informativos como el de TVE.
Entre las noticias que han pasado más o menos desapercibidas a causa del CatalunyaGate a lo largo de este periodo, las conclusiones de la Fiscalía en el caso Gürtel, los últimos movimientos militares de Trump frente a Corea del Norte o el escándalo sexual del productor de Hollywood Harvey Weinstein. Algunas, como las consecuencias del todavía recientísimo terremoto en México, directamente han desaparecido de la oferta informativa. Y lo mismo sucede con muchísimas otras de las que nunca sabremos, enviadas al limbo noticiable por culpa de su inoportuna sincronía con el embrollo catalán.
Sí, evidentemente la actualidad manda. Pero esa omnipresencia a la que los medios elevan el asunto catalán prácticamente nos impide a los ciudadanos poder hablar o pensar en otra cosa. Y no está claro que eso ayude a resolver la cuestión. Quizá necesitemos salir un poco del foco, ganar perspectiva para asimilar tanta información (y ruido) y bajar pulsaciones.
Por el bien del país, esperemos que pronto vuelva la normalidad política. Y, ya de paso, la normalidad informativa.
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