Opinión
La Huella de Carlos
Triunfó como profesional y deja huella como persona. Carlos estaba siempre pegado a su violonchelo. Acudía, sin poner pegas o excusas, allá donde lo llamaran, para acompañar un recital de poesía, colaborar con una asociación benéfica o participar y dar lucimiento a un encuentro solidario. Atesoraba una brillante carrera profesional, de la que jamás alardeó.
Para Carlos Fernández Buey, lo que importaba era disfrutar de la música y compartirla con cuantos más mejor. Si había un músico comprometido en Castilla y León, ese era Fernández Buey. Además de atender con esmero sus tareas de profesor en el conservatorio de Valladolid, al igual que antes en otros, a lo largo y ancho de España, Carlos fue una de esas personas que pertenecen más al cielo que a la tierra. Este fin de semana hubiera cumplido 61 años.
Pero un cáncer de páncreas acabó con él en cuatro días. Con el bicho enroscado en su inseparable violonchelo, acudió hasta el último día a la cita con sus alumnos. Vivía instalado en la aceptación y la gratitud, por eso no perdió nunca la sonrisa, ni cuando apretó el dolor más de la cuenta. Fue uno de los mejores violonchelistas de España. Para la historia de la música quedan sus dúos con el guitarrista Eduardo Pascual, la flautista Marta Montero o La arpista Aine Dominguez; miembro del Quinteto Boccherini y el Trío Barroco_entre otros_, y las sinfónicas de algunas de las principales ciudades de España, acreditan su sobresaliente trayectoria. Pero lo más importante de este palentino universal, fue su bondad, esa capacidad para echar una mano donde hiciera falta y hacer el bien de la manera que fuera, con o sin violonchelo. Sus alumnos lo adoraban.
Pero yo me quedo con su amor a los demás; con esa disponibilidad para enseñar y compartir desde la alegría y el entusiasmo. Me conmovía su disponibilidad, su entrega a los demás. Era inmensamente feliz como padre y esposo, no podía disimularlo, como tampoco su capacidad para trasladar ese contento y esa dicha a los suyos y hacer el día a día más vividero.
Con esta gacetilla, rindo homenaje en Carlos _y a través suyo_, a esos hombres y mujeres de corazón sencillo y limpio, que van derramando bondad sin hacerse notar; apasionados de sus oficios y capaces de culminar obras meritorias, aunque su humildad impida que se les conozca en plenitud. Carlos fue uno de ellos; uno de esos seres que dan sentido a la vida.
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