Sociedad
La perrita Chispi
Nuestros pequeños-grandes compañeros, nuestros miembros de la familia, nuestras mascotas arraigan muy profundo y fuerte en el alma siendo lo más representativo y reflejo directo de nuestro ser; nunca la frase “el perro es igual que el dueño” ha cobrado tanto sentido como en la época actual.
No he de negar que en casa llevamos meses de lo lindo con idas y venidas funerarias: la tortuga Otto y Stella el hámster hace poco que partieron a mejor vida dejándonos con un sabor agridulce respecto a lo que significa querer a un animalito como a alguien de tu vida más cercano sin olvidar por supuesto a las personas.
El problema subyace en que, llegado un momento, estos pequeños seres vivos que contienen nuestros sentimientos y a los que se les ama con todas nuestras fuerzas tienen que partir debido a que la duración de nuestros ciclos vitales es muy diferente a la suya.
Pero hoy quiero hacer especial mención a un alma noble, cariñosa y entregada. Hoy quiero hablar de Chispi. Tuve la suerte de conocer a esta brillante perrita allá por 2015, aquel año yo estaba atravesando un delicado momento de salud debido a una terrible y grave intoxicación por anisakis que me dejó literalmente postrado en cama durante semanas, no voy a entrar en el cuadro de síntomas pero imaginad una constante inflamación autoinmune de tu cuerpo durante meses. Me acuerdo que mucha gente cercana directamente desapareció, tal vez asustada de enfrentarse a lo que realmente significa la palabra amistad; otros como Rodrigo, Víctor y Alejandro estuvieron al pie del cañón ayudando y animando hasta que terminó todo el proceso.
Y entre ellos apareció Chispi, una deliciosa Yorkshire Terrier Mini que a lametazo limpio me hizo reír y disipar mi terrible mente en aquellos días. A raíz de ahí ella siempre fue mi amiga, cada vez que nos veíamos su instinto animal se vestía de sus mejores galas ofreciendo un comportamiento digno de un largometraje Disney. Única superviviente de una camada, criada en solitario por una familia de maravillosa bondad, era el perro más humano que he conocido nunca. Excepcional en su especie y en su forma de ver el día a día, nos llenó de sonrisas, de buenos momentos y de recuerdos inolvidables que han pasado ya a nuestra memoria perpetua.
Pero “la vida es sólo un truco” recitaba Toni Servillo en La Gran Belleza de Paolo Sorrentino y como tal debemos saber que las reglas del juego, por mucho que amemos y que odiemos, no van a cambiar nunca. La Parca llamó a la puerta de nuestra amiga este fin de semana y al ver que estaba bien acompañada se mantuvo alejada unas horas hasta que finalmente nuestra querida perrita decidió ir al reino de la tranquilidad, de la paz y de los cojines eternos llenos de sus mejores mantitas suaves y perfumadas.
De nada sirve la fama, el dinero y el poder si uno en esta vida no se siente realmente amado, yo he tenido esa suerte por parte de este ángel sin alas que me enseñó varias cosas: la primera a dar la importancia justa y suficiente a los problemas, la segunda a divertirme sin necesidad de buscar un porqué y la tercera a querer incondicionalmente a aquellos que de verdad te quieren.
Tenemos mucho que aprender aún de los animales, de los buenos, de los bonitos que irradian simpatía y cariño, porque creo que en sus ojos radica muchas veces el verdadero secreto trascendental de cómo debemos entender el tiempo.
Mi querida Chispi, ella siempre estará en los corazones de la familia Collado y en el mío propio. Gracias por tanto en tan poco tiempo pequeña, dejas un legado excepcional a todos nosotros
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