Opinión

La mujer femenina

¿Cómo se consigue el desarrollo integral como madre y profesional, sin dejar por ello de ser mujer y femenina?

Que los movimientos feministas han logrado que la mujer gane en derechos y pueda realizarse en lo profesional, es algo incuestionable. Como lo es que la identidad femenina existe y así ha sido reconocida y celebrada por pensadores e intelectuales de todas las épocas y tendencias.

La mujer femenina, con su vigorosa capacidad para caldear la existencia y humanizar el vivir, está ahí; y no estoy hablando de antiguallas. Al contrario: sin la mujer femenina, sin su ternura y entrega generosa, ni hay vida, ni merece la pena vivirla. Espero que no me prendan fuego por hacer estas afirmaciones. Aunque no lo descarto. Otro cantar es el precio personal que siguen pagando demasiadas mujeres, a la hora de tomar decisiones como la de ser madre, por poner un ejemplo. Aspirar al equilibrio entre maternidad y desarrollo profesional, continúa siendo una meta difícil de alcanzar, por más supuestos avances progresistas que nos presenten a diario.

¿Cómo se consigue el desarrollo integral como madre y profesional, sin dejar por ello de ser mujer y femenina? Se me ocurre alguna idea: que los gobiernos y las instituciones apoyen decididamente el fomento de la maternidad, algo que están muy lejos de hacer o que dejen de apoyar bajo cuerda un mundo demasiado masculino.

Cuando la mujer femenina, sostiene María Calvo, valiente defensora de la equidad entre hombre y mujer, “después de tantos siglos de lucha por la igualdad, estaba por fin, en los países desarrollados, en una posición favorable, apoyada por el poder público y la opinión social, para hacer compatible su feminidad con su vocación profesional”, de pronto se fue todo al carajo. Motivo: el enfrentamiento antinatural entre hombre y mujer. El caso es que, más allá de demagogias y camelancias, las cosas para las mujeres no están, a la hora de la verdad, mejor que antes.

Al contrario: han ido a peor. No existe mayor error que sembrar la semilla de un conflicto entre sexos, para encanallar la vida de unas y otros. Pues eso es justamente lo que está pasando. Lo reconocen ya públicamente, sin temor a ser tachadas de lo que sea, infinidad de mujeres muy femeninas: “si existe algún movimiento que se haya pasado de frenada, ese ha sido el feminismo de las últimas décadas”. Mal iremos, muy mal, mientras no se considere la maternidad, con su carga femenina, como la fuerza poderosa que es.

Te invito, amable lector, a que me digas si existe algo más grandioso que la capacidad para engendrar un hijo y convertirse en madre. Pues lo están poniendo muy difícil. Se olvidan de que la maternidad tiene una inclinación natural a preocuparse y ocuparse de las personas que configuran su entorno vital, más allá de toda situación histórica, política, o social, que hace la vida más vividera. ¿Por qué no reconocer lo que es como es y apoyarlo decidida y plenamente? Pues no.