Opinión

La generación cobarde

Natalia G. Santa María firmando en la Feria del Libro de Madrid
Natalia G. Santa María firmando en la Feria del Libro de MadridLa Razón

Asegura Natalia G. Santa María, una de las voces poéticas revelación de este año, que la suya es una generación cobarde, porque “...tiene miedo de  querer y de que la quieran”. Pero también porque “canta al amor sin saber qué es, si es que existe, ni dónde encontrarlo”.  Acaso es una generación que huye del sentir, porque ni siquiera sabe interiorizarlo.

“La generación cobarde”, es el título de su obra; un libro verdadero,  todo hay que decirlo, que no se anda con paños calientes y agarra el toro por los cuernos, tras el capote de una editorial necesaria, audaz: “Con M de Mujer”. Hablan estos versos no sólo del amor romántico, sino de ese otro “que a veces se esconde entre  lo que fuimos, o  no supimos ser, pues nos obligaron a ser”, tanto tiempo calentándonos “junto a pequeñas hogueras/que prometen calor /pero no queman/.

La autora, que redacta con versos de carne, que es como se debe escribir y no con palabras de plástico, admite ser, sin pudor alguno, “la reina de la mentira”. Sabe “cómo fingir sonrisas,/como fingir orgasmos, /como fingir indiferencia”. Es: " la que finge que no siente/ y que quiere vivir siempre en libertad”. Pero hay más: su poesía está medulada por la única certeza que mueve el mundo: la libertad de estar preso en alguien. La libertad del amor. Verdad que, al decir de Luis Cernuda, justifica la existencia: “si no te conozco no he vivido;  si muero sin conocerte, no muero porque no he vivido”.

Natalia G. Santamaría, proclamará también, como Neruda o Lorca, que “aunque no queramos reconocerlo/en el fondo sabemos que/ el amor  es lo único/que puede hacernos libres”. Nuestra poeta, tan joven que no tiene edad, añora “el calor de otro verano cuando sonaba Sabina, había cerveza y olía a promesa”. Pero aún así,  avisa a los que proclaman que las leyes están para romperlas que primero hay que conocerlas.

Parecería que la criatura tiene, pese a las apariencias,  los pies clavados en el suelo; tal vez por eso eligió estudiar Derecho, para romper luego más de una regla. Además de escribir versos _algunos notables, ciertamente, otros  más flacos_,  la irreverente poeta gusta también de la  interpretación y promete darnos  tardes de gloria, a juzgar por su paso por  escenarios alternativos.

La sustancia de esta “Generation cobarde” que G. Santanaría ha presentado con un éxito que, ni ella ni sus editores  esperaban,  en las Ferias del libro de Madrid, de Barcelona, de Zaragoza y algún otro lugar de España es, en realidad, la historia de toda una generación que se desnuda, sin  trampantojos, osadamente: “sé que hay que huir/de  los incendios /aunque te den la vida /porque al final /acabas siendo cenizas”.

Y aunque intenta evitarlo reconoce que, a veces, le gane el vendaval del vivir y la arrastre invencible para caer hasta el fondo, Hasta que " las paredes me asfixian/ me falta el aire/ Y me debato entre la luz / y lo oscuro de soltar la cuerda/dejando que todo se hunda”. Estamos ante una voz decidida y recia, que pertenece a esta nueva generación de poetas capaces de decir lo que es como es y no como conviene que sea: “ser feliz no es la opción real/con la que todos nos identificamos”.

Son jóvenes escritores a los que no es ser feliz lo que les inspira sino  ser libres " siempre y cuando sepas cómo arreglar los posibles destrozos”, claro. Aunque sigan teniendo miedo, como nuestra poeta: “A querer, a sentir, a quemarme,/a romperme, a arriesgarme, a vivir”. Pero no. Ya no.