Sociedad

El otro es una riqueza

Si el mundo estuviera gobernado por mujeres, no habría tantas guerras, seguro; porque quienes tienen la dicha de dar la vida, no tomarían tan fácilmente decisiones de muerte. Del mismo modo, al Papa Francisco le gusta pensar que, si el mundo estuviera gobernado por jóvenes, no habría tampoco tantas guerras; porque los que tienen toda la vida por delante, no querrían destrozarla y tirarla a la basura, sino vivirla en plenitud. No lo sé, porque yo sé pocas cosas; pero es posible, muy posible que así sea.

El caso es que hoy quiero dedicar estas letricas a la educación, ya que sin educación no hay nada. De eso sí estoy completamente seguro. Como lo estoy de que educar es no sólo conocerse asimismo, sino también conocer al otro. No dejarse arrastrar por ideologías miopes, que quieren mostrarnos al otro, al que es diferente, como un enemigo.

El otro es una riqueza. La experiencia de millones de estudiantes europeos que han participado en el proyecto Erasmus atestigua que los encuentros entre personas de diferentes pueblos ayudan a abrir los ojos, la mente y el corazón; es bueno abrir bien los ojos, para tener holgura de vida, compartir y darse a los demás. Para no discriminar a nadie, por ningún motivo y ser solidario con todos, “no sólo con los que se parecen a mí, o muestran una imagen de éxito, sino con aquellos que sufren, sin importar su nacionalidad o condición social”. Lo acaba de recordar hace un par de días el Papa, con motivo de un encuentro internacional de jóvenes, y me ha parecido que valía la pena reflexionar sobre sus palabras y compartir estos pensares y sentires de Francisco contigo, amable lector, a través de esta gacetilla.

No olvidemos que, en el pasado, millones de europeos tuvieron que emigrar a otros continentes en busca de un futuro. Entre ellos, millones de españoles, víctimas de la guerra incivil, de la miseria y la ausencia de horizonte para sus vidas. “Vosotros, jóvenes europeos tenéis una misión importante. Si en el pasado vuestros ancestros viajaron a otros continentes no siempre por intereses nobles, ahora os toca vosotros presentar al mundo una nueva cara de Europa”, asegura Francisco, quien aprovecha para convocar a un gran pacto educativo que sirva para educar a todos en una visión más fraterna, basada no tanto en la competitividad, como en la solidaridad: “que vuestra mayor aspiración queridos jóvenes no sea entrar en entornos educativos de élite, donde únicamente pueden acceder los que tienen mucho dinero.

Estas instituciones suelen tener interés en mantener el status quo en formar a las personas para que el sistema funcione tal y como está. Más bien hay que valorar aquellas realidades que combinan la calidad educativa con el servicio a los demás, sabiendo que la finalidad de la educación es el crecimiento de la persona orientado al bien común. Son estas experiencias de solidaridad las que cambiarán el mundo, no las experiencias exclusivas y excluyentes de las escuelas de élite.

Excelencia si, pero para todos, no meramente para algunos”, asegura este hombre providencial al que la inmensa mayoría queremos tanto. Educar en la fraternidad, eso sí que lo cambiaría todo. Una mirada generosa y abierta, capaz de ver más allá. ¿Acaso hay una mejor manera de transformar el mundo? El mal necesita cómplices para abrirse paso, pero el bien también los precisa.