Patrimonio

De cero a 50.000 visitas al año: el milagro del Monasterio de Rioseco

Un sacerdote rescata un convento medieval que atrae a miles de voluntarios y turistas a este lugar de la provincia de Burgos

Iglesia de Santa María de Rioseco
Iglesia de Santa María de RiosecoLa RazónLa Razón

Cuando Juan Miguel Gutiérrez llegó en 2006 al Valle de Manzanedo (Burgos) como nuevo párroco, no podía sospechar el vuelco que iba a dar su vida. Parecía un destino sencillo y tranquilo, responsabilizándose de las parroquias de 16 pueblos que, entre todos, no sumaban más de 120 habitantes. “También hay un monasterio”, le dijeron los vecinos.

Le costó encontrarlo: estaba completamente tomado por la maleza y abandonado desde que Mendizábal decretara en 1835 la expulsión de los monjes cistercienses que habían vivido en el lugar desde el siglo XIII.

“Había muchos vecinos que ni siquiera habían oído hablar de él”, asegura el sacerdote. El panorama que se encontró en el monasterio burgalés de Santa María de Rioseco, a orillas del río Ebro, en el Valle de Manzanedo, en Las Merindades de Burgos, era verdaderamente desolador: casi todas las bóvedas, salvo las de la iglesia, se habían hundido. El claustro había sido expoliado y muchas de sus piedras habían desaparecido víctimas del vandalismo y el saqueo.

Pero eso no arredró a Juan Miguel, que logró reunir un puñado de voluntarios de sus pueblos para empezar a desbrozar el cenobio. Después vinieron más y más voluntarios, y fue posible poner en marcha unas semanas de voluntariado durante los veranos. Hasta ese rincón de la España abandonada comenzaron a llegar cientos de jóvenes y no tan jóvenes no solo de España, sino de varios países del mundo con el deseo de echar una mano en la rehabilitación del monasterio. “Se alojan en las casas de la gente de los pueblos y los propios vecinos preparan la comida para que no les falte de nada a los voluntarios”, explica Juan Miguel.

En una entrevista que acaba de aparecer en el canal de YouTube “Creo TV”, el sacerdote burgalés explica que el monasterio fue construido a partir del siglo XIII en la ribera del río Ebro y en él permanecieron los monjes del Císter hasta el siglo XIX, cuando empezó su decadencia. Incluso algunas estatuas de santos se utilizaron para el relleno de la presa que hay cercana.

Ahora, gracias al trabajo de los cientos de los voluntarios que han pasado por el cenobio durante estos 15 años, Rioseco ha ido recuperando la serena grandiosidad de aquel lugar que antaño estuvo consagrado a la vida de oración y alabanza.

Según el contador de visitas del que disponen en la entrada digital, se encuentran muy cerca de llegar a los 50.000 visitantes antes de que acabe 2022. Esta afluencia de público ha permitido la contratación de una persona a tiempo completo en el monasterio y aspiran a convertirse en un motor de dinamización turística de la zona.