Patrimonio
El cura de la motosierra que salvó de la ruina a más de 600 iglesias
Fermín González, que actualmente trabaja con presos, ha construido con sus propias manos y con la ayuda de voluntarios más de 1.700 estructuras de madera en la provincia de Burgos
La vida está llena de historias increíbles. De gente altruista y comprometida que, de la nada, ha conseguido cosas inimaginables como fue la de Justo Gallego, el agricultor y albañil que sin tener ninguna formación relacionada con la construcción, dedicó 60 años de su vida para levantar una iglesia con sus propias manos en el municipio madrileño de Mejorada del Campo como agradecimiento a la Virgen por curarle de tuberculosis.
Esta una historia de superación sin igual pero hay otras, también dignas de mención y no menos importantes, que han contribuido a hacer de este mundo algo mejor y sobre todo dar un futuro a las personas que viven y trabajan en el medio rural.
Es el caso de Fermín González, un sacerdote de 68 años que ha estado durante casi cuatro décadas ejerciendo de cura en pequeños municipios de la provincia de Burgos de la zona del partido judicial de Lerma como Puentedura o Cebrecos, en los que, además de hacer de párroco y atender las necesidades religiosas y espirituales de los habitantes de esta comarca del Arlanza, se ha remangado e implicado a fondo en la restauración y mantenimiento de las iglesias, templos y ermitas de cientos de pueblos burgaleses.
En concreto, según cuenta Fermín a LA RAZÓN han sido más de 600 las iglesias, ermitas y templos en las que ha intervenido junto a vecinos voluntarios que le han ayudado en esta misión de constancia y fe- a una media de cuarenta al año, en la que calcula que han llevado a cabo hasta 1.700 estructuras de madera.
Un dato inigualable, y una persona detrás de todo a la que apodan el cura de la motosierra, que tampoco tenía conocimientos de construcción aunque sí una pasión por el dibujo y el arte y, sobre todo, por ayudar a las gentes del medio rural.
“Empecé a lo bobo cuando me di cuenta de que muchos templos necesitaban de cuidados y mantenimiento, y al final han sido más de 22 años construyendo tejados por todos los pueblos”, apunta este inquieto religioso, quien recuerda sus inicios ante el ruinoso tejado de la torre de la iglesia de Cebrecos, y como ante la falta de financiación, tuvo que realizar el mismo la reconstrucción junto a voluntarios del municipio que le ayudaron a desmontar el tejado del templo e incluso copiar la técnica mozárabe de los siglos XII y XIII para su construcción. No sin antes haber dedicado tiempo a tomar medidas, levantar los planos de la iglesia, dibujar estructuras y calcular la madera que iba a hacer falta para luego cortarla con la motosierra y montar la estructura.
Fermín explica que el mantenimiento lo hacían por fases y que llevaron a cabo trabajos de cimentación de muros, cubiertas. También destaca que, pese al desconocimiento, el trabajo en sí “no era complicado técnicamente. «Hay muchos trabajos para los que no hace falta ser un arquitecto y que lo pueden hacer cualquiera, como seleccionar las tejas o el de aplicar un barniz contra la carcoma”, apunta, a la vez que asegura que “con cuatro herramienta” como quien dice, entre ellos una escuadra o una motosierra, han podido arreglar estas iglesias. E incluso se muestra orgulloso de haber conseguido unos artesonados muy logrados “que han añadido un poco más de valor a los trabajos”.
Y aunque admite que a lo largo de esos más de veinte años de reformas han tenido que corregir alguna pieza de algún templo, se muestra confiado en que lo realizado aguantará, debido también a la calidad de la madera utilizada, de pino natural de Soria y Burgos.
Un trabajo bien hecho que llegó a oídos del Arzobispado que desde entonces decidió contar con la colaboración de Fermín y sus voluntarios para llevar a cabo las siguientes reformas.
Cuenta este religioso que ya dejó hace seis años esta labor y que ahora se dedica a ayudar a presos que están en la cárcel pero señala el orgullo que siente por lo hecho en este tiempo y agradece que se lo recuerden por la calle cuando le ven. “Ha sido una experiencia que no se olvida porque detrás de ella hay un gran trabajo y sacrificio de muchas personas y con pocos medios, pero lo mejor y más reconfortante de todo es el sentimiento de pueblo y de comunidad que había”, destaca.
De hecho, explica que lo han hecho es otra manera de crowdfunding, pero a la antigua. “Como no teníamos dinero para ayudar, pues lo que hacíamos era aportar nuestro esfuerzo y nuestro trabajo”, apunta.
Nadie ha tomado el relevo de Fermín desde que lo dejó. De hecho, reconoce que hoy en día con las máquinas y la tecnología tan precisa existente ya no sería lo mismo. Si bien, insiste en que levantar las cubiertas entre los vecinos es una forma de hacer comunidad y que solo por ello “igual habría que recuperarlo”.
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