Gastronomía
Alma Carraovejas dice adiós a su proyecto más ilusionante por falta de relevo
Angelines, de la Panadería Cáceres, seguirá vendiendo el tradicional pan de coscoja y otros productos a pequeña escala en Campaspero hasta que se jubile dentro de poco más de un año, pero ya sin reparto a hoteles, restaurantes y comercios de la Ribera del Duero
No ha podido ser y finalmente Alma Carraovejas, el grupo empresarial enograstronómico que lidera desde la localidad vallisoetana de Peñafiel el joven segoviano Pedro Ruiz Aragoneses, va a tener que desprenderse de uno de sus proyectos, quizás el más romántico, pero también el más complicado, por las dificultades que han tenido para encontrar a gente que pudiera llevarlo.
Se trata de la Panadería Cáceres y el pan de coscoja típico de Peñafiel que Angelines y José elaboran en este negocio situado en la vecina localidad de Campaspero, junto a otra serie de productos como las magdalenas, las pastas de piñones y almendrás, la también popular torta de chicharrones, la rosquilla de palo o el bollo de azúcar, además de otros tipos de panes y barras.
Una historia que empezó hace casi un siglo en esta zona vallisoletana, primero con los abuelos y después con los padres y los tíos de Angelines García Cáceres, que luego está última prosiguió y renovó junto a su marido José de la Fuente a partir del año 1995 en la Panadería Cáceres.
Y un proyecto que, por desgracia para los que viven en la zona de Peñafiel y los miles de turistas que se acercan cada año a ella para degustar sus afamados vinos de la Ribera del Duero y comer en sus restaurantes el tradicional cordero lechal al horno de leña, parece que ahora sí que tiene fecha de caducidad.
De hecho, según ha podido saber este periódico, será este próximo 30 de junio cuando el grupo Alma Carraovejas se desligará de este negocio familiar.
¿El motivo?
Pues que desde que el pasado verano se formalizase la compra de la panadería por parte de Alma Carraovejas, Ruiz Aragoneses, Angelines y José han intentado por todos los medios encontrar personal que quisiera o pudiera coger las riendas de este proyecto gastronómico pero no han podido conseguirlo, según ha confirmado el propio empresario a LA RAZÓN
"Es una pena, pero nos ha sido imposible encontrar a alguien que estuviera dispuesto a trabajar y dar continuidad a este negocio", señala el empresario a este periódico, que ya era consciente de las dificultades cuando decidió comprar esta pequeña empresa pero grande en calidad, para mantener un legado que es patrimonio de la zona.
"Nuestra idea siempre fue la de que no se perdiera una receta forjada y mejorada a lo largo de más de tres décadas de oficio artesanal por Angelines y José", señala Ruiz Aragoneses, triste y apenado porque para él este pan de coscoja "es patrimonio de Peñafiel" y encajaba muy bien en su filosofía de apostar por proyectos singulares que buscan preservar elaboraciones tradicionales de la zona y seguir desarrollando un oficio artesano en riesgo de desaparecer, mientras se revaloriza el patrimonio cultural y gastronómico local, y todo ello con el ambicioso reto construir un legado único.
Además, según cuenta, en lo económico los números "están siendo positivos", por lo que aún le da más rabia tener que desprenderse de este romántico proyecto en el que tenía puestas grandes expectativas, y como base para mejorar la receta pero también para seguir investigando en este mundo del pan y los cereales.
Durante este año que han estado al frente del negocio, Alma Carraovejas ha mantenido la venta de los productos que elaboran en la Panadería Cáceres de Campaspero y han seguido e incluso aumentado el reparto a los restaurantes, hoteles y varios comercios de Peñafiel y alrededores en los que se pueden todavía adquirir sus productos, sobre todo el pan de coscoja -grande y mediano-, y las magdalenas. Algo que concluirá a partir del 30 de junio
Ruiz Aragoneses señala que han realizado inversiones importantes para poner al día las instalaciones, y que han crecido incluso en la cifra de negocio, pero que finalmente han decidido finalizar el proyecto ante la imposibilidad de dar una continuidad a nivel formativo y laboral tras la jubilación de José.
Desde Alma Carraovejas agradecen sinceramente a todas las personas implicadas en Panadería Cáceres, con especial hincapié a quienes lo hicieron posible desde el obrador, el matrimonio Angelines y José, así como a Enrique -que se incorporará al grupo enogastronómico-, y a quienes han acompañado esta apuesta desde todas las áreas de Alma.
"Seguiremos comprometidos con la búsqueda de iniciativas que conecten con el entorno y sus raíces y valores, siempre desde el respeto, la sostenibilidad y la excelencia", señala el CEO de Alma Carraovejas
El grupo empresarial resta así una de las once patas con las que contaba, y se mantiene con la bodega Pago de Carraovejas y el Restaurante Ambivium, en Peñafiel; Ossian, en Nieva (Segovia); Milsetentayseis, en Fuentenebro, en la ribera de Duero burgalesa; Viña Meín Emilio Rojo, en la cuna del Ribeiro (Galicia); Aiurri, en la Rioja Alavesa; Marañones, en la DO Madrid; Compañía de Vinos Tricó, en las Rías Baixas; Fundación Cultura Líquida y Alma Carraovejas Distribución.
Pequeña esperanza
"No hay gente que lo quiera llevar y ni siquiera ayudar; no encontramos a nadie", lamenta Angelines en declaraciones a LA RAZÓN, quien señala que su marido se jubilará el próximo 19 de julio pero que su objetivo ahora es la de mantener abierta la tienda hasta que le llegue a ella el turno de jubilarse en septiembre del año que viene.
En este sentido, confirma a este periódico que el 30 de junio será el último día en el grupo Alma Carraovejas siga al frente del proyecto, pero avanza que su idea es la de quedarse ella sola trabajando y vendiendo el pan de coscoja y los otros productos a pequeña escala solo en la tienda de Campaspero. Por lo que se acabaría el reparto a restaurantes, hoteles y comercios de Peñafiel y comarca.
"Es una pena y fue bonito mientras duró, pero no hay nadie que quiera trabajar en este negocio", insiste Angelines, para quien la mayoría de la gente "quiere ganar mucho y trabajar poco", algo que en este gremio es todo lo contrario, aunque como ella siempre ha destacado su negocio es, aparte de muy bonito, rentable, pero no parece que eso haya sido suficiente.
Pese a todo, no pierde a esperanza y confía en que en este año y tres meses que le faltan para jubilarse y decir adiós para siempre a la panadería de su vida, pueda aparecer alguien "con empeño y corazón"que pueda sar capaz de darle continuidad.