
Curiosidades
La singular leyenda que dio nombre a la ermita más literaria
Castilla y León es una tierra repleta de mitos que han pasado de padres a hijos a lo largo de los siglos, y que aún hoy sobreviven y se han convertido en foco de atracción turística

Castilla y León puede presumir de contar con un patrimonio cultural, monumental y medioambiental incomparable, además de un legado antropológico sin igual y de un mundo mágico repleto de pueblos abandonados, también de brujas, pasadizos secretos, castillos encantados y leyendas y mitos que han pasado de padres a hijos a lo largo de los siglos, y que aún hoy sobreviven y se han convertido, además, en foco de atracción turística.
Historias sorprendentes e incluso espeluznantes que casi siempre surgieron a partir de un hecho real, pero que a lo largo del tiempo han ido adaptándose a otras situaciones para dar respuesta a las necesidades de quienes las transmitían, bien para obtener una moraleja, bien para explicar algún hecho anecdótico o simplemente para seguir atrayendo a curiosos al lugar.
En la provincia de Soria, por ejemplo, hay varias leyendas como la que afecta a la iglesia de San Bartolomé, una bella iglesia románica, fechada en el siglo XIII, que es testimonio de la presencia de los caballeros templarios en el Cañón del Río Lobos. La simbología de esta pequeña iglesia, la vincula a la mítica Orden del Temple, creada en 1118 con el objetivo de defender los lugares santos y a los peregrinos y que se extendió por toda la cristiandad, llegando a contar con más de 30.000 caballeros.
Pues según cuenta la leyenda, el Apóstol Santiago, montado sobre su caballo, saltó desde el alto de uno de los farallones del cañón. Los cascos dejaron sus huellas sobre la piedra, en las proximidades del camino hoy utilizado mientras que su espada se cayó al suelo y donde se clavó quedó revelado que ese sería el lugar donde se edificaría la actual Ermita de San Bartolomé. Otras teorías cuentan que esta iglesia fue además sede templaria de San Juan de Otero, dentro del obispado de Osma.
También en tierras sorianas se encuentra otra ermita emblemática con mucha historia en este caso dedicada a Santa María del Mirón. Un templo ubicado en un cerro, el del Mirón, frente del Castillo y junto a la muralla medieval, que da inicio a un preciosa ruta que sumerge al visitante en la Soria histórica y más literaria.
Esta ermita se construyó en el año 1725 en estilo barroco o extremo rococó sobre las ruinas de otra iglesia mezcla de románico y gótico de la que sólo se mantenía el ábside cuyo espacio se destinó a la sacristía.
Destaca su interior con cuatro retablos a cada cual mejor. Dos de ellos se ubican en la zona del crucero y revelan imágenes de la Virgen con el Niño y de San Saturio. El tercero se sitúa en la sacristía también dedicado a la Virgen y el cuarto y último, el retablo mayor, del S.XVIII, es esbelto, en su centro destaca la Virgen del Mirón, sobre un fondo transparente que ilumina la luz del camarín. Además, en 1755 Felipe Molero Mediana, clérigo de la población, mandó construir una preciosa columna de piedra, obelisco barroco, de tres cuerpos del gusto de Churriguera con el busto de San Saturio, que colocó en medio de la plazoleta de la entrada.
En este templo se levantaba una de las 35 parroquias medievales en honor a Santa María del Mirón que, debido a la despoblación del pequeño barrio en el que se ubicaba, perdió su categoría para pasar a ser ermita, lo que no hizo ni mucho menos que perdiera devoción entre los sorianos. De hecho, esta virgen era considerada patrona de la ciudad.
En la plazoleta de la entrada al templo era costumbre que se reunieran los labradores de Soria y alrededores para pedir que lloviera en épocas de sequía e incluso hoy en día las gentes del campo siguen celebrando cada 15 de mayo el día de San Isidro con subastas de animales.
Una ermita que, como no puede ser de otra manera, tiene su leyenda. Se cuenta que esta virgen fue encontrada por un labrador que cuando iba caminando con sus mulas trabajando la tierra. Y, según parece, los animales se detuvieron de repente y permanecieron inmóviles mientras una voz le decía al labrador “Mira, mirón”… Cuando las autoridades investigaron el caso, excavaron el campo de labranza y encontraron la talla de la Virgen justo en el sitio donde las mulas se habían petrificado. El labrador quedó tan abrumado con lo ocurrido que quedó en trance repitiendo toda su vida “Mira, mirón. Mira, mirón…”. Y es es la razón por la que a la ermita se le puso el mismo nombre: la Virgen del Mirón.
Junto a esta ermita se encuentra el Paseo del Mirón, uno de los parajes privilegiados de la ciudad pues cuenta con un mirador ofrece una de las mejores vistas del río Duero. Un paseo, además, por el que Antonio Machado acompañaba a su esposa Leonor cuando ya estaba muy enferma y en silla de ruedas, pues allí era donde mejor aire puro se respiraba.
Ecce Homo de Soria
Este templo, además, ha sido testigo no hace mucho de una chapuza o atententado patrimonial durante la desafortunada restauración de varios motivos ornamentales (angelotes) del Barroco situados en la nave central. El restaurador coloreó la abundante cabellera de estos amorcillos pigmentando las cejas y resaltando los ojos. También se retocó de un rojo intenso los labios de todas y cada una de las figuras moldeadas en yeso de color blanco.

El resultado, por su tosquedad y falta de destreza artística, recuerda la fallida intervención del Ecce Homo realizada en 2012 por una vecina en el santuario de la Misericordia de Borja (Zaragoza), en este caso sobre una pequeña pintura mural realizada a finales del siglo XIX por Elías García.
Una restauración que se hizo viral cuando el rotativo británico The Guardian se hacía eco de lo sucedido al titular así su información: «La renovación fallida de una iglesia española deja a los querubines con cara de sorprendidos».
El diario londinense añadía que los restauradores profesionales en España «están exigiendo explicaciones después de que una iglesia histórica en la ciudad nororiental de Soria fuera sometida a una audaz remodelación que dejó a los querubines del edificio sorprendidos y a los amantes del patrimonio local en pie de guerra».
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